A Domingo le gusta decir que él no anda en silla de ruedas, cabalga. "La silla me ha hecho un caminante incansable", afirma risueño. Este vecino de Coirós, que se define como un "luchador sin meta", acaba de recopilar las reflexiones que comenzó a volcar en cuadernos hace casi siete años, cuando le diagnosticaron una miopatía contra la que libra desde entonces un pulso diario.

Palabras para vivir. Un soñador en un mundo real es una especie de cuaderno de bitácora para no perderse el mundo de la discapacidad. Se trata de un antídoto contra el desánimo que Domingo Presas entregará a sus familiares, a los amigos que le acompañaron a lo largo de todo este doloroso proceso y a los doctores de Barcelona y A Coruña que desde hace años tratan de dar con el origen de esta enfermedad rara que le ha postrado en una silla de ruedas.

"La discapacidad te puede meter en un cuarto oscuro", afirma este luchador impenitente, que reivindica en su libro a esos combatientes anónimos que rara vez protagonizan uno de esos estimulantes relatos de superación que abren informativos e inspiran novelas y películas. Héroes sin gloria que ni logran superan la enfermedad ni se cuelgan una medalla en alguna disciplina deportiva. Sus triunfos pueden parecer modestos, pero plantan cara a diario a la discapacidad y se marcan como meta "la adaptación sin resignación", destaca Domingo.

A él la miopatía muscular le sobrevino con casi cincuenta años, pero la enfermedad "siempre estuvo ahí", agazapada como un inquilino silencioso y despiadado que le dejaba sin fuerzas a la primera de cambio. Notó los primeros síntomas con solo tres años, cuando los músculos le jugaron una mala jugada y le postraron en la cama sin que los médicos pudiesen explicarse los motivos de esta anómala convalecencia, que atribuyeron erróneamente a una dolencia cardíaca.

Domingo supo suplir su debilidad y escasa resistencia con "ímpetu" y una fuerza de voluntad a prueba de bombas. Era muy bueno en las carreras de cincuenta metros, pero incapaz de recorrer los mil metros; nunca pudo ser un buen delantero, pero sí un efectivo guardameta, recuerda. Con solo 18 años comenzó a trabajar en la empresa de su familia en Betanzos y unos años después se lío la manta a la cabeza, se hizo autónomo y empezó a ejercer como transportista hasta que logró sacarse una plaza de conductor en el Concello de Betanzos. Domingo se hizo notar desde el primer día en el Consistorio por sus reivindicaciones laborales. Como presidente del comité de empresa y delegado de UGT se puso a la cabeza de las protestas para reclamar los derechos de la plantilla en este Ayuntamiento con una convulsa situación laboral.

Con 47 años las fuerzas comenzaron a fallarle y caminar pasó de ser una actividad automática a un ejercicio que requería de una concentración absoluta. Comenzó entonces una ronda interminable por hospitales y clínicas en busca de diagnóstico. Fue una de las etapas más duras, afirma. Los médicos tardaron casi cuatro años en dar con esta enfermedad sibilina y escurridiza. Primero le diagnosticaron lumbalgia y trastorno de la marcha y después parkinson, hasta que una biopsia del músculo puso nombre a la dolencia: miopatía. "Cuando llegó el diagnóstico sentí alivio", confiesa. Y no es para menos. Durante esos cuatro años con una dolencia indeterminada, Domingo pasó del bastón a las muletas y de las muletas a la silla de ruedas. En una de esas muchas paradojas que le deparó su enfermedad, la incapacitación le llegó tres años antes que el diagnóstico.

A él le gusta pensar que "después de la tristeza siempre llega la alegría" y Thor es la prueba viviente de que no hay mal que dure cien años. Este golden retriever se coló en la vida de Domingo con solo tres meses, cuando este todavía podía andar con ayuda de las muletas. Este peludo de mirada despierta se convirtió desde entonces en su compañero inseparable. Thor no puede leer las reflexiones de su amo , ni falta que hace: "Mi vida sería muy distinta sin él, mi voluntad sola no llegaría para vencer mi soledad", afirma Domingo.

A lo largo de este cuaderno de bitácora, Domingo reflexiona sobre la importancia de contar con apoyos. "Por mucho afán de superación, por mucha ilusión que desbordes, sin ayuda no puedes salir adelante", incide. Su mujer, Loly, ha sido su principal muleta. "Loly es..., uff, sin ella todo sería muy difícil", confiesa emocionado. Protagonista de dos de las reflexiones más emotivas de esta guía contra el desaliento, Loly es otra de esas heroínas anónimas que reivindica Domingo. "Ella sigue a mi lado, cuidándome cuando lo necesito, ayudándome en mi vida de dependiente, en esa vida que tanto dolor le produce", recoge en su cuaderno.

Los apoyos son necesarios, pero insuficientes para superar algunas barreras. Sobre todo en el rural, destaca Domingo, que vive en la localidad de Armea, en Coirós. "En el medio rural todo son piedras en el camino", lamenta este vecino, que considera que la sociedad tiene una "asignatura pendiente con la discapacidad". El transporte y el acceso al ocio son "fundamentales", destaca. Él fue uno de los promotores de una protesta que en 2014 llevó a personas con movilidad reducida de toda la comarca a plantarse frente a un bus para reclamar un transporte accesible para todos.

Es una de las luchas diarias a las que ha dedicado sus esfuerzos tras aprender a "dejar la tristeza en el espejo". Hay días duros, pero nada que no cure un paseo con Thor y la compañía de los suyos. "Me siento afortunado", afirma.