La aldea de Os Vilares, en Curtis, aumentó, en menos de 20 años, su población en nada menos que un 134%. La cifra, aunque parezca exagerada, tiene su explicación. Eran solo seis los vecinos de Os Vilares que ocupaban dos de las cuatro casas de la aldea en el año 2000. Esas cuatro viviendas están hoy habitadas, y el censo de Os Vilares asciende a los 14 vecinos, siete de ellos menores de edad. Lo más sorprendente sea quizás la evolución de la media de edad del lugar. En el mismo periodo de tiempo, la edad media cayó desde los casi 70 años hasta poco más de 22.

En una comunidad como Galicia, en el que el envejecimiento de la población y el abandono rural son dos males endémicos, sorprende encontrar lugares que recorren el camino inverso. En el año 2000, Os Vilares parecía condenada a pasar a engrosar la lista de las muchas aldeas que se vacían de población al morir sus envejecidos residentes. De aquellos tiempos, solo queda una vecina, que no llega a los cincuenta años de edad.

Más tarde, una pariente de esta residente rehabilitó una de las casas y formó allí su familia. Poco después, otro de los vecinos establecería allí su vivienda al heredar la casa de sus abuelos al fallecer estos. Los últimos en llegar lo hicieron por casualidad, ya que carecían de vinculación previa con Os Vilares. Buscando cambiar de aires, dieron con la aldea hace 12 años, y desde entonces, hasta ahora.

"Lo mejor es la tranquilidad que tenemos aquí, la armonía que hay, lo bien que nos llevamos. Estamos de maravilla, y el Ayuntamiento nos da todas las facilidades", explica Sergio, uno de los vecinos. Para los habitantes de Os Vilares, la vida cotidiana tal y como la conocían cambió a mejor cuando el Gobierno local cerró un paso a nivel sobre la vía del tren y construyó puentes a distintos niveles para comunicar la aldea. "Cruzar el paso a nivel era un peligro. Además, aquí ni llegaba el bus, ni nos subían el butano. Ahora todo eso ha cambiado, la aldea está bien comunicada", explica otra de las vecinas.

Ahora, los menores de Os Vilares pueden ir al colegio sin problemas gracias a una parada de autobús que ha sido instalada recientemente frente a las viviendas, lo que libró a sus habitantes de tener que sacar, día sí y día también, el coche para la más mínima gestión.

Vivir en Os Vilares permite a los jóvenes padres el poder poner en práctica una forma de crianza para sus pequeños que dificilmente podría darse hoy en las grandes (o no tan grandes) ciudades. "Los niños aprenden a valorar el campo, a salir a correr, lo que son las plantas y los animales. Salen a jugar fuera. Lo que hacíamos nosotros cuando éramos pequeños e íbamos a la aldea y que ahora se está perdiendo", explica Sergio. Los padres valoran residir en un entorno carente de los peligros a los que, a priori, podrían estar expuestos de vivir en ciudad. "Para mí, que mis hijos se críen en libertad es muy importante. No hay un coche que los moleste, los puedes dejar solos sin problema. No hay peligrosidad", asegura Antonio.

Los niños, de edades parecidas, crecen juntos en la aldea, en la que se ha formado una suerte de comunidad en la que, como apuntan sus habitantes, "todo es de todos". Sin embargo, y aunque ninguno de los parroquianos se arrepiente de haber fijado su residencia en Os Vilares, un proceder contrario al que acostumbra a seguir el resto de la población rural a día de hoy, no todo son ventajas en la aldea, como sus propios pobladores reconocen.

"Lo peor es el tema de Internet. Estamos como podrían estar en A Coruña hace 15 años. No estamos incomunicados, pero se agradecería algo más de velocidad", expone Javier, otro de los vecinos. A pesar de esto, los vecinos de la aldea coinciden en algo: Os Vilares es su hogar y no tienen intención de irse.