El Liceo de Betanzos enmudeció ayer durante unos minutos para escuchar los últimos trinos registrados del escribano palustre iberoccidental ( Emberiza schoeniclus lusitanica). El canto salía de la pequeña grabadora de mano de Emilio Martínez Sabarís, un anillador que sigue desde hace años la pista de este pequeño y discreto pájaro en peligro de extinción.

Según el último censo realizado por este experto, en Galicia quedan veinte parejas reproductoras, a las que se sumarían unas setenta en el norte de Portugal. No queda ni rastro de los ejemplares avistados en Sisalde, Sabón, Cecebre o Betanzos, un retroceso vinculado a la degradación del hábitat, la proliferación de especies invasoras y el abandono del campo. De no tomar medidas urgentes, las estimaciones más pesimistas vaticinan la extinción definitiva de esta subespecie en 2023.

Los cantos que se escucharon ayer en la VIII Semana de Custodia podrían convertirse en material de museo: "Ahora ya no cantan, ya no lo necesitan, son tan pocos que ya no necesitan ni marcar su territorio", se lamentaba Emilio Martínez durante la presentación de los avances de un monográfico que, teme, podría ser tan solo un "recuerdo" de un ave extinguida cuando se publique.

Este anillador persigue el rastro del escribano desde 2005, cuando coordinó el primer censo. En aquel momento, dice, se localizaron setenta parejas en Galicia. El plan de recuperación de la especie que la Xunta aprobó en 2013 no ha servido de nada, lamenta: "El objetivo es que se extinga y se acabó el problema", afirma. Él, relata, es un marinero sin estudios, un apasionado de las aves que dedicó cinco años a sacarse el carné de anillador científico y que desde entonces recorre Galicia tras la pista de la escribenta das canaveiras. Los censos que realizó con el Grupo de Anelamento Científico de Aves Anduriña han servido de base para estudios y planes, como el de la Xunta (aunque no siempre aparece citado). "Sería diferente si algún catedrático tuviese por bandera su recuperación". Y es que este pequeño y discreto pájaro que podría tejer su nido en la palma de una mano ha pasado siembre desapercebido. Se deja ver poco y busca cobijo en zonas poco transitadas como humedales o carrizales: "No hay datos históricos de esta especie porque nadie se preocupó por ella", explicó Martínez Sabarís ayer en las jornadas.

Las alertas saltaron en 2005 y llevaron en 2009 a la Sociedad Española de Ornitología a declarar al escribano palustre Ave del Año. Ni este reconocimiento ni el plan de recuperación de la Xunta parecen haber surtido efecto y los expertos reunidos ayer en la Semana de Custodia apelaron a la imperiosa necesidad de un plan exprés coordinado con Portugal y dotado de fondos para frenar su extinción y que el escribano remonte el vuelo.

No es la única especie amenazada que salió a relucir en las jornadas. La salamandra rabilarga y lagartija serrana son dos especies endémicas del noroeste peninsular, un patrimonio natural esquivo, discreto que pasa desapercibido, lamenta el investigador Pedro Galán. O el sapoconcho europeo, que centró la ponencia del herpétologo César Ayres. Dar a conocer estas especies entre la ciudadanía, dicen, es el primer paso para protegerlas.