"¿Por qué tenemos que estar así? No pedimos nada que no nos corresponda. Tengo 73 años, no tengo ganas de amargarme la vida, solo quiero estar tranquila, nada más". Elena, nombre ficticio, es incapaz de disimular su desesperación tras dos años enredada en una espesa maraña burocrática que le ha privado de algo tan básico para el día a día como el permiso de la residencia.

Esta uruguaya, nieta de gallegos, vivió en Sada con su pareja, también uruguayo, con un permiso de residencia temporal entre 2004 y 2010. Abrieron un negocio, se empadronaron en este municipio con vistas a establecerse de forma definitiva y disfrutar de una plácida jubilación en esta villa marinera y comenzaron los trámites para conseguir la nacionalidad. Un problema de salud les obligó a hacer las maletas de un día para otro y regresar a Uruguay hace nueve años. A su vuelta a Sada todo se torció. "Parece que nos han echado una maldición", bromea Manuel (nombre ficticio).

El permiso de residencia, que en 2008 pudieron renovar sin problema, se ha convertido ahora en una meta inalcanzable. Elena admite que cometieron un error y que, debido a su precipitado regreso a Uruguay, incumplieron el plazo para solicitar el permiso permanente, que tenían que haber solicitado antes de septiembre de 2010.

Este lapsus les ha salido caro. Elena lamenta que cuando renovó el permiso de residencia en 2008, Extranjería no le informó que tenía derecho a la nacionalidad española por la ley de memoria histórica, aprobada en 2007. Ha presentado innumerables escritos en la Administración sin obtener respuesta y es ya una conocida en las oficinas de Extranjería y el Ministerio de Justicia.

Hace ya dos años que esta septuagenaria inicio los trámites para la inscripción póstuma de su padre, hijo legítimo de un ciudadano español y, por tanto, español de origen. El trámite, relativamente sencillo, se ha demorado por una serie de anomalías burocráticas. En las oficinas de Justicia reconocieron esta semana que su petición no había sido tramitada por un fallo de la administración electrónica, lo que le ha obligado a iniciar de cero la solicitud.

Durante estos dos años, hasta la más nimia gestión se complica hasta límites insoportables por falta de papeles, lamenta: "Estamos hartos de tocar puertas y puertas. No pretendemos vivir del Gobierno, cobramos nuestras pensiones de Uruguay, solo queremos vivir los últimos años en paz".