Reparten "como panaderos" y escuchan "como psicólogos". Y esa cercanía se agradece más que nunca en este confinamiento que ha dejado con menos compañía aún de la habitual a sus clientes mayoritarios: personas mayores del rural. Rafael Presas y Mónica Abarrategui, de Congelados Don Lorenzo Betanzos, han visto en estos días incrementada la demanda de sus productos, "todos los que te puedes encontrar en una tienda de congelados, además de quesos frescos y curados y chorizos", cuenta Presas.

Las ventas han subido "sobre un 30%", cuenta el empresario. Atribuye ese incremento al miedo de los mayores a acudir a lugares muy concurridos, como supermercados, en los que tendrían más riesgo de contagio. "La gente agradece que vayas a la puerta de su casa, sobre todo la gente mayor, y el 75% de nuestra clientela tiene más de 65 años", explica. Apunta también que han hecho cuatro clientes nuevos, más jóvenes que la mayoría, que han visto su actividad laboral paralizada por la pandemia y han decidido trasladarse a sus aldeas durante el confinamiento, pese a que no residen en ellas de forma habitual.

Presas asegura que también el agradecimiento a sus visitas en el reparto de la mercancía, con el que abarcan la comarca de Betanzos, se nota más en estos tiempos en que el aislamiento de los mayores y del rural se acentúa. "Hacemos un poco de psicólogos, y ahora más. El otro día una clienta me decía que, si esto sigue así, iba a necesitar ir al psicólogo. La escuchas, intentas tranquilizarla y le dices que esto pasará, que en la aldea están bien", cuenta el empresario.

Esa cercanía en el trato se realiza ahora con una menor proximidad física. "Guardamos una distancia con los clientes por precaución y vamos con mascarillas y guantes a realizar las entregas", detalla Presas. También algunos clientes salen a por sus pedidos con mascarilla, aunque "la mayoría no, porque en realidad no hay mascarillas"; señala.

"Ya conocemos a los clientes y sabemos cuáles se preocupan más. Además de vendedores, somos personas cercanas para ellos. A algunos muchas veces les tomamos la tensión", cuenta Mónica Abarrategui. "Son gente mayor que está en casa sola"; afirma. Como ejemplos de esa relación próxima, Presas cuenta que con frecuencia algunos clientes les regalan huevos o grelos cuando es temporada, les invitan a café o les ofrecen que se queden a comer. Estos días, comprueban en sus charlas con los clientes que la pandemia lo es a todos los niveles: "En todas partes la conversación es la misma".