Si algo ha demostrado la crisis del COVID es que el mundo puede cambiar drásticamente en muy poco tiempo y hacerlo para peor. Tamara Figueroa lo ha vivido en sus propias carnes. Antes de conocerse la existencia del coronavirus, esta vecina de Arteixo regentaba la agencia Galiviaxes, que experimentaba un buen momento de ventas, pero la situación varió en marzo con la entrada en vigor del estado de alarma. Su negocio se vino abajo y desde aquel momento no ha podido recuperarse. La situación volvió a empeorar a finales de octubre, cuando la Xunta impuso nuevas restricciones de movilidad. “Llevo desde el mes de noviembre sin poder vender un solo viaje, es una situación crítica”, relata. Y por el momento no hay visos de que las limitaciones se puedan suavizar debido al importante número de casos registrados desde diciembre.

Las pérdidas que ha contabilizado en su agencia de viajes ascienden a un 95% en comparación al ejercicio anterior. Esto ya llevó a Tamara Figueroa a dejar en verano el local en el que estaba en la avenida del Balneario. Ahora trabaja de forma online, aunque tiene poca actividad.

Esta empresaria señala que el pasado fin de semana recibió “la primera solicitud para un presupuesto desde agosto”. Se trataba de un viaje a Estados Unidos de un particular, pero no la puede vender por culpa de las restricciones del Gobierno gallego. Ahora solo podría trabajar con empresas, pero cuenta que ese no es el segmento de clientes que tenía antes. Ante esta situación de limitaciones de la movilidad, Figueroa reclama al Gobierno gallego ayudas para evitar el cierre de las agencias de viajes. “No puede ser un cierre sin ayudas”, afirma. También asegura que el 40% de estos negocios en Galicia ha cerrado para siempre.

La evolución de esta agencia de viajes de esta vecina de Arteixo cambió radicalmente la pasada primavera. “En enero iba viento en popa y en febrero se vino abajo”, detalla. Ya en febrero notó una bajada en las ventas debido a la preocupación de la gente ante la aparición de la pandemia y en marzo se completó el desplome. En ese momento se encontró con decenas de viajes ya contratados que no se pudieron hacer y debió afrontar la devolución del dinero a los clientes, aunque depende de terceras como las aerolíneas.

En febrero del pasado año, en la agencia de viajes Tamara contaba con una empleada, pero al ver el panorama de cancelaciones de los viajes acordó con ella la rescisión de su contrato, lo que le ha permitido afrontar todos estos meses sin tener que asumir el sueldo de esta persona. Y aún así, la situación es complicada.

Ante la avalancha de gastos, Figueroa recurrió a un crédito del Instituto de Crédito Oficial (ICO), lo que permitió tener liquidez, aunque se trataba al final de una solución temporal, ya que las deudas siguen ahí. De hecho, se vio obligada a empezar otro trabajo en una empresa de atención al cliente para intentar lograr tener ingresos por otra vía.