“Esto es una inversión”, sostiene el profesor e investigador de la UDC Jaime Fagúndez acerca del proyecto para estudiar y mejorar la calidad ecológica del bosque de ribera del río Barcés y, con ella, la calidad del agua de consumo que beben los habitantes del área de A Coruña, que realiza junto a María José Servia. La iniciativa, financiada por la Cátedra de Hijos de Rivera-UDC de Desarrollo Sostenible y realizada en colaboración con la Reserva de Biosfera Mariñas Coruñesas e Terras do Mandeo, ha abordado ya un estudio en la fase inicial y se prevé su continuidad para la recuperación de las condiciones idóneas del bosque.

¿Cómo explicaría, para no iniciados, la relación entre el bosque de ribera del Barcés y la calidad del agua que se bebe en A Coruña?

El bosque tiene mucha relevancia de cara a mantener buenas condiciones ambientales en el río porque tiene diferentes funciones que tienen que ver con la estructura de la ribera en el río, para evitar la erosión de estas riberas y el vertido al río de compuestos naturales. Además, sirve como un filtro natural. Es un elemento vivo que está constantemente reciclando nutrientes. Permite que el ecosistema tenga capacidad de tamponar, compensar posibles aportes externos que lleguen de materia orgánica de los cultivos próximos. El bosque es como una barrera natural para los contaminantes del río. Además, en sí mismo tiene un valor porque alberga una gran cantidad de especies de flora y de fauna, que tienen un nicho ecológico muy específico.

¿Sí?

Es un nicho nemoral (de un ambiente de sombra, de bosque), de un sistema muy ligado al agua. Y son unas condiciones muy especiales que solo ese encuentran en el bosque de ribera.

¿Qué han visto por ahora?

En la primera fase de diagnóstico lo que hemos visto es que, en general, el bosque está en buenas condiciones, pero sí hemos detectado también puntos y problemas asociados principalmente al uso humano, que constituyen presiones importantes sobre el río. La presión derivada de un uso de cultivo, de pasto para animales, o repoblaciones forestales, que van arrinconando al bosque de ribera a una franja muy estrecha. Hay una sobrepresión que al final redunda en la calidad del hábitat y es más difícil para las especies, que tienen unos requerimientos más específicos, que ya desaparecen del bosque. Y eso es porque las condiciones no son las propicias.

¿En qué afecta la desaparición de especies a los humanos ?

Todo es un conjunto que incluye biodiversidad, calidad del agua, bienestar humano y otras cuestiones asociadas, como la erosión del suelo, que puede significar también una mayor cantidad de erosiones. Si el bosque se pierde, hay mayor erosión, mayor emisión de carbono, más aportes externos al río, la calidad del agua baja... Si no hay un correcto filtrado natural, nos va a obligar a realizar tratamientos más agresivos para mantener la calidad del agua. Y todo eso podemos solucionarlo manteniendo un bosque sano y en buenas condiciones en el río. Y también podemos hablar del valor paisajístico, el valor que tienen para el ser humano los espacios arbolados, que cada vez más están valorados como espacios que debemos visitar para mantener una buena salud mental, cuestiones que se han abierto a discusión con la pandemia: cómo necesitamos la conexión con la naturaleza, y el bosque de ribera está disponible para nuestro recreo.

¿Por qué el Barcés?

El río Barcés quizá es un río un poco especial porque se encuentra entre dos áreas embalsadas: por un lado, la balsa de Meirama, de la central, y por otro, el embalse de Cecebre. Son dos sistemas artificiales que tienen una conexión natural que es el río Barcés. Tanto nosotros como los que promueven esta investigación, La Cátedra Hijos de Rivera-UDC y la Reserva de Biosfera, consideramos que era un buen ámbito de actuación y también pensamos que el protocolo de trabajo luego va a poder ser exportable a otros ríos de la comarca, adaptándolo a otras zonas. Sí que tenemos vocación de que esto sirva como un piloto para posibles actuaciones en otras zonas.

¿Supondrá mucho cambio para los vecinos actuar de modo que permita al bosque recuperarse?

Nosotros pensamos que no. Realmente, las actuaciones de restauración son principalmente pasivas. Lo que tenemos es que, en algunos casos, reducir un poco el impacto humano, limitando el acceso justo hasta el río de según qué usos. Una reducción muy pequeña en superficie cultivada puede suponer una ganancia muy grande en condiciones del hábitat. Proponemos una buena comunicación con los vecinos para que vean lo que puede suponer en positivo aplicar este tipo de limitaciones o condicionantes.

En el estudio plantean la regeneración natural en áreas con nivel de degradación medio y la reforestación en zonas muy degradadas. ¿En qué consisten estas soluciones?

Todavía estamos en fase de diagnóstico, esto es todavía el contexto teórico. No ha cristalizado en un proyecto detallado. Básicamente, en las zonas en las que ya no haya cobertura arbórea o sea muy baja habría que apoyar la recuperación natural plantando nuevos árboles para que, cuanto antes, se creen esas condiciones de sombra que son esenciales para la calidad del hábitat. Los requerimientos será utilizar siempre especies autóctonas y que, además, estén a partir de propábulos (o bien semilla o bien de esquejes, árboles que provengan de la misma población) de la propia zona. Regeneración natural es simplemente darle el apoyo a la naturaleza para que recupere su condición y eso se hace nada más que evitando, limitando, retirando, los impactos que son los que están causando que ese bosque no se pueda regenerar por sí mismo. Sería limitar usos, principalmente el uso de maquinaria para las labores agrícolas o un impacto continuado de un exceso de ganado sobre una zona concreta o las repoblaciones forestales, que implican maquinaria y eliminación de las especies. Consideramos que hay zonas que pueden recuperarse fácilmente simplemente evitando mantener los impactos que están actuando al día de hoy.

¿Cuánto tiempo estiman para la recuperación?

Con unas pequeñas actuaciones se podría recuperar la mayor parte de las áreas en un nivel medio de degradación e incluso las que no están en buen estado. En un horizonte de cinco o diez años el bosque podría estar en un estado óptimo en todo su recorrido. Las dificultades probablemente estarán más en esa gestión, porque no deja de ser un recurso humano, y el elemento humano siempre es más difícil. Yo, desde el punto de vista ecológico, diría que se podría hacer una buena restauración en poco tiempo y sin emplear demasiados recursos públicos. Después pueden surgir problemas, reticencias, que ya se me escapan más.