Esta crónica arranca en 1853. El país inauguraba su primera locomotora, La Española; Giuseppe Verdi estrenaba La Traviata y en Sebastopol estallaba la Guerra de Crimea. Ese año, un 7 de febrero, se registró también un acontecimiento inusual en Coirós: un hombre logró recuperar un monedero con 466 reales en monedas de oro y plata que algún buen samaritano encontró y entregó a la Guardia Civil.
Es la primera de las 939 notas periodísticas que compila el libro Coirós a través da prensa que ha editado la Sociedad Cultural, Recreativa e Deportiva Fillos de Ois con la colaboración de la Diputación. Sus autores, Manuel Fiaño y Miguel Gayoso, socios de honra de esta asociación fundada por emigrantes, recopilan en este volumen las noticias sobre Coirós aparecidas en prensa entre los años 1853 y 1982.
La SCRD Fillos de Ois ha repartido gratuitamente el libro entre sus socios y el Concello de Coirós ha realizado una segunda edición para distribuirlo entre los vecinos del municipio por el “interés divulgativo” de este paseo retrospectivo por las hemerotecas.
A lo largo de sus 278 páginas, los lectores rescatarán, rememorarán o descubrirán un pasado construido a base de noticias que jalonaron la historia de este municipio rural: acontecimientos políticos, reyertas, reivindicaciones vecinales, accidentes o multitudinarias romerías que marcaron hitos de esos que hilvanan lazos de complicidad entre los lugareños o llevan aún hoy a atar un ramo de flores a un guardarraíl.
—No te imaginas la de conversaciones que puede dar este libro... — destaca Antonia Quintián, Toñita, presidenta de la junta directiva de la Sociedad Cultural, Recreativa e Deportiva Fillos de Ois, en una conversación con los autores de este libro y LA OPINIÓN.
Y es que hay noticias, dicen, que quedaron marcadas a fuego.
— El accidente en O Pataqueiro, por ejemplo —apunta Fiaño.
Son muchos los que todavía recuerdan este trágico siniestro en 1962 en el que perdieron la vida cinco personas tras colisionar un camión cargado de bidones de benzol contra una casa de Santa María de Ois.
El volumen está ilustrado con fotos y publicidad de la época, anzuelo ahora de nostálgicos, desde el ultramarinos La Reja (“siempre metían caramelos en la caja”, recuerda Toñita), al taller de globos de Claudino Pita o el Gran Cine Capitol.
Oriundos o no de Coirós, esta zambullida por las hemerotecas cautivará a los amantes de la historia y las historias y llevará a más de uno a tararear eso de “cómo hemos cambiado”. La compilación recoge entre las primeras informaciones una misa “en desagravio a Dios” en la iglesia de Coirós por “las blasfemias proferidas en el Congreso de los Diputados”. Y una de las últimas, de 1982, año del estreno de E.T, tiene por protagonistas a unos vecinos que, a la salida de una taberna, avistaron un “extraño objeto luminoso” suspendido sobre un monte: un “objeto de grandes dimensiones en forma de bombona de butano y del cual giraban lentamente unos focos luminosos”.
Entremedias, todo tipo de sucesos. La historia comienza en unos tiempos en los que la gente no moría, “dejaba de existir” o “rendía la vida”; los robos los perpetraban “discípulos de Caco” y eran habituales las órdenes de “busca y captura” de mujeres por “fugarse del hogar conyugal” o de evacuados al Instituto Antirrábico por mordeduras de perros hidrófobos.
Por aquellos años, pasaban cosas que aún hoy resultan cotidianas, como apercibimientos a gobiernos locales por mala praxis. En 1884, el alcalde de Coirós fue amonestado con una multa de 500 pesetas por entregar tarde la cuentas. Otros abusos de los depositarios de la vara municipal, afortunadamente, han pasado a la historia, como los de aquel regidor de Coirós “de armas tomar” que “maltrató a un vecino”, a principios de siglo.
La falta de recursos fue una fuente inagotable de noticias. A principios de siglo, La Aspiración advertía del “censurable estado” de la escuela de Coirós, que solo disponía de dos bancos para 108 alumnos. Por si eso fuera poco, clamaba el diario, el maestro tenía que sentarse en “una silla prestada”.
La solidaridad de las sociedades de emigrantes Hijos de Ois e Hijos de Coirós (esta última solo estuvo un año en funcionamiento) resultó vital para la creación y sostenimiento de las escuelas. Y los diarios daban cuenta con asiduidad de las donaciones de “este puñado de buenos y amantes hijos” en el exilio y los bailes de salón que organizaban desde el otro lado del charco para recaudar unos fondos cruciales para extender la enseñanza en unos años de penuria y estrecheces.
La falta de recursos fue también el detonante de la fusión de Coirós con Betanzos, aprobada el 6 de marzo de 1925, del que se hicieron eco los rotativos de la época, y que no pasó del papel. O de la anexión, en 1960, de Paderne y Coirós con la ciudad brigantina, bendecida por la Diputación y que 7 años después tumbó el Ministerio de la Gobernación.
La asistencia a las personas con menos recursos se alentaba también en los diarios y periodistas como Bocelo lograron crear una corriente de solidaridad para auxiliar a vecinos como Domingo Antonio Ois, más conocido como El labrador de Coirós, enfermo de tuberculosis si recursos.
Las fiestas de Coirós merecen un capítulo aparte. Y como descubrirán (o recordarán) los lectores, no siempre acababan bien. Las de San Salvador terminaron en más de una ocasión a tiros o con heridos por puñaladas o garrotazos. Pero había un festejo que sobresalía por encima del resto y que puso a la parroquia de Santa María de Ois en el mapa de las romerías. Se trata de la celebración dedicada al dominico popularmente conocido como Fray Pedro Manzanas, misionero natural de Ois nacido en 1642 que cosechó fama de milagrero hasta el punto de ser elevado a la categoría de santo por los feligreses pese a la feroz oposición del Arzobispado, que prohibió que se recogiesen limosnas en su honor.
Las crónicas sobre esta multitudinaria romería revelan el fervor por un dominico “capaz de calmar las tormentas con solo pronunciar el Ave María”. La celebración decayó, especialmente a raíz del incendio de 1967 que destruyó el templo de Ois y propició una suscripción para su reconstrucción.
En este viaje por las hemerotecas, hay parajes con un protagonismo especial, como A Espenuca, con ese “arcaico, respetable y candoroso” santuario a cuya virgen se encomendó Emilia Pardo Bazán para lograr descendencia, el mismo que inspiró una crónica de Miguel González Garcés sobre el avistamiento de “la gran mariposa flambeante” o donde fue retratado Seijo Rubio mientras “pasaba a lienzo el hermoso coto”. Ese monte y su famoso mirador competían con el Chelo, donde “el Caudillo cobró numerosas piezas”, según ensalzaba la prensa en la dictadura. Si había un lugar tristemente popular en Coirós. era la Costa da Sal, punto negro en el que se dejaron la vida decenas de personas.
Se trataba siempre de noticias que llegaban con retraso a las aldeas, en periódicos que circulaban de hogar en hogar. En sus páginas había espacio también para “coles gigantes”, pedidas de mano o la inauguración de cabinas en las que “celebrar todo tipo de conferencias”. Acontecimientos que, lejos de la inmediatez y la sobreinformación, alimentaban durante días las conversaciones, destacan los autores de esta recopilación. Y ahora, pasen y lean.
