La Opinión de A Coruña

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La fiebre del mercurio de Betanzos

Vales Villamarín documentó dos prospecciones fallidas en busca del preciado metal que, según el historiador, pudieron basarse en una mala interpretación del topónimo Azougue

La alcaldesa de Betanzos, con ediles y operarios, junto a la gruta hallada en Santa María |

La aparición de una gruta durante unas obras en las inmediaciones de la iglesia Santa María do Azougue ha reavivado el interés por la ciudad subterránea de Betanzos, ese misterioso laberinto de túneles que surca el subsuelo brigantino y del que todavía se desconocen origen y trazado. La teoría mas arraigada vincula esta red de pasadizos con una antigua mina de mercurio, pero ¿se extrajo realmente este preciado metal de las entrañas de Betanzos?

Uno de los primeros historiadores en adentrarse en este misterio fue Francisco Vales Villamarín. En un estudio publicado en 1944 en el Boletín de la Real Academia, el cronista oficial de Betanzos constataba, en base a actas y documentos del siglo XVIII, el estallido una fiebre del mercurio que pudo tener su origen en un malentendido toponímico.

A finales del siglo XVIII comenzaron a extenderse por Betanzos rumores sobre la existencia de mercurio (azogue). Las habladurías cobraron fuerza, hasta el punto de despertar el interés del rey, Carlos III, que emitió en 1786 una real orden para abrir una investigación. Con tal fin, se destinó a la ciudad a un ingeniero, Feliciano Míguez, y se conminó vía edicto a los vecinos a facilitar toda la información de la que dispusiesen bajo la promesa de “recompensas a los buenos vasallos” y amenazas de “escarmientos” a los “mal intencionados que desalentasen a los demás inspirándoles máximas opuestas”.

Las investigaciones del ingeniero Feliciano Míguez y del corregidor Jacobo Troche y Silva dieron sus frutos, aunque con resultados contradictorios. Un mayordomo de la cofradía del Apóstol de San Pedro instituida en la iglesia de Santa María do Azougue relató que unos años antes, al abrir una sepultura bajo el arco de la puerta principal del templo, vio con asombro cómo brotaban “algunos granos de mercurio “, aunque el por entonces sepulturero negó este extremo y declaró bajo juramento “no haber visto semejantes granos”.

Un maestro de obras, Pedro de Silva del Villar, afirmó, por el contrario, tener pruebas de la existencia del preciado metal. Según manifestó al corregidor, años atrás había visto a un platero de Betanzos ya fallecido dorar con una capa de oro y azogue unas arracadas y, al preguntarle, este le había dicho que unos canteros habían descubierto mercurio al abrir unos cimientos y le habían traído un poco. Según el testimonio de este joyero, el por entonces corregidor, al enterarse del hallazgo, había dado orden “de cerrar y tapiar el manantial para que no se usase de él”.

En base a estas y otras declaraciones, el ingeniero Míguez abrió una mina desde la calle de A Ribeira, frente al palacio en el que vivía el marqués de Mos. “Pero algo grave debió de ocurrir después de iniciados los trabajos, porque el monarca entonces reinante dispuso que la mina en cuestión fuese sellada”, detalla Vales Villamarín en su estudio, en el que llama la atención sobre la contrariedad con la que se acató este mandato regio, más que patente en dos placas que el ingeniero mandó instalar cerca de las entradas de dos de las galerías: “Reinando en España Carlos III se emprendió en seguimiento de azogue mina. El marqués de Mos pudo, con falsas exposiciones, se suspendiese esta obra, en perjuicio del rey y de este pueblo, con el fin de encubrir el azogue líquido que se halla en la casa de Oca, del frente”. Una de las placas ha desaparecido. La otra la conservó un letrado betanceiro, Antolín Sánchez Valeiro, que se la mostró a Vales Villamarín para que pudiese ser reproducida en su estudio.

Placa colocada en una de las entradas de la mina

La historia no acabó ahí. En 1872 un militar de A Coruña registró a su nombre la mina que había abierto el ingeniero Feliciano Míguez, que amplió en 212 hectáreas. La denominó con el sugerente nombre La Oculta y constituyó una empresa, Buena Dicha, para su explotación. Pese a los buenos augurios que quiso imprimir a esta aventura empresarial, la iniciativa resultó ser un fracaso. Tras abrir profundas zanjas en varias calles del corazón brigantino sin encontrar ni rastro de la preciada plata líquida, las quejas vecinales ante el temor de derrumbes y el desaliento propiciaron el cierre de la mina poco después: “No fue explotada nunca y a los tres lustros escasos de haber sido denunciada, ya nadie se ocupaba de ella”, cuenta Vales Villamarín, que comparte la tesis que plasmó José Cornide ya 1793, que atribuyó esta fiebre del mercurio a una confusión entre acepciones del término azougue que da nombre a la iglesia, un término que se emplea para referirse al mercurio o una plaza del mercado.

Un miembro del Club Espeleo en una de las grutas.

“Algunos años hace que he oído que en la ciudad de Betanzos se había descubierto una mina y que se había mandado sellar, y añadían por conjetura de su existencia que en aquella ciudad llaman Plaza del Mercado O Azougue o Plaza del Azogue, pero esto es ignorar que el azoque o zoque es palabra árabe que vale lo mismo que plaza. Si como la etimología es la mina, poco podrá V. S. contar con la de Betanzos”, ironizaba Cornide ya en 1793.

¿La ciudad subterránea de Betanzos tiene su origen en la mala interpretación de un topónimo o hay algo más? ¿Hay mercurio en el subsuelo de Betanzos? La Asociación Dédalo de Brig, que investiga desde hace años esta intrincada red de túneles subterráneos, cuestiona la teoría que apunta exclusivamente a la mina y baraja otras hipótesis, entre otras, posibles usos vinculados con la iglesia, donde desembocan estas galerías.

Este colectivo, que se ha adentrado en varios de los túneles con la colaboración con Espeleo Club Descenso de Cañones, tiene localizados unas veinte galerías subterráneas. Algunos de los accesos se encuentran en viviendas o patios particulares y muchos están tapiados o han sucumbido a la erosión. Para arrojar luz sobre este misterio, reclaman desde hace años escanear en 3D esta ciudad subterránea. El Concello de Betanzos solicitará su realización a Patrimonio.

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