Cierra el bar Das Pedras, el otro “santuario” de Pastoriza

El local echa el cierre después de medio siglo de vida

Celia Torres tras la barra del café bar Das Pedras.   | // ARCAY/ROLLER AGENCIA

Celia Torres tras la barra del café bar Das Pedras. | // ARCAY/ROLLER AGENCIA / Adrián G. Seoane

Adrián G. Seoane

Adrián G. Seoane

El popular café bar Das Pedras, situado en la plaza de la iglesia del Santuario, en Pastoriza, bajó la persiana por última vez el pasado domingo después de medio siglo de vida. Su propietaria, Celia Torres, pone fin a una etapa de la que se lleva “un montón de recuerdos”. “El bar lo pusieron a funcionar mis padres en 1973, después de regresar de la emigración en Alemania. Mi madre estuvo al frente hasta 1999, cuando falleció mi padre, y entonces cogí yo las riendas, aunque antes siempre les estuve ayudando”, explica.

Después de 24 años regentando este negocio “de toda la vida” —es el más longevo de la zona— Torres, con ahora 65 años y ya jubilada, relata que tiene anécdotas suficientes “como para escribir un libro”. “Recuerdo que por aquí pasó varias veces Carmen Polo, la mujer de Franco, porque era muy devota de la Virgen de Pastoriza. Llegaba rodeada de guardaespaldas que lo observaban todo”, rememora.

Torres también atendió en su negocio a personajes como el actor coruñés Xan das Bolas, famoso por sus papeles cómicos en el cine español de la época. “Entró en el bar y me pidió un whisky 100 Pipers, pero yo le dije que como estábamos en Galicia tenía que ser un 100 Gaiteiros. Esa broma después la repitió en algunos medios de comunicación”, recuerda con humor.

Bar Das Pedras durante la fiesta de jubilación de Celia Torres

Bar Das Pedras durante la fiesta de jubilación de Celia Torres / La Opinión

Un bar "de toda la vida"

Pero lo que la propietaria del bar Das Pedras atesora con más cariño es “el afecto” que le ha demostrado su clientela a lo largo de todos estos años. “Los voy a echar mucho de menos, aunque a algunos todavía los veo por la calle”, expresa. Y es que la familiaridad y cercanía de Torres era de sobra conocida por todos aquellos que alguna vez frecuentaron su negocio. La otra seña de identidad del local eran sus famosos callos, que Torres preparaba con esmero cada domingo. “Venía mucha gente a comerlos, y cuando se celebraba la Romería de San Miguel vendía ollas enteras”, cuenta.

“Es una pena que nadie quiera coger el relevo, porque este era uno de los pocos sitios que había en la zona para toda la familia”, expresa Torres, que entiende que el negocio de la hostelería es “un trabajo muy atado para el que no todo el mundo vale”. Ahora, lo que más desea es disfrutar de la jubilación “todo lo que se pueda”. “Me gusta mucho viajar y, de hecho, ya tengo programado un viaje a Lourdes”, comenta con ilusión.

Celia Torres frente a su negocio

Celia Torres frente a su negocio / Arcay/Roller Agencia

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