Verde y Azul

La desalación del agua tiene un coste que los agricultores no se pueden permitir

Entrevista a Patricio García-Favos Poveda, Director del Centro de Investigaciones sobre Desertificación (CIDE)

«Hay masas hiperdensas de matorral y de arbolado que, si llueve lo justo, y ante un aumento de las temperaturas y una mayor demanda de agua, presentan un riesgo muy alto de secarse y quemarse»

El Centro de Investigaciones sobre Desertificación (CIDAE), del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universidad de Valencia, es el organismo de referencia sobre los procesos de desertificación en España. Patricio García-Fayos es su director.

-Los informes científicos advierten de un alto riesgo de desertificación en España.

-Estamos, como dice, y es importante precisarlo, en una situación de riesgo, no en un proceso que esté ocurriendo y que sea galopante. A finales del siglo XX, el abandono del campo tuvo una consecuencia buena desde el punto de vista ambiental: muchas zonas degradadas se han ido recuperando al dejar de ser cultivadas, pastoreadas y explotadas para leña. Y eso a pesar de que los incendios se han agudizado. El problema es que eso se ha cruzado con el cambio climático, con un aumento de temperaturas que implica una mayor demanda de agua por parte de la vegetación. Y la vegetación, en esa situación, ha crecido en densidades muy altas. Así que tenemos masas hiperdensas de matorrales y de arbolado que, si llueve lo justo, y ante un aumento de temperaturas y una mayor demanda de agua, tiene un riesgo muy alto de secarse y quemarse.

-¿Cómo se debe reaccionar?

-Tenemos una emergencia y debemos actuar. Es necesario frenar el aumento de las temperaturas, reduciendo las emisiones, e intervenir en la vegetación, quitarle densidad. Debemos plantar mucho más espaciado que hasta ahora, para que las plantas puedan repartirse un agua mucho más escasa, así como quitar densidad de las masas forestales y de matorral.

-Los incendios cumplen un papel importante en los procesos de desertificación.

-La humedad de la masa vegetal disminuye a medida que sube la temperatura, se seca antes, y eso aumenta el riesgo de propagación de los incendios. Otra cosa es la ignición, más dependiente de las tormentas y de factores humanos. Habrá que acostumbrarse a la frecuencia cada vez mayor de los incendios, porque es la manera en que la naturaleza va a hacer que cambie la vegetación. Toda la naturaleza, la vegetación, se regenera por sí misma, tiene mecanismos para hacerlo, por eso conviene ser muy cauto cuando, tras un incendio, se habla de repoblar. Tendremos calor, incendios y problemas con el agua. No se trata de resignarse, pero sí de ser conscientes.

-Hable sobre los problemas con el agua.

-Cuando hablamos del agua es importante diferenciar la demanda natural, de la vegetación, el consumo humano y el industrial. Y todo lo que se refiere al uso humano es más complicado porque cada vez hay más personas y cada vez es mayor el consumo per cápita. Lo que consumía su abuela no tiene comparación con lo que consume usted. Y a eso se suman el consumo industrial y el de la agricultura, el más importante. Esos usos compiten entre sí, y esa competencia crea un problema grave. A lo mejor en el futuro tenemos que traer agua de fuera. La vegetación se irá adaptando a la escasez de agua, tendrá años mejores y peores, y perderá densidad.

-¿Se está trabajando en prevención?

-El problema es preocupante, pero requiere una cantidad tremenda de dinero. Tenemos muchísimas herramientas para llevar a cabo una política de prevención, pero es muy cara. Por otro lado, apagar incendios no es precisamente barato, y sumando la pérdida de vidas y de bienes materiales, el balance es positivo. Pero todo depende de decisiones políticas.

Luís Mario Arce

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