Opinión
Mucho más que un Ferrari
Confieso que a estas alturas no puedo sacarme de la cabeza la canción de marras y que, en esa exigencia contemporánea de tomar siempre partido, no acabo de decidirme. Tan pronto me dejo llevar por el subidón de la melodía y lo pegadizo de la letra, y aplaudo la sonora venganza de Shakira, ahí, bien empoderada, descarándose y haciendo caja con su desamor, y además presumiendo de ello, como me quedo paralizada al escucharme repitiendo mentalmente alguno de los topicazos de la letra, lo del Ferrari y el Rolex, la andanada contra la suegra, lo de monetizar los sentimientos para curar el dolor.
Me pasma el revuelo que ha levantado la canción de Shakira, una canción más de las muchas que se han escrito sobre el desamor y para el desquite. Me pasma la atención que yo misma le he dedicado. Pasamos el verano despechadas, con Rosalía, que se echaba a la calle a bailar para olvidar un fracaso amoroso y estrenamos el año con la venganza musical de Shakira, que había ido caldeando el ambiente con un par de canciones. Casi simultáneamente Miley Cirus lanza Flowers, con la que, en otro tono, mucho más políticamente correcto y menos enrabietado, se despide de su matrimonio.
Shakira y su BZRP Music Sessions, Vol. 53 ha dado contenido para telediarios, argumentos para columnas de opinión, pretexto hasta para sesudos estudios académicos. Al final todo se reduce a facturar. La ofensa se diluye si se monetiza y desde luego, aplicando ese rasero, la cantante ya debe tener bien cicatrizada la herida infligida.
Que está en su derecho de protestar y no callarse, que no hay por qué callar, que es libre para manifestar su decepción y espolear a su enemigo. Por supuesto. Es preferible una mujer encolerizada, exorcizando los fantasmas de la traición en las listas de éxitos que a otra penando y llorando por las esquinas como las protagonistas de las coplas de la posguerra, aquellas que popularizó Lola Flores, que ayer hubiera celebrado un cumpleaños centenario. El arte, la música son hijas de su tiempo, y mucho y para bien han cambiado las mujeres en los 50 años que separan a una y a otra. Más libre Shakira, contenida por la doble moral del franquismo la matriarca de los Flores. Al menos de puertas afuera, porque la Lola era todo temperamento.
No hay por qué comprar todo lo que nos venden, y Shakira nos vende la actitud acertada pero con un mensaje demodé. Las mujeres facturan porque se lo merecen, no por venganza; valen más que cualquier coche de alta gama y si las traicionan, aprenden, se reinventan, si es que les hace falta, y siguen adelante con sus vidas, mucho más grandes que cualquier infeliz historia de amor.
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