Opinión | LA PELOTA NO SE MANCHA

Pablo Martínez fue a la guerra y el Dépor con él

Pablo Martínez, a la derecha y de frente, sonríe, mientras celebra un gol del Dépor en Riazor. |  // C. PARDELLAS

Pablo Martínez, a la derecha y de frente, sonríe, mientras celebra un gol del Dépor en Riazor. | // C. PARDELLAS / Carlos Miranda

Un día más en el campo de batalla. Al mariscal Pablo Martínez se le reconoce por sus hechos y por sus gestos. Él manda, él baja al barro. Así como se afana en disputar una pelota, despejar un centro o iniciar una cabalgada, es también capaz de gesticular tras un cabezazo que se le va fuera, protestar al árbitro con los brazos abiertos o a apretarle a Lebedenko cuando atisba una leve e imperdonable pizca de relajación. Intenso, pleno, concentrado. El francés tuvo que deslizarse para colarse en Abegondo cuando ya bajaba la verja del mercado de verano. Seis meses después, aquel Dépor de luto, frágil, ajeno al cuerpo a cuerpo y un tanto perdido es hoy un equipo superviviente, en faena, imperfecto pero avanzando y que pretende construirse una coraza y competir en cualquier campo. Medio año después, aquel central que llegó de puntillas es hoy el líder de la defensa, uno de los guías del vestuario y del equipo. Pablo Martínez ha decidido irse a la guerra y al Dépor no le ha quedado más remedio que acompañarle.

Ese equipo impoluto de hace un año, que arrasaba o se hundía, que no era capaz de superar adversidades, de agarrarse con los dientes a los partidos, perfeccionó en Talavera su nuevo yo. Ese en el que, como marca su ADN y su ascendencia, va a por los partidos, pero que también le lleva a ser versátil, a tener registros. Si hay que bajar la cadera como buen especialista defensivo del baloncesto, si hay que acabar con dolor de cabeza después de despejar mil y un misiles al área, si hay que extremar cada vigilancia y pelear cada centímetro del campo, ahí también estará el Dépor de Cano y Pablo Martínez. Jugar bien también es blindarse como hizo el equipo coruñés en la segunda parte de El Prado. Debería haber mirado más a la portería contraria, defenderse con la pelota, pero ante todo tenía que salvaguardar a Mackay y el resultado. Y así lo hizo. Con el galo en todas las refriegas, en todas las disputas. Incluso cuando sus compañeros aún lucían algún ramalazo de indolencia o de falta de contundencia, ahí estaba él para apretarles, para recordarles que un nuevo Dépor tiene que nacer sí o sí, y que él no va a permitir que regresen los viejos vicios, esos pequeños errores groseros que les costaban partidos. El Deportivo ha construido un nuevo muro ante su portero (11 duelos con la portería a cero) y, sin obviar que se trata de un trabajo colectivo, las hechuras de la construcción llevan la rúbrica del francés.

El equipo llevaba tiempo demandando un central que goce las disputas, que le conecte con la esencia del defensa

“Me gusta mucho sufrir”. Pablo Martínez paladea partidos como el de Talavera o ejercicios de supervivencia como el de Ceuta. Sufre, mientras se ríe y se suelta el pelo. Es así. El Dépor llevaba un par de años demandando un central como él. Contundente, alto, de carácter, un jugador que le suministre descargas eléctricas al equipo, en todos los sentidos. Con sus acciones, con sus gestos, con su actitud. Un futbolista que goce en las disputas, que les conecte con la esencia del defensa. En su momento, ese rol parecía reservado para Granero, pero las lesiones y su nivel se lo impidieron. Sin Pablo Martínez, sería imposible llevar acabo esa metamorfosis sobre la marcha que pretenden Cano y la secretaría técnica, sería impensable inocularle ese gen competitivo, añadirle formas de ganar a ese equipo “puristas” que radiografió hace semanas y al que pretende rebelarse desde dentro y con los fichajes de invierno.

Pablo Martínez, ayer frente en El Prado. |  // LOF

Pablo Martínez, ayer frente en El Prado. | // LOF / REDACCIÓN

Las descargas de Pablo Martínez no se acaban en el césped, también llegan a la grada. En un equipo al que a veces le cuesta transmitir, imponerse, conectar con su gente si no arrasa con el balón en los pies, el francés es a la vez espejo y red de la afición, ese en el que se reconocen, ese en el que confían cuando todo va mal, ese que les ofrece una fiabilidad a prueba de adversidades. Simplemente, un líder.

Sus descargas llegan al partido, a sus compañeros y a la grada. El nuevo Deportivo sería impensable sin él

Una miseria por televisión

Mientras el Dépor se adaptaba en El Prado a una realidad siempre áspera, pero que ya no le es ajena, la Primera Federación va cocinando su presente y su futuro semana a semana. Desde Las Rozas apuntan que los clubes se está gastando lo que no tienen y en los despachos de gran parte de los 40 equipos se quejan de la escasa capacidad del estamento federativo para generar ingresos (televisión...), para dar valor a un producto que es como el día y la noche si se le compara con la antigua Segunda B. Todo con la eterna guerra subterránea Tebas-Rubiales en la que cada una de las partes, ilusas ellas, se arriman al árbol que más sombra promete darles.

La RFEF exige a los clubes y luego les ofrece unas retransmisiones que ahuyentan a cualquier cliente

No les falta parte de razón a los protagonistas de una historia con mucho ruido y pocas soluciones reales. Pero, mientras siguen el tira y afloja y los intereses (y no solo por mejorar la competición), la Primera RFEF se ahoga jornada a jornada en sus propias miserias. El deportivismo asistió el domingo al eterno problema técnico de la plataforma Insports tv que ofrece los partidos. Un día se va la imagen, al siguiente va desacompasado el audio o no hay marcadores. Hace tiempo que dejaron de ser puntuales, su regularidad es puntualmente desagradable. Todo un domingo de Carnaval por la mañana y con el mejor equipo de la categoría, en el que hay más voluntad de su gente por seguirlo. El mercado está ahí, la oferta se multiplica y si la RFEF se hace la guerra desde dentro con estos proveedores, ¿qué pretende del resto? ¿quién va a querer abonarse o seguirla, más allá de que le vaya el corazón en ello? Ojalá sea pronto, pero ¿qué pasará cuando el Deportivo se marche?

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