Opinión

Las respuestas al miedo según el tipo de personalidad

En las líneas que siguen me propongo reflexionar sobre algunas de las respuestas que le damos al miedo dependiendo de cómo sea nuestra personalidad. Y les avanzo que la conclusión a la que he llegado es que el tipo de personalidad de cada sujeto influye de manera muy relevante en la respuesta con la que afronta el miedo.

Les advierto que no tengo conocimientos de psicología, por lo que deben tomar mis reflexiones como un intento personal de compartir el resultado de ciertas experiencias vitales que se han ido nutriendo de intuiciones percibidas a lo largo de mi vida y que he completado con la información que me he procurado sobre la cuestión.

Por “personalidad” puede entenderse, a los efectos que aquí interesan el conjunto de características o cualidades originales de cada persona que la convierten en un sujeto particular y diferente de todos los demás. En opinión de los entendidos, la personalidad se va forjando desde que nacemos y madura en la adolescencia y post-adolescencia. Influyen predominantemente en su configuración factores genéticos, ambientales, educativos, y sociales. Y una de sus funciones es que dota al individuo de mecanismos de afrontamiento y adaptación para dar una respuesta, mejor o peor, en las situaciones ante las que nos coloca el miedo.

Para exponer algunos de los rasgos del miedo, me he guiado, básicamente, por el estudio El miedo, una alarma mental para proteger la integridad elaborado por la Academia de la Facultad de Psicología de la UNAM de México en marzo de 2022. En él se afirma que el miedo figura clasificado en el primer lugar de las emociones naturales básicas del ser humano. Se añade que es una emoción que se caracteriza por hacer experimentar una sensación de agobio ante la percepción de un peligro real o imaginario y que una de las consecuencias del miedo es huir ante el peligro percibido, intentar evitarlo o combatir lo que lo causa. En resumen, el miedo es una alarma mental para proteger nuestra integridad.

Su función —se agrega— es prepararnos para la supervivencia, para dar una respuesta rápida y eficaz ante una amenaza y que es, en definitiva, un mecanismo de defensa, provocado por cosas específicas, que funciona como una alarma psicológica que avisa de eventuales peligros para la integridad física y el bienestar de la persona. De los distintos niveles en los que se manifiesta el miedo, me interesa ahora solamente el conductual y de los diferentes tipos de miedo voy a referirme a uno que no suele ser mencionado y que yo lo llamaría el “miedo analítico-preventivo”, que es sobre el que voy a construir la presente reflexión.

En fin, el miedo puede obedecer a algo o a nada en concreto (miedo al miedo) y es, evidentemente, una sensación subjetiva. Además, las personas con rasgos ansiosos son vulnerables al miedo a algo o a varias situaciones, las personas con rasgos hipocondríacos son sensibles al miedo a la enfermedad, las que tienen rasgos fóbicos son temerosas a determinados estímulos, y los individuos con rasgos obsesivos sufren miedo cuando no controlan una situación determinada.

Pues bien, cuando la vida nos sitúa ante un hecho riesgoso, esto es, “aventurado, peligroso, que entraña contingencia o proximidad de un daño”, en la respuesta que le vamos a dar influye, de un modo relevante, la personalidad de cada sujeto. En efecto, si el sujeto en cuestión tiene una personalidad con escaso sentido del riesgo, lo normal será que desprecie el grado de peligro y la consiguiente posibilidad de que se le ocasione un daño. Por el contrario, si la personalidad del sujeto tiene carencias para afrontar el miedo, sentirá esta emoción en un alto grado y lo situará en un estado de alarma que lo obligará a valorar minuciosamente el riesgo que se cierne sobre él si se decide a acometer el hecho en cuestión.

De lo que antecede resulta que, cuando los hechos riesgosos son afrontados con una personalidad vulnerable al miedo, la conducta del sujeto consistirá en una “análisis tanto más miedoso” cuanto mayor sienta la necesidad de prevenir el daño amenazante del hecho en cuestión. En este caso, estaremos ante un sujeto más responsable que los temerarios que desprecian la propia eventualidad del daño. Y es que si se afirma que un sujeto es responsable cuando “pone cuidado y atención en lo que hace o decide”; es obvio que el cuidado y atención serán tanto mayores cuanto más elevado sea el grado de sentimiento al miedo analítico-preventivo del que vengo hablando.

Pero decía también que hay personalidades inseguras, las cuales convierten el miedo en una conducta paralizante que impide o entorpece la acción de respuesta. La diferencia de las personalidades entre la que afronta con mecanismos de defensa ante el miedo y la que es incapaz de afrontarlo, está en que en la primera la personalidad del sujeto lo lleva a despreciar las consecuencias “amenazantes” del hecho riesgoso (conducta en cierto modo irresponsable) o bien le obliga a extremar el cuidado al afrontarlas (conducta hiper responsable). En cambio, en el supuesto de la personalidad insegura la respuesta es o la falta de acción o una reacción atropellada.

De lo hasta aquí dicho resulta que el tipo de personalidad influye en las respuestas al miedo, originando tres arquetipos: los irresponsables (desprecian el miedo), los responsables (que lo afrontan con un minucioso análisis-preventivo de la situación riesgosa), y los que tienen una personalidad insegura (que lo encaran con una conducta paralizante que puede desembocar en falta de acción).

En este último caso, la falta de seguridad que caracteriza la personalidad del sujeto hace que su conducta ante el miedo se traduzca en una duda constante sobre sus habilidades básicas, sus actitudes, su comportamiento, sus criterios y hasta sus capacidades. Es posible que el hombre “inseguro-miedoso” sienta angustia al sentirse perdido e, incluso, que sienta desesperación por el vacío que le provoca la falta de acción o por dar una respuesta insuficiente a causa del miedo paralizante.

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