Opinión | Shikamoo, construir en positivo

El año de la garrapata

¡Buenos días! ¿Se acuerdan ustedes de la película El año de la garrapata? Una película que a mí me resultó siempre fresca y bastante irreverente y que nos propone cuestionarnos, en clave de comedia, mucho de lo que consideramos “normal”. Este filme de Jorge Coira, con guión de Carlos Portela y producido por Antón Reixa, sigue siendo uno de mis referentes. Y tanto es así que muchas de sus secuencias me han dado material para análisis de diferentes situaciones en charlas, cursos y hasta en algún máster. Ya ven.

Pero, desgraciadamente, no titulo el artículo igual que la película porque vaya a hablar de ella o porque pretenda hacerle un homenaje, lo cual me encantaría. No. Lo hago en el sentido literal, dedicando esta columna de hoy a esos pequeños arácnidos que pueblan nuestros bosques, y hasta nuestros parques y jardines, y que representan —cada día más— un verdadero problema de salud, especialmente en primavera y verano. Mucho más de lo que se habla, por cierto.

Miren, la semana pasada salí al bosque tres veces. La primera, a conocer la apuesta personal de alguien a quien conozco por el bosque autóctono y sostenible, que me encantó y de la que tengo pendiente una crónica más detallada. Me traje puestas cinco garrapatas y Marquitos, mi marido, cuatro. La segunda fue con “profes” y el fantástico y didáctico geólogo Fran Canosa, con el que he tenido ocasión de coincidir más veces, en una maravillosa excursión por las zonas del Castelo de Naraío (San Sadurniño) y Forgoselos (As Pontes). De ahí, cubierto con repelente específico para garrapatas, vine con un nivel cero de infestación. Al día siguiente tocaron As Fragas. Una maravillosa excursión con alumnado, en la que cayeron trece kilómetros por zonas de frondosas y de ribera, allá donde el San Bartomeu y el Sesín se funden con el Eume, en el entorno de San Xoán de Caaveiro, O Parrote, Ventureira y otros lugares de belleza singular, por tierras de A Capela y concellos aledaños. Más repelente, y no tuve tampoco nada que lamentar. Pero algunos de los pupilos y pupilas, mucho menos cuidadosos y de pantalón corto, regresaron a casa con cantidades variables de arácnidos. Al día siguiente aún andaban retirándole a alguno más de uno de esos bichitos, que si se quedan en la piel más de un número determinado de horas incrementan notablemente la posibilidad de patologías.

Y ese es el panorama. Yo volví a casa con garrapatas en el sendero de Doniños a San Xurxo, en el Cañón del Eume, en Pena Trevinca, en Ancares..., y terminé haciéndome alérgico a ellas. Y las cogí hasta en mi propio pequeño jardín casero, en tiempos del confinamiento y llevando más de un mes sin salir de casa. La cosa está que arde, y mismo en el magnífico parque de la Torre de Hércules es posible salir de allí con un buen número de estos indeseados compañeros de viaje. ¿Qué está pasando? Pues supongo que la concatenación de varios factores, en lo que se puede ya definir como una plaga a nivel mundial. Hoy hay muchas más garrapatas que ayer y, como sigamos así y como en el amor, las que hay hoy son menos que las de mañana.

Pero eso no es todo. El cambio climático, probablemente detrás de estos cambios en las poblaciones de estos arácnidos debido al incremento de la temperatura, también está implicando una mudanza en los patrones migratorios de las aves, de manera que hoy podemos encontrar en nuestro territorio algunas que antes no paraban aquí, transportando especies antes inéditas de tales garrapatas. Además, los parásitos asociados a las patologías de los que estas últimas son vector también notan estos cambios, y su distribución geográfica está variando. Me decía la responsable de un centro de salud de la ciudad, médico de familia implicada en la salud colectiva hasta la médula, que nunca antes veía la enfermedad de Lyme en nuestro contexto geográfico, mientras que sí lo había diagnosticado antes, en sus años en el Mediterráneo. Y que, sin embargo, en este momento es una patología con una prevalencia creciente, por infección con la bacteria “Borrellia Bugdorferi”, cuyo vector de transmisión es precisamente la picadura de especies de garrapatas autóctonas. Y no es para bromas, ya que si la misma no se diagnostica con la oportuna serología y no se trata con el tratamiento antibiótico adecuado, puede conllevar serios riesgos para la salud.

¿Eso es todo? No, de ninguna manera. Porque en la Península Ibérica ya hay “Hyalomma”, otro género de garrapata, en principio foránea pero ya asentada aquí, que actúa como vector de la fiebre hemorrágica Crimea-Congo. Si no les suena esta, quizá lo haga la fiebre hemorrágica Ébola o la de Marburgo. Cualquiera de las tres son patologías muy serias, con una letalidad muy alta y una evolución muy incierta, y que estoy convencido de que si no son objeto de un seguimiento muy en corto, pueden representar un problema en el futuro, visto que las temperaturas altas están aquí para quedarse, y de que estos vectores de enfermedades que un día estuvieron circunscritas únicamente al ámbito subtropical o tropical, están evolucionando hacia zonas templadas. No se extrañen, es lo mismo que ocurrirá con el dengue o la malaria, transmitidas por insectos, o con muchas plagas agrícolas. Ya ven que eso de “Galifornia” es casi de mal gusto, y que lo que se nos puede venir encima por el incremento sostenido de las temperaturas no da para ningún chascarrillo.

No es por asustar, que ni es el propósito ni sirve para nada. Es por tomar conciencia, por ejemplo, de que el monte está “inzado” —esa palabra en galego va que ni pintada— de garrapatas, cuyas picaduras son cada vez más peligrosas. Y por actuar en consecuencia: a mí, por ejemplo, ya me ha cambiado la vida en tal sentido. Antes, hace no tanto, corría por el bosque en pantalón de atletismo y camiseta “de tiras”. Hoy, salvo que tenga asegurado que no voy a rozar ni por asomo con hierbas altas, voy tapado y con mi dosis de repelente. Es lo que hay. Es importante transmitir esta información, porque a muchas personas esto de la mayor prevalencia de la enfermedad de Lyme y otras patologías por picadura de garrapatas aún les está pillando por sorpresa.

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