No es lo mismo conducir aquí que allí

Director de información económica de Prensa Ibérica

Tome nota del precio de algunos de estos recorridos por autopista en coche ligero, como definen los expertos: Vigo-A Coruña: 18,15 euros; Bilbao-Zaragoza: 35,60 euros; Alicante-Cartagena: 2,45 euros; Málaga-Estepona: 8,40 euros; Manresa-Terrassa: 4,50 euros. Son solo ejemplos repartidos en distintos puntos de la Península.

El pago —o no— por uso de las vías de alta velocidad (dos o más carriles en ambas direcciones) es uno de estos debates eternos en los que no parece haber fin. Los comentarios del director general de Tráfico, Pere Navarro, desmentidos posteriormente por Moncloa, sobre la obligatoriedad marcada por Bruselas para imponer peajes en las autovías españolas a partir de 2024 ha vuelto a abrir la veda. La decisión, tal como se avanzó, está paralizada hasta cambios del escenario económico y negociaciones varias.

Algunas consideraciones sobre la situación actual. Hay un desequilibrio territorial indefinido sobre la financiación de las vías rápidas españolas. Ha existido desde que empezaron a construirse las autovías libres de pago para unir a través de las carreteras nacionales distintos puntos del mapa. Los usuarios catalogamos estas autovías como peor mantenidas y con mayor volumen de tráfico —más inseguridad incluida— que las autopistas de peaje.

En el momento en que acaban las concesiones y se levantan los peajes en algunas autopistas —caso de la AP-7 que une la frontera francesa con Valencia— o de la que une Barcelona con Zaragoza, las autopistas se convierten en autovías. Se multiplican los colapsos de tráfico, la inseguridad y empeora el mantenimiento. Cientos de camiones que cruzan Europa de norte a sur toman posesión de los carriles centrales y derechos de estas nuevas autovías. En época estival, se unen a los camiones las decenas de miles de automóviles de otros países que vienen de vacaciones a la costa mediterránea. Deben estar encantados. Ir de Lyon a la frontera española cuesta 50 euros. De Burdeos a Montpellier, 48,30. La alternativa en Francia es ir por carreteras locales emborrachándose de rotondas. Cruzan la frontera y todo gratis. Viva la gratuidad española para todos ellos.

Hay un ideal al que algunos ilusos aspiramos: una euroviñeta a nivel europeo que grave —la tecnología hoy lo permite todo— los distintos usos que se realicen de las vías rápidas que serían previamente seleccionadas y clasificadas. Como la política europea hoy mismo no parece que esté por esa labor, en España hay que buscar alguna solución mixta y consensuada entre partidos políticos y administraciones. Opción primera: defender el pago de una tarifa base —euroviñeta a la española— a todos los vehículos de nacionalidad extranjera que entren a España. Opción dos: sumar a la primera opción un sistema de viñeta anual española de pago según los usos vehiculares. Opción tercera: dejar todo tal como está y que seamos todos los ciudadanos, con independencia del uso que demos al coche, los que paguemos indirectamente vía impuestos el mantenimiento de las vías rápidas. Que nadie crea que sale gratis.

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