Anular a Abascal, propulsar a Feijóo

Matías Vallés

Matías Vallés

Con su pereza inagotable, Rajoy se saltó un debate preelectoral múltiple enviando a su vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría. También Feijóo ha remitido a su probable vicepresidente Santiago Abascal, pero se ha ausentado sin ser presidente del Gobierno, en un desafío difícil de igualar. Según el promedio de encuestas, es probable que los tres participantes en el debate de RTVE empeoren sus resultados de noviembre de 2019. Parecían dolidos de la ausencia de Feijóo, que siempre aporta algún divertido dato erróneo. Pedro Sánchez y Yolanda Díaz anularon probablemente a Abascal, bajo la contrapartida de haber propulsado simultáneamente al candidato del PP, un extraño negocio.

En franca minoría, Abascal incluía las réplicas a su discurso, “vamos a asistir a las mentiras del señor Sánchez”. En su relato de “la gran estafa”, utiliza expresiones líricas como “la atmósfera no tiene fronteras” o “el fin del mundo es su nueva religión”. Su resumen crítico de la ley trans es efectivo, salvo que coincide con el feminismo clásico de izquierdas. Sánchez y Díaz salieron huyendo del solo sí es sí, además de escenificar la división entre quienes niegan la emergencia climática y quienes pretenden solucionarla con discursos.

El presidente habla con la tristeza de alguien que conoce el resultado final. Sánchez quería someter a su socia, birlarle el voto con dulzura. Como en “¿verdad, Yolanda?”, o en “como ha dicho la vicepresidenta”. La creadora de Sumar intenta zafarse en “tenemos una línea roja, que es la edad de jubilación”. Habla la líder del primer partido que ha sustituido la ideología por la psicología. No repartirá riqueza, sino felicidad, “industrializando nuestro país” y “con más agricultores que nunca”, nadie dijo que la satisfacción personal fuera fácil. ¿El ganador del debate? No estaba presente, encantado del trabajo sucio de las tres liebres voluntarias a su servicio. En un país como Estados Unidos o la Gran Bretaña, Feijóo quedaría descalificado por no aceptar el reto de debatir sus propuestas. En España, la cobardía es un valor.