Con ochenta años, Daniel Barenboim

Roberto Carlos Mirás

Roberto Carlos Mirás

Daniel Barenboim comenzó no una biografía sino unos relatos en Mi vida en la música… pues ha sido una verdadera compañera que siempre le ha acompañado de un lugar a otro y de nuevo la vuelve a mencionar como una madre que lleva dentro en La música que despierta el tiempo. Ha sabido rodearse de lo mejor a lo largo de toda una vida. Desde su nacimiento en Buenos Aires de 1942 con sus padres ya hablaba con cierta timidez con personalidades de la talla de Wolfgang Wagner o Pierre Boulez.

¿Se puede estar comprometido y a la vez dirigir conciertos en todos los lugares del planeta? A la edad de ochenta años, cuando escribimos estas líneas, si nos acordamos de él es simplemente porque no emite juicios de valor de quién es bueno o es malo, sino que deja que la sensibilidad llena de emociones hable igual que otros autores utilizan los idiomas. Ha dejado que los instrumentos cobren vida y digan lo que tienen que decir. En su banquete de bodas con Jacqueline Dupré, no podían faltar Zubin Metha, nacido en Bombay en 1936, que dejó su país para irse a Viena cuando su padre era fundador de la Sinfónica de Bombay y desde entonces no ha renegado de sus raíces realizando las actividades más audaces a favor de una claridad en todos los sentidos de la expresión, así como reivindicando el clásico mundo musical; y sir John y lady Barbirolli y David Ben Gurion con su esposa Paula.

Intentó con Edward W. Said —¿se acuerdan?— reunir tanto a músicos palestinos como israelíes y solo se complicaba la cosa cuando en algún momento surgía la palabra política… En ese encuentro “de amigos” se le podía ver con Said hablando con unos y otros, y cuando su amigo falleció, con la esposa de éste supo encontrar las palabras adecuadas para cumplir lo que entre ellos habían hablado.

“La música despierta el tiempo, el tiempo revela así el fascinante poder del fenómeno musical no solo para arrojar poder sobre la condición humana, sino también para dar respuesta a algunos de los mayores retos a los que hacemos frente”.

Delante de un grupo de intelectuales israelíes, puso los puntos sobre las íes llamando a las cosas por su nombre y no diciendo que los “niños más jóvenes se tienen que ir fuera de España porque aquí no hay oportunidades”, cuando todos saben que siempre ha sido así.

“Solo 24 horas. Quien quiera cambiar el mundo no dispone más que de ese lapso. En mi sueño soy el primer ministro de Israel. Mi batuta dirige una sinfonía nueva y maravillosa: el tratado que celebra la convivencia amistosa entre Israel y Palestina. Con esta obra conseguiré lo que ha sido imposible hasta el momento: la igualdad de derechos de estos dos pueblos de Oriente Medio. Para mí, en la ciudad de Jerusalén resuena una historia que se remonta más allá de las antiguas civilizaciones de Roma y Atenas”.