¿Y si el futuro supiera a Coca-Cola?

Miqui Otero

Miqui Otero

Si a alguien, un lunes de octubre a 32 grados, le preguntan qué sabor tendrá el futuro, probablemente no diga “brillante y afrutado” (¿quizás más bien seco y lleno de peligros?). Y, sin embargo, así describe la compañía el de Coca-Cola Y3000, el refresco con el que imagina cómo estaremos en ese lejano año.

El escritor J. G. Ballard ya dijo hace unos 50 años que “el futuro no tiene futuro”. La idea de lo que viene no se afronta tanto con la promesa de simpáticos robots aerodinámicos, sino con un horizonte tecnológico inmediato que no entendemos y que se solapa con nuestro presente. De hecho, de un tiempo a esta parte, la idea de futuro sugiere migraciones masivas por la emergencia climática, guerras que aniquilan el planeta a golpe de botón, colas del Inem que ni en el estreno de El Imperio contraataca, escasez de agua y lubinas con sabor a bolsa de Cheeto’s. Pero he aquí la marca más reconocible del capitalismo para invertir el asunto: ha creado esta Coca-Cola Y3000, edición limitada, de diseño luminoso, que incluso ofrece un QR que te redirige a una web que te permite ver cómo será tu entorno (o una versión idílica de él) dentro de mil años.

¿Y si el futuro supiera a Coca-Cola?

¿Y si el futuro supiera a Coca-Cola? / Miqui Otero

No es la primera vez que lo hace. Recordemos el final de Mad Men, uno de los mejores de la historia de la ficción televisiva: Don Draper quiere salvarse de sus adicciones y demonios en una especie de seminario new age, donde vestido de riguroso lino blanco, aprenderá a meditar y ver el lado optimista de la vida. En plena meditación, con los ojos entrecerrados y en postura de flor de loto, dice “om” y entones sonríe. Cuando lo hace, lo que vemos es el famoso anuncio de Coca-Cola de 1971. Llamado Hilltop, presentaba a jóvenes de todas las razas cantando sonrientes y con mirada hueca que quieren “comprarle una Coca-Cola al mundo” para beberla en compañía y que lo que el mundo necesita es “coca”.

En ese momento, en plena resaca de los ideales hippies, se afrontaban dos décadas de individualismo (“la era del yo”, decía Tom Wolfe) militante. Incluso barbudas figuras destacadas de la izquierda de los sesenta acabarían como accionistas de Apple y defendiendo cosas como “el socialismo del yo”.

Aquel anuncio de Coca-Cola (o su versión ficticia en la serie) marcaba el camino: aplicar al consumismo ciertos valores o estéticas de la contracultura. O, en palabras de Thomas Frank en su ensayo La conquista de lo cool: “Aplicar a los planes comerciales de una generación la plantilla de los idealismos de la anterior”. La canción del famoso espot prometía que lo que el mundo necesitaba “era coca”.

Algo que se cumplió bastante en Wall Street en los ochenta, si me permiten el chiste, para comprar y vender y hacer esas cosas que hacen los brokers. La chispa de la Bolsa.

Coca-Cola, como presencia amable y misteriosa y ubicua, siempre ha aparecido en momentos de crisis. Miren la película Uno, dos, tres, de Billy Wilder, durante la Guerra Fría. Y ahora lo hace, además, con este lanzamiento que, por otro lado, ha empleado la inteligencia artificial para su ideación (perfiles de sabor y sobre todo diseño, construido en base a, entre otras cosas, opiniones de consumidores).

La IA ya no es un robotito con cofia que nos habla y sirve martinis en una casa esférica, sino algo que ya está aquí y que no sabemos dónde. La IA es ya como la soja o el capital de Florentino Pérez: está por todas partes, incluso donde no lo vemos.

En realidad, más allá de la imagen, por lo visto el sabor Y3000 es muy parecido al de la Coca-Cola habitual, quizás más fuerte. Se habla de canela y plátano y extra de azúcar, o a vela aromatizada.

Quizás esté dándole demasiada importancia y forzando el simbolismo de este lanzamiento comercial (bebo bastante Coca-Cola y me vengo arriba). Al fin y al cabo, las marcas no siempre aciertan e imagino que en algún punto del multiverso hay una tribu de los extintos hombres neandertales poniéndose hasta arriba de (la malograda) Cherry Coke.

Pero parece claro que el futuro mantendrá un ingrediente secreto (como sucede con este refresco) que solo sabrán los dueños del mundo. Y que quizás sea algo empalagoso. Y cuyo color seguirá siendo, para muchos, el negro. Eso sí, con burbujas.

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