Muñecas hinchables en la protesta ultra

Ana Bernal-Triviño

Ana Bernal-Triviño

En las manifestaciones ultras ante la sede del PSOE en Madrid, quienes encabezaban la protesta en primera línea, alzaron unas 20 muñecas hinchables. Desnudas y con sus agujeros, por supuesto. Y también, cómo no, con la compañía de cánticos como: “¡No es una sede, es un puticlub!”, “¡Aquí están las sobrinas de Ferraz!” o “¡Estas son las ministras del PSOE!”. Esto no es una anécdota aislada ni va solo de las ministras. Mucho menos, de la amnistía. Es un reflejo de lo que la ultraderecha ha promovido en sus discursos públicos estos años, donde las mujeres que no son las suyas son insultadas, menospreciadas y sexualizadas. Donde el feminismo es esa mal llamada ideología de género que sus líderes les han vendido como enemigo.

Así es evidente cómo nos consideran: objetos. Muñecas hinchables a las que humillar, escupir o lo que quieran. En sus redes dejan comentarios como “es mejor tener una de estas muñecas que una mujer real, porque estas no hablan” y pueden “desahogarse” como les apetezca. Si una sola mujer es cosificada, todas lo somos en su imaginario. Las cosas no son personas. Y si eres una cosa, ya no tienes derechos. Por eso nos instrumentalizan como arma política. Sobre todo a las que no cumplen lo que se espera de ellas.

No están solos. He visto cómo en redes sociales han cuestionado que feministas escriban u opinen de estos días tan intensos sobre política. Porque hacerlo ya rompía sus expectativas. No sé dónde está la incompatibilidad. Porque el feminismo es política, no solo la camiseta del 8-M para lucirla en Instagram. Te cuestionaban solo por decir que usar los conceptos dictadura o golpe de Estado era intolerable.

Entiendo el feminismo como internacionalista y humanista. Como la defensa de los derechos comunes a todas. Y como feministas, somos ciudadanas con voz y voto. Si somos feministas, somos demócratas. Banalizar, trivializar y manipular con el lenguaje nuestra propia democracia debería de hacer que todas, aunque nos sintamos en partidos políticos diferentes o seamos apartidistas, defendiéramos que esa violencia en el lenguaje está de sobra.

Si tenemos memoria histórica, la libertad que muchas mujeres empezaron a conquistar en la Segunda República, y que fue borrada en el franquismo, solo fue posible recuperarla en democracia. Ese ha sido el espacio de desarrollo de nuestros derechos, con mucho esfuerzo y hasta con mucho en contra. Algunas incluso dentro de la política y poniéndose en contra a parte de sus propios partidos.

¿Respeto a todas las ideas y a manifestarlas? Siempre. ¿Respeto a las mentiras? Nunca. Lo que en verdad daña a la democracia es usarla para retroceder en los derechos de las mujeres con políticas negacionistas. Y sí, quizás esas muñecas y lo que hemos soportado estos años de este machismo rancio explica que una parte del voto de las mujeres haya frenado a la ultraderecha. Y eso es lo que les molesta. Eso y que no permitamos que nadie manipule a la democracia. Porque va de todas. Allá cada cual con sus silencios y a quién le da la mano.

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