Mamá, quiero ser artista
Itziar decía que no era gorda, que tenía el corazón grande
Me van a permitir que hoy hable de mi amiga Itziar. Con el surrealismo y la incredulidad que te produce la muerte repentina de una persona querida. Una llamada a las 8 de la mañana que te quita el aliento y unas ganas locas de llamar a tu amiga para preguntarle si la cosa va en serio. No estamos preparadas. No estamos preparadas para recibir la única cosa que es segura en esta vida. La muerte. Viene cuando le da la gana y se lleva a quien le da la gana. Pero el destino ha querido que mi amiga se fuera seis días después de que lo hiciera su adorada Concha Velasco. Me la imagino cogiéndola de la mano y diciéndole: “Tranquila, no se está tan mal aquí. Ven conmigo”. Eso me reconforta.
También me reconforta saber que ha muerto trabajando y rodeada de personas queridas. En brazos de una amiga. Y que minutos antes disfrutaba nadando en el agua de una piscina. Si Itziar era feliz en algún lugar del mundo era en el estado acuoso. Piscina, mar o bañera. Si la querías hacer feliz, le reservabas una habitación de hotel con jacuzzi. Podía estar horas flotando dentro del agua. Nunca se cansaba. Los haters la llamaban ballena creyendo que la insultaban y ella se sentía feliz de serlo. Generosa, divertida y talentosa. Con un arte y una educación increíble para contestar a los anónimos que la insultaban en las redes. Abanderada del colectivo LGTBI, del feminismo y de todas las injusticias que se le pusieran por delante.
Siempre decía que no era gorda, lo que le pasaba es que tenía el corazón muy grande. Le gustaban los pulpos porque son los únicos animales que tienen tres corazones y, al final, el corazón fue lo que le falló. Igual por ponerlo siempre por delante. Con una intuición increíble y con una capacidad de escucha sobrenatural, Itziar nació para escuchar y ayudar a los demás. Para darle la vuelta a las cosas negativas y para vivir a tope.
Igual es eso lo que le pasó. Que se gastó todo el crédito que el universo nos da para vivir, solo pensando en disfrutar de la vida. Era una maga, que convirtió a los niños que le hacían bullying en fans y que contestaba siempre con una sonrisa o con un ladrido si era necesario. Dura y tierna a la vez. Su cuerpo nació un 14 de febrero, día de los enamorados y murió un 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción. Pero su alma vivirá para siempre. Uno de sus poemas dice: “Sin alas, sin tiempo, sin prisa, sin paracaídas, sin viento, sin esperar nada a cambio, sin miedo”. Y así fue siempre. Nunca paró. Ni de moverse ni de sentir. Siempre estaba y seguirá estando. A mi lado seguro, no tengo ninguna duda. Acabo de mandar un wasap a un número que me niego a eliminar: “Hablamos mañana, que hoy estoy triste y no sé cómo decirte que te has muerto. Te quiero, amiga”.
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