EDITORIAL LA OPINIÓN

Un esperanzador y nuevo futuro para la Torre

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La Torre de Hércules cumplirá este año su decimoquinto cumpleaños como monumento patrimonio de la humanidad. Una efeméride que llega con el mejor regalo que se le podría hacer al milenario faro, ya que el Ayuntamiento ha decidido solicitar el inicio de la evaluación ambiental del plan para esta zona. Se trata del primer paso para proteger de una vez por todas el área que rodea a la construcción y, al mismo tiempo, recuperar su entorno.

Este plan de protección ya aparecía contemplado en el informe que terminó con el reconocimiento a la Torre por parte de la Unesco, pero, pese a ello e incomprensiblemente, hasta el momento, ninguno de los diferentes gobiernos locales que hubo en la ciudad abordó su redacción a pesar de que su desidia llegó a amenazar la continuidad del faro dentro del selecto club de los patrimonios de la humanidad.

Además, este supuesto desinterés por dejar de una vez por todas garantizada la integridad del monumento y su entorno tuvo también un importante costo para las arcas municipales que han tenido que desembolsar a lo largo de estos años más de dos millones de euros en concepto de indemnización a los propietarios de terrenos en el Agra de San Amaro.

En 1993, la Corporación municipal que presidía Francisco Vázquez llegó a un acuerdo con los propietarios de terrenos que eran necesarios para la construcción del paseo marítimo entre el dique de abrigo y la playa del Matadero por el que se les compensaba con suelo en la mencionada Agra de San Amaro, en la que podrían edificar. En 2006, ese acuerdo se plasmó en un documento urbanístico que reconocía un valor de 6,5 millones de euros a esos terrenos, que serían compensados con más de seis mil metros cuadrados de suelo urbanizado y otros casi cinco mil sin urbanizar.

El problema surge con la declaración de la Torre como monumento de la Unesco en 2009, lo que implica la protección total del entorno del faro y la prohibición de edificar en sus cercanías. Este veto desencadenó una cascada de recursos ante los tribunales por parte de los propietarios que, en todos los casos, vieron avaladas sus tesis y, además de las indemnizaciones por el retraso en el permiso para edificar, tendrían que recibir cada uno compensaciones económicas anuales mientras no se solucionara esta situación.

Evidentemente, el plan de la Torre no soluciona este conflicto judicial, pero abre la puerta a que se inicien negociaciones que puedan cerrar un conflicto que lleva más de treinta años abierto y que no deja de sangrar las arcas municipales.

Del mismo modo, las actuaciones previstas en el entorno del faro, como la eliminación del aparcamiento al pie del monumento o la retirada del frontón existente en la ciudad deportiva, servirán para recuperar el paisaje junto al faro y, de paso, acabar con años de abandono de una de las pocas áreas de esparcimiento con las que cuenta A Coruña.

Porque el entorno de la península sobre la que se asienta el monumento ha conseguido mantener, a pesar de la presión humana, su carácter primitivo, salvaje y natural, que lo convierten en un área única y de la que es difícil encontrar ejemplos semejantes en cualquier zona urbana del país.

Tras diez años en un cajón, por fin un Gobierno local se ha decidido a blindar una de las mayores riquezas que tiene la ciudad. Ahora ya solo falta que en ese plan de recuperación entre también la vieja cárcel, una ruina a pies del milenario faro que A Coruña no se puede permitir el lujo de ver cómo desaparece por la inacción de un ministerio que tenía que velar por su integridad y mantenimiento.