Shikamoo, construir en positivo

Oxfam y la ideología

José Luis Quintela Julián

José Luis Quintela Julián

Tengan ustedes muy buenos días, amigos y amigas. Febrero está aquí y, con él, el tiempo de cocido y del lacón con grelos, de las filloas o “freixós”, de las orejas y de las flores… Toda una panoplia de propuestas gastronómicas que, con moderación, forman sin duda parte importante del bello atractivo de estos días. ¡Disfrútenlo!

Es momento también de campaña electoral en Galicia, ahora ya oficialmente. Porque, a pesar de que ya hace tiempo que parece que siempre se produce una continua confrontación partidista, en estos días discurre precisamente el plazo oficial antes de la celebración de elecciones a la Cámara autonómica. Les deseo lo mejor a todos ustedes en tal proceso porque, no lo olvidemos, las elecciones y la política no son de los partidos ni de los candidatos y candidatas. Las elecciones y, a la postre, la praxis democrática nos pertenecen, como pueblo en marcha que somos. Son una excelente oportunidad para decidir qué queremos ser y por qué y, sobre todo, qué no.

Y siempre que hay unas elecciones hay marejada. Unos dicen y otros les responden, con un tono muchas veces improcedente y más propio de una conversación de taberna o de un episodio de desencuentro en el patio de un colegio. Y es que es una pena que muchos de los discursos al uso se articulen de cara a la galería, más que orientados a la resolución real de problemas, lo que debería ser el principal leit motiv para todos aquellos y aquellas que dan el paso a gestionar lo del conjunto. Pero no sólo se descalifica y trata de denostar a cualquier precio a los contrincantes, sino que en su voracidad por tener la única razón posible y verdadera, desde los partidos a veces se ataca a todo lo que se mueva, incluidos los referentes más acreditados en los diferentes ámbitos. En esta columna les pongo un ejemplo que vi el otro día y que me parece palmario para demostrarles esto. Pasen y vean.

En este caso el destinatario de la puya fue la organización de desarrollo y humanitaria Oxfam —Oxfam Intermón en España—, después de haber publicado esta un informe en el que abundaba sobre elementos como las altas tasas de desigualdad en nuestra sociedad y su efecto devastador sobre la convivencia. Sobre esto, que constituye uno de los temas recurrentes y fundamentales en esta columna, siempre se podrá matizar, o estar más o menos de acuerdo. Pero lo que no se puede hacer, de ningún modo, es matar al mensajero —en este caso, Oxfam— aduciendo que eso “¡¡¡ es ideología !!!”. Sí, tal como lo oyen. Ante el planteamiento de la organización, hay políticos y tertulianos estos días que, descontentos con lo que oyen, lo que critican es que tal entidad de corte social plantee un discurso al que tachan de ideológico... Y yo, sin embargo, me pregunto... “¿es que... podría ser de otra manera?”.

Ténganlo claro, hablar de pobreza y de desigualdad implica hacerlo desde postulados ideológicos, siendo necesario tener una visión concreta de la sociedad para ser un actor crítico con la misma. El caduco planteamiento en que las organizaciones de corte social se limitan a resolver necesidades sin denunciar las causas de la problemática asociada, sin pensar sobre lo que subyace estructuralmente bajo todo ello, sobre la etiología de la situación, está ampliamente superado. Y la única forma de ser un actor relevante con capacidad para producir algunos cambios, aunque sean mínimos en comparación con la enorme potencia e inercia en sentido contrario, es desde un conjunto de ideas sólidas, solventes y firmemente defendidas, con datos y desde una capacidad de análisis, diagnosis y propuestas de futuro realmente incontestable.

Todo eso lo tiene Oxfam, no tengan duda. Y si me siguen mínimamente saben que lo digo con conocimiento de causa. A tal organización dediqué profesionalmente catorce años de mi vida y bastantes más como colaborador y, aunque ahora hablo desde una cierta distancia y quizá sabiendo las fortalezas y debilidades de la misma y del conjunto del sector, tengo claro que si hay actores relevantes en el mundo con capacidad propositiva basada en una experiencia real, esa es Oxfam en su conjunto. Una organización que asume como propia la necesidad de defender los derechos socioeconómicos de las personas y que, por tanto, rezuma ideología por los cuatro costados. Y es que la justicia social, en todas sus vertientes, es y está profundamente ideologizada, en el mejor sentido de la palabra que ustedes quieran imaginar.

Es una pena que la sociedad haya emprendido un vertiginoso camino hacia la banalidad. Hacia la nada. Hacia una simplificación tan extrema de los mensajes que hasta sorprenda que, quien busque modos sociales más inclusivos y generadores de oportunidades para los más, esté buscando un nuevo paradigma. Esto es básico, queridos y queridas. El cambio siempre implica la revisión de una tesis fuertemente asumida —quizá la economía de mercado más salvaje— para plantear antítesis —quizá parciales, buscando al menos abordar, suavizar y paliar los efectos de la jungla global y desnortada que supone lo primero—, para llegar a una síntesis... El cambio implica ideología, por supuesto. Y es que, sin ideología, sólo existen las dádivas. Y estas, que pueden ser muy importantes para aquellos a los que les resuelven sus cuitas, son sin duda de mucho más corto recorrido... ¿No creen?