Odio antidemocrático

Cándido Barral Alvarellos

Cándido Barral Alvarellos

Siempre tuve la impresión que don Manuel Azaña había sido el español más odiado, más profundamente odiado en el marco de la historia contemporánea de este país. Mantuve ese criterio hasta la aparición en escena de Pedro Sánchez y la cantidad, variedad y gravedad de insultos propiciados desde esferas tan dispares de la vida social española. Don Manuel había tocado puntos neurálgicos de la sensibilidad nacional orientados a convertir el régimen borbónico semi feudal, en un Estado moderno.

Su intento de separar la Iglesia del Estado, la promulgación de la Ley de Confesiones y Congregaciones Religiosas, la disolución de la Compañía de Jesús y la nacionalización de sus colegios y residencias, la supresión de la asignación económica al clero y la secularización de los cementerios, el cese de toda dotación económica a la Iglesia , la desaparición de la asignatura de religión como materia lectiva abrieron una profunda herida que se topó con una reacción vitriólica por parte de la Iglesia que incendió desde los púlpitos a una feligresía sumergida en el analfabetismo, la ignorancia o el adoctrinamiento religioso más fanatizado , provocando una reacción convulsiva en contra de la II República.

Si a esto añadimos la planificación de una Reforma Agraria que atacaba frontalmente los intereses de un latifundio cruel, la promulgación de una Ley del Divorcio o la declaración de una Enseñanza Pública obligatoria y gratuita, desencadenó una corriente de opinión manipulada hábilmente por la CEDA , que terminó en un odio indiscriminado, denso y persistente hacia la persona, la única persona en aquel momento, capaz de una idea de futuro entorno a una España, democrática, culta, abierta al conocimiento universal y desprovista de la carga ideológica quasi medieval que suponían el pacto ancestral entre el cetro, la espada , el altar y la nobleza terrateniente.

Y contra el Ejército, al que había estudiado en profundidad, apuntó también Azaña su planificación modernizadora. Un estamento viejo y cansado con una oficialidad desproporcionada y un generalato lleno de espadones esgrimiendo privilegios medievales y cuyos salarios sobrepasaban las posibilidades presupuestarias del Estado. Un Ejército que contaba por derrotas sus intervenciones bélicas y que había permitido las pérdidas coloniales que daban sustento al pan nuestro de cada día en la metrópoli.

A aquella sociedad le sobraban razones para odiar a Azaña, porque él anhelaba una Nación mejor y su patriotismo nunca fue comprendido.

Y ahora ¿ese odio a Pedro Sánchez será dictado en alguna medida por alguna de las pautas que hicieron posible la caída de la II República? ¿Será ahora también la búsqueda de una España mejor, la que despierte el odio vociferante y rancio que impida la más fluida comunicación territorial, el intercambio de ideas e intereses desde la disparidad, el entenderse mejor para vivir mejor y más armoniosamente?

Porque Sánchez no restó un duro de los 12.000 millones de euros que anualmente nos cuesta el mantenimiento de la Iglesia Católica a todos los españoles, creyentes o ateos, ni enturbió el torrente de beneficios de la Banca, más de 26.000 millones de beneficios en el último ejercicio, ni para nada interfirió en la planificación del Ejército no siendo para incrementar ostensiblemente su presupuesto de Defensa e incrementó de forma ostensible el sueldo mínimo interprofesional y las pensiones en porcentajes nunca conocidos.

A pesar de todo ello, desde los distintos Barrios de Salamanca que configuran el territorio nacional, damas y caballeros amamantados con selectos biberones de lubina, brunch en Santo Mauro y tardes del Ritz, se producen insultos contra Sánchez impropios de “gente fina” que hunde sus raíces familiares en exclusivos terrenos de la más granada élite especulativa o recién ascendida a la cumbre de ese Olimpo empresarial del Ibex 35.

Felón, déspota, ególatra, caudillista, corrupto, inmoral, autoritario, trilero, mamón, perro, gilipollas, hijo de puta....

Habría que sumar el acoso persistente y alucinante a la sede socialista de Ferraz por parte de, entre otros, venerables caballeros y damas de paz y orden, como Dios manda, y el apaleamiento de la cucaña Sánchez también en Ferraz, ejemplo insuperable de la grosera transformación del populacho en chusma.

Es el odio irracional y anti democrático, el lumpen del intelecto y la más evidente falta de ética política. Es la fachosfera que ahora se dice, el odio denso que conduce de la ideología al gatillo de la pistola. La que acabó con Federico en Víznar, el cañón de la tristeza que mató a don Manuel Azaña en Montauban y de cuya no quiere volver. Hace muy bien.