Opinión | El correo americano

Vivito y coleando

Joe Biden recibió bastantes elogios por su discurso del estado de la Unión. El presidente tenía que demostrar que era capaz de aguantar más de una hora leyendo. Algunos pensaban que se quedaría embobado mirando al techo del Congreso o que confundiría a los jueces del Tribunal Supremo con los jugadores de los Chiefs. Incluso sus enemigos quedaron sorprendidos con su performance. Biden se expresó con claridad, apenas cometió errores y se le vio ágil, cómodo y, sobre todo, despierto. Hasta el punto de que el New York Post anunció su resurrección en la portada recurriendo a una cita de La semilla del diablo. “¡Está vivo!”, rezaba el titular en mayúsculas, como si alguien se hiciera con la exclusiva tras tomarle el pulso al abuelo. No sabemos si la constatación de ese hecho (que el presidente no está muerto) es lo que uno espera leer tras un discurso pronunciado por el líder del mundo libre. Pero, como las expectativas eran tan bajas y los tiempos son tan confusos, Biden parece que cumplió su cometido, que era básicamente respirar.

Pero no nos engañemos. Esto no va de liderazgos políticos. Muchos votantes acudirán a las urnas en noviembre con la mano en el corazón o con una pinza en la nariz, pero teniendo muy claro qué es lo que no quieren. El Congreso está ocupado por personajes disparatados; el nuevo republicanismo alternativo homenajea a los bárbaros del Capitolio y toma a Putin como un referente. Por eso Biden dijo “mi predecesor” más de una docena de veces, tratando de recordar la amenaza de Trump sin nombrarlo. Toda la publicidad mala es buena.

Es lógico que Biden se enfocara en su rival; no tiene que despertar el entusiasmo de Roosevelt sino de demostrar, efectivamente, que está vivo. Porque la alternativa al anciano despistado es un ególatra destructivo. Los demócratas no pueden permitirse el lujo de tomarse estas elecciones como una batalla política tradicional, cuando los candidatos proponían un proyecto de país y se hablaba de política. El proyecto de país es contener la locura. Biden no convencerá a ningún conservador con un programa electoral. Lo votarán porque temen los planes de su adversario.

Dicen que Biden, con este discurso, dio un giro a su campaña. Quienes todavía no saben a quién apoyar porque no se sienten atraídos por ninguna de las opciones necesitaban una prueba de existencia. Son ya muchos lapsus, confusiones y fallos de la memoria. Los votantes que no quieren que Trump regrese a la presidencia quieren que Biden sea algo más que “el otro candidato”. Por eso, gracias a este discurso, Biden alargó un poco más su vida política. Abordó todos los temas y reivindicó los logros de su mandato. Pero, más importante, recordó lo que puede ocurrir si los otros toman el poder. Si sigue terminando las frases, acertando con los datos y hablando sin perderse, el presidente tendrá más posibilidades de seguir siendo presidente. No son unos requisitos muy exigentes para un estadista. Pero es que, con lo que tiene enfrente, mostrar señales de vida, por ahora, parece más que suficiente.

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