Opinión

Miren el buzón

Me imagino a Pedro Sánchez en Moncloa diciéndole a un menestral lo que César González Ruano le solía decir a algún camarero en el Café Gijón: tráigame recado de escribir. Ruano también pedía, además de pluma y folios, un café con leche, cenicero y cerillas y le salían unos articulazos que le dieron fama y dinero. A Sánchez, su prosa, de carta y no de columna de periódico, le va quedando algo lastimera y en lugar de en los diarios se publica en las redes, que es donde hoy en día se somete todo a veredicto, odio o adhesión. Adhesión quebrantable, en estos tiempos.

Sánchez escribe cartas, revitaliza el estilo epistolar y Feijóo no tiene quien le escriba. Un buen guión de campaña. Ahí es nada pegarse meses sacando a la gente a pegar gritos contra la amnistía en la calle para sugerir ahora que no le haría ascos a una moción de censura con la complicidad de Puigdemont. Le va a sobrar campaña, igual que nos está pasando a nosotros. Los defensores de Feijóo dicen que él no dijo eso, que fue una pregunta. Claro, ese es el poder del periodismo, hacer preguntas. Con tantos asesores no tenía preparada una buena respuesta. A lo mejor él también tiene que redactar varias cartas: de despido. O eso, o todo es una estrategia para que su electorado metabolice (se trague el sapo) que tarde o temprano se entenderá con el listillo indepe. Puigdemont, más que escribir cartas desde Waterloo (qué buen título para un libro) lo que ha hecho es jugar sus cartas. No tenía las mejores pero ha sabido jugarlas, si bien la jugada era simple y la veía hasta el más panoli en el mus: te hago presidente si me libras de la cárcel.

A Sánchez se le van las horas escribiendo cartas. Nadie puede decir que no pega ni sello. No sabemos si nos seguirá escribiendo o si se nos pondrá cara de corintios. Las masas pueden gritarle: Sánchez, queremos una carta tuya. Lo del hijo, queremos un hijo tuyo, es como más demodé, sin contar con lo caro que sale ahora un hijo.

En una época de España se habló de la dialéctica de las pistolas, ahora puede hablarse de la ética de las epístolas. Por su parte, algunos jueces escriben autos. No a su ritmo, sí al que marca la actualidad política y la campaña electoral. No pocos autos parecen artículos de opinión. A lo mejor también los redactan en cafés atestados de gente y egos.

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