La ruptura con las redes de amigos, la soledad, el destrozo emocional -similar, en alguna medida, al de las víctimas de la violencia de género-, la distorsión cognitiva -creerse inferior a fuerza de ser tratado como tal- y la falta de apoyo del centro educativo pueden desembocar, en casos "muy excepcionales", en el suicidio de una víctima de acoso escolar, explica Plácido Blanco, doctor en Pedagogía y especialista en menores y violencia.

La muerte esta semana de la adolescente de 16 años de Ciudad Real que permanecía en estado crítico desde el viernes, tras haber intentado quitarse la vida supuestamente por sufrir acoso, reabre un debate en el que, por fortuna, los casos similares -al menos que se sepa-son contados. De hecho, en España solo existe el precedente de Jokin, que se suicidó en Hondarribia a los 14 años, tras padecer durante doce meses las vejaciones de sus compañeros. Se barajó como tal el caso de la joven de Elda (Alicante), que se arrojó de un puente en 2005, tras denunciar las agresiones de varias compañeras, pero el juez descartó que su muerte tuviera relación con ese acoso.

Pese a que algunos estudios indican que la mitad de los jóvenes sufre alguna situación de hostigamiento en el entorno escolar, el también catedrático de Orientación Educativa Plácido Blanco, que ahora desarrolla su labor en el IES Carlos Casares de Viana do Bolo (Ourense), defiende que el porcentaje de víctimas de acoso escolar por parte de sus compañeros se mantiene, desde hace varios años, "estable" y que los casos pueden detectarse mediante mecanismos de control como la prueba que él diseñó. "Ante un caso sospechoso, lo mejor es aplicar el test", señala.

Para que se produzca acoso, recuerda, "tiene que haber una relación de dominio y sumisión, la conducta debe ser persistente en el tiempo, debe ser gratuita y sin motivo y constituir siempre un hecho cruel". Incluso definiendo así esta macabra persecución entre compañeros, entre el 4 y el 5% de los menores gallegos sufre ese problema, que no siempre es detectado. Las víctimas de estas conductas suelen ser "tímidas, con pocas habilidades sociales, e incluso brillantes, que suscitan envidia". Curiosamente, añade, los cursos más problemáticos son los de 3º de Primaria y 3º de la ESO.

Por otra parte, constata, las formas del acoso cambian con los tiempos o se introducen nuevas modalidades. Internet le da un aspecto "específico" al acoso, señala Blanco. Preocupado por el asunto, este experto, conocido por crear un test para diagnosticar estos casos -el Bullingo Test- y otra prueba que aspira a prevenir el bullying descifrando la personalidad del posible acosador o acosado -el bullyplot-, apuesta por elaborar en colaboración con un centro asturiano y otro leonés el protocolo ARCE -ya en poder del Ministerio de Educación-, que ofrece a alumnos y docentes pautas actuación ante el ciberbullying.

Para Blanco el peligro reside en que los jóvenes "que están en internet creen que están en su casa y no se dan cuenta de que la privacidad se pierde". En el protocolo señala que las redes sociales no son peligrosas de por sí, sino que el peligro se deriva de "sus condiciones de privacidad, muy débiles, en la mayoría de los casos". "Los adolescentes cuelgan en las redes algo que ven como inocente; luego quieren retirarlo y a veces no pueden", advierte. "Antes el nombre del individuo podía aparecer en el encerado y el profesor lo borraba, pero borrarlo de internet es difícil y es fácil difundirlo". Al respecto, defiende que la Lei de Convivencia e Participación Escolar aprobada por la Xunta da un paso adelante para proteger al menor al equiparar las situaciones de acoso en el colegio y el ciberacoso.