Con mascarilla, aforo reducido y no más de seis personas por mesa, sin barra libre en la pista de baile y con los aperitivos o los cucuruchos para lanzar arroz y pétalos totalmente individualizados para evitar el contacto entre varias personas. Las bodas en pandemia obligan a adaptarse a los protocolos COVID, con la dificultad de que las restricciones pueden variar cada semana y esto obliga a los novios a tener un plan B por si todo cambia a pocas horas del enlace. Una situación de incertidumbre que hizo que muchas parejas que se iban a casar en 2020, lo aplazasen para este año o incluso 2022. Pero tras meses “muy duros”, en palabras de empresas coruñesas que organizan estos eventos, el teléfono ha vuelto a sonar. “La gente está más animada y en el último mes ya hemos recibido varias solicitudes de presupuesto”, explica Rocío Vázquez de Luz Verde. Lo mismo ocurre en Tamarola, otra empresa especializada en organización de bodas. “Desde que se levantó el estado de alarma hay más llamadas para presupuestos de cara a finales de año o 2022”, sostiene Olalla Blanco. Parejas que se casaron en plena crisis sanitaria, lo tienen claro: se puede hacer una boda segura y el contexto COVID aunque limita, también hace que invitados y novios vivan la celebración con más emoción y alegría.

La llegada de la pandemia y el confinamiento obligado de marzo a mayo del pasado año truncó los planes de casarse de muchas parejas que llevaban meses preparando su boda para 2020. “El año pasado fue muy malo para el sector. Conforme pasaban los días y se veía que esto era algo serio e iba para largo tuvimos una avalancha de llamadas para cambiar la fecha de la boda. Hay parejas que incluso la han llegado a modificar cuatro veces”, sostiene Olalla Blanco, quien reconoce eso sí que hay quien decidió seguir adelante con el enlace y casarse en el verano después del confinamiento. “Y visto a día de hoy se casaron con menos restricciones de las que hay ahora”, resalta. “El año pasado fue muy duro, tuvimos un 70% menos de facturación porque mucha gente pasó la boda a 2021 o 2022 y eso que aún tuvimos suerte y entre julio y octubre pudimos hacer una treintena de enlaces”, añade Rocío Vázquez.

Organizar una boda supone meses de preparación. Hay que cuidar cada detalle en un evento en el que decenas de personas (fotógrafos, floristas, modistas o personal del cátering, entre otros) trabajan con mucho tiempo de antelación con la vista puesta en una fecha concreta. Con la pandemia, todo se complicó. “El cambio de fechas es una locura. Partimos de ver cuándo podría de nuevo el restaurante o el lugar de la celebración y en función de la fechas libres y que le gusten a la pareja vamos jugando con el resto de proveedores. Son muchas llamadas y aunque en nuestro caso estos cambios no tienen sobrecoste, hay empresas que sí los aplican”, sostiene Blanco, que reconoce que “ya hay problemas para algunas fechas en 2022”. “Va ser el año del boom de las bodas”, asegura.

Y como cualquier otro aspecto de la vida cotidiana en pandemia, las bodas también deben cumplir el protocolo antiCOVID. Algunas medidas apenas han variado en los últimos meses —todos los invitados deberán llevar siempre la mascarilla salvo en el momento de beber o comer algo, hay que respetar la distancia de seguridad tanto en la ceremonia como en el resto de la boda y tanto los aperitivos, como los platos serán individuales o se servirán directamente en el plato de cada comensal—, pero otras han cambiado —quienes se casaron el verano pasado, por ejemplo, podían tener barra libre en el baile y ahora las copas solo se pueden tomar cada uno en su mesa— e incluso algunas varían cada semana ya que dependen de la incidencia del concello en que se celebra la boda.

Este tipo de eventos se rigen por las normas que se aplican a la hostelería. De modo que el aforo del restaurante o el número de comensales por mesa puede variar cada semana. “Trabajamos a golpe de DOG, si hace una semana solo se podía tener a cuatro comensales por mesa en interior, este ya son seis y el año pasado, sin embargo, se podía tener hasta a 25 con distancia”, explica Rocío Vázquez, de Luz Verde, que cree que “debería haber una normativa específica para las bodas” ya que “no puede ser que sepas casi con unas horas de antelación el aforo o la gente que puede ir”. “Te obliga a tener no un plan B sino 50”, señala. Olalla Blanco desde Tamarola también apuesta por una normativa propia para bodas. “Yo soy la primera que creo que hay que seguir las normas sanitarias pero en el caso de las bodas no debería aplicarse el tema del cierre por concellos porque puede ocurrir como el pasado fin de semana que Oleiros estaba en nivel alto y puede haber una boda con gente de otros concellos y que no puedan servir en interiores en el restaurante y, sin embargo, que gente que sí es de Oleiros vaya a una boda sin problemas a Culleredo”, explica y pone un ejemplo de lo vivido por una pareja que contrató sus servicios y que refleja las contradicciones de algunas restricciones. “Tuvimos una pareja que aplazó la boda para este año y como tienen una casa con jardín querían hacer una comida con cátering pero de solo diez personas y hablamos con la Xunta y no les dejó porque no eran convivientes cuando si van a un restaurante podrían haber comido en dos mesas separadas”, explica Olalla.

Pese a las restricciones y los aplazamientos, lo cierto es que ha habido bodas durante toda la pandemia —excepto en el confinamiento— y tanto las empresas que organizan estos eventos como parejas coruñesas que se han casado estos meses aseguran que es posible hacer una celebración “segura” y sin nada que envidiar a las bodas prepandemia. Se cuida cada detalle para ganar el pulso al COVID. En Luz Verde, especializados en la parte de la ceremonia, recuerdan que todo el mundo lleva mascarilla, hay distancia de seguridad, se habilitan micrófonos distintos o fundas para cada persona que lea un discurso y se dan cucuruchos individuales para lanzar arroz o pétalos. “Hay que tener cuidado y muchas veces incluso los novios no se dan cuenta y me dicen, queríamos hacer pompas de jabón a la salida de la ceremonia y claro, ahora con las mascarillas no se puede”, indica Raquel Vázquez, que asegura que la gente suele cumplir escrupulosamente las medidas aunque “se hace raro que después de un discurso, que suele hacer gente cercana, no pueda haber un abrazo”. Y lo mismo ocurre con el resto de la boda. En Tamarola, que gestionan todo el proceso, aseguran que se vela por repartir a los comensales en mesas de convivientes o amigos muy cercanos, se obliga al uso de mascarilla salvo en el momento de comer y recuerdan algunos cambios. “Hay baile pero la gente tiene que guardar la distancia y no puedes estar con tu copa en la pista. Ahora te la tienen que servir y tomar en la mesa”, indica. Y lo mismo ocurre con los aperitivos. Cada uno debe estar en su mesa burbuja y ser sirven de forma individualizada.

“Todo depende de lo que quiera cada pareja. Lo importante es que puedan disfrutar. Si alguien quiere una boda tipo cóctel con 300 invitados, este no es su momento, es mejor que lo aplacen, pero hay quienes quieren casarse como si son ellos solos o con quien puedan llegado el momento. Está claro que si tu puedes quedar con tus amigos para tomar algo por ahí, puedes hacer una boda si quieres”, indica Olalla Blanco. “Queremos transmitir el mensaje de que nosotros hicimos la boda el verano pasado y salió todo muy bien. Superó nuestras expectativas y pudimos tener la boda de nuestros sueños pese a las mascarillas”, explican Sabela Gende e Iosu Moracho, que aseguran que la gente “estaba muy agradecida” de poder celebrar algo y “desconectar” de este año extraño. Una idea que comparte Sabela Sande que tras aplazar la boda de octubre a abril, celebró la ceremonia y ahora en junio realizará el banquete. “Fue una ceremonia íntima con apenas 22 invitados y al final fue una decisión muy acertada. La gente valoró el esfuerzo, estuvo muy entregada y fue algo muy emotivo”, sostiene.

De test a los invitados a bodas en ‘streaming’


El sector nupcial ha aprovechado la pandemia también para reinventarse y ofrecer unos servicios que antes de la llegada del COVID serían inviables. Ya hay laboratorios que ofrecen la posibilidad de realizar test de antígenos a todos los invitados antes de la ceremonia y empresas que permiten grabar la celebración y retransmitirla en directo para que la sigan aquellas personas que no hayan podido acudir de forma presencial. Pese a que en empresas coruñesas que organizan bodas como Tamarola o Luz Verde no han tenido todavía parejas que quieran hacer un cribado previo a la boda, reconocen que han recibido información de laboratorios ofreciendo el servicio. Algunas parejas concentran a parte de los invitados —especialmente si vienen de otras zonas— en un hotel y allí les hacen la prueba el día antes. En otros casos, como los oleirenses Sabela Sande y Adrián Rodríguez, recomendarán a sus invitados que se hagan un test de saliva previo, ahora que es gratuito en las farmacias de la provincia coruñesa.