Más del 65% de los pacientes con trastornos alimentarios se recuperan de forma total

Sara, Ramón y Beatriz acuden a diario a un comedor terapéutico y relatan su estancia en dos unidades especializadas en estas dolencias, una infantil y juvenil, y otra de adultos

Comedor de la Unidad de Trastornos de la Conducta Alimentaria del Hospital Clínico San Carlos de Madrid.

Comedor de la Unidad de Trastornos de la Conducta Alimentaria del Hospital Clínico San Carlos de Madrid.

Nieves Salinas

Pongamos que se llaman Sara, Beatriz y Ramón. Se juntan en el comedor terapéutico del hospital de día de la Unidad de Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) del Hospital Clínico San Carlos (Madrid) y aprenden a eso que, para ellos, es un infierno: comer. Pasan de los 30 y se quieren poco. No les gusta su cuerpo. Dicen a El Periódico de España, del mismo grupo editorial que LA OPINIÓN, que esto no es de hoy y ahora. Llevan desde adolescentes luchando con esa perversa relación. A veces flaquea la esperanza, pero siguen sin cejar en su empeño de luchar contra esos demonios que, describe Sara, recorren el espinazo. Se mantienen firmes. Quieren recuperarse, claman con motivo del Día Internacional de la lucha contra los TCA, que se conmemora hoy, 30 de noviembre.

Porque se sale, claro que sí. Es el mensaje que lanzan desde el Hospital Niño Jesús, que, en 1992, fundó una unidad pionera que atiende a niños de 0 a 18 años en la que han observado, admiten, que los casos han aumentado de “forma alarmante”, con una media de 200 nuevas consultas al año y en edades cada vez más tempranas.

De salir, de ayudar a esas pequeñas Saras a buscar el camino, saben mucho las doctoras Montserrat Graell, jefa del Servicio de Psiquiatría y Psicología infantil y Juvenil del Niño Jesús, y Mar Faya, jefa de Sección de Psiquiatría Infantil del mismo centro. En un encuentro con este diario, se habla, claro está, de la Unidad de Trastornos de Comportamiento Alimentario, la primera que hubo en España para abordar estos trastornos, junto a la del Clínic de Barcelona.

El Niño Jesús lo conoce bien Beatriz. En el hospital pediátrico estuvo ingresada en más de una ocasión. Los primeros síntomas empezaron a los 14. Lo más gordo, vino a los 16: dietas, desequilibrios o “intentar dejar de comer bastante a lo bruto”. Muchas de las jóvenes con TCA —nueve de cada 10 son mujeres— arrastran una larga trayectoria de idas y venidas por distintos dispositivos sanitarios. De estar ingresada en el Niño Jesús, Beatriz pasó al hospital de día; volvió a estar hospitalizada; después acudió a la sanidad privada, luego recurrió nuevamente a la pública...

“Llevaba muchos años casi sin atención. Pensaba que ya iba a pasarme la vida así: impedida por mi relación con la comida y siendo dependiente de alguien que me ayudase y estuviera conmigo a todas horas. Ahora empiezo a ver algo de luz”, asegura. Es difícil, se tarda y siempre es necesario el tratamiento, pero hay futuro, explica la psicóloga clínica Irene de la Vega que, desde hace 12 años, trabaja en la Unidad de Trastornos de la Personalidad y la de TCA del Clínico San Carlos.

Integrada por psiquiatras y psicólogos, la unidad dispone de consultas ambulatorias de seguimiento, hospitalización, coordinación con el Servicio de Nutrición, sesiones psicoterapéuticas individuales, terapia dialéctico-conductual grupal, orientación grupal para familiares... En 2011, puso en marcha un comedor terapéutico para enseñar a comer a los pacientes, especialmente mujeres con anorexia nerviosa con déficits nutricionales importantes y a pacientes bulímicos con graves dificultades para controlar su conducta. Es desde ahí desde donde Sara, Beatriz y Ramón comparten experiencias.

Al Clínico acude una quincena de pacientes cada día. De la Vega describe tres perfiles de TCA: anorexia nerviosa, bulimia nerviosa y trastorno de atracón, que les llega menos, pese a ser el más prevalente. “En general todos los pacientes tienen una idea muy distorsionada de su cuerpo. En anorexia nerviosa, hay una restricción de la ingesta que provoca una pérdida enorme de peso. Puede haber problemas muy graves de salud, un riesgo vital importante y, aun así, persisten en su deseo de adelgazar”, detalla.

Describe a mujeres jóvenes obsesivas, inhibidas, dependientes, con mucha exigencia. “Aquí vemos a pacientes graves, que han pasado por varios tratamientos y no han mejorado”, señala. La terapia funciona en un 30% de los casos y en otro 30%, van a mejor, aunque les queda algún déficit. Hay un 30% donde los TCA se cronifican. Esto significa que, a más de la mitad, les puede ir bien. Lo que es seguro es que necesitan tratamiento intensivo; de media, durante tres años.

Irene de la Vega, que es miembro de la Sociedad Española de Psicología Clínica-Anpir, llama la atención sobre un aspecto: “Vemos muchos casos de antecedentes de experiencias traumáticas, como abusos sexuales en la infancia o maltrato, que repercuten en los TCA. A veces parece que los trastornos solo están asociados a la imagen o redes, y saber esto es muy importante. Hay mucho estigma, incluso entre los profesionales, pensando que son chicas que no comen. Y muchas veces está asociado a una historia de trauma grave. Va mucho más allá de una chica que quiere adelgazar”.

Sara acaba de cumplir 32 años. Lleva desde los 14 con un TCA. Consecuencias: una bajada de peso descomunal, se le fue la regla, tenía osteopenia (cuando la densidad ósea de una persona está por debajo de lo normal), principio de osteoporosis, se le caía el pelo... “Muchas cosas”, resume. La ingresaron en psiquiatría de forma forzosa. Es ahora, pasada la treintena, cuando Sara ha pedido ayuda de verdad. “Por mí misma”, recalca.

Eso que te mata por dentro

La joven habla de un rumiar que no cesa, de “muchos pensamientos malos que no paran. Antes de pedir ayuda vomitaba todas las comidas, y ahora, pese al tratamiento, a veces siento que tengo que hacerlo, tengo que vomitar, no sé por qué. Lo siento en el espinazo. Como ser otra persona, esa que te dice: ‘¡Échalo!’, porque te mata por dentro, te quema; ese escalofrío, malo, malo, malo, de cuando piensas en engordar”, relata sobre un viaje lleno de subidas y bajadas.

Dice que se ve mal en el espejo, porque está cogiendo peso. “Cuando estás peor físicamente, es cuando te ves mejor. Ahora es cuando empiezo a verme peor, porque empiezo a notarme las partes del cuerpo. He perdido mucho tiempo y más cosas de mi vida por la enfermedad. Pero he visto a gente que sale”, señala.

El Niño Jesús tiene todos los dispositivos asistenciales para asegurar la continuidad de cuidados, algo fundamental para atajar esos trastornos que se manifiestan en edades cada vez más tempranas, junto con el diagnóstico precoz. Hay hospitalización (también a domicilio) u hospitales de día de alta intensidad para edad infantil, escolar y adolescentes; también tratamiento ambulatorio intensivo familiar. Por supuesto, a cargo de un equipo multidisciplinar. Las doctoras Graell y Faya, aprovechan para pedir que entre los profesionales haya más nutricionistas, que escasean por especializados que sean recursos como el de su hospital.

Dicho esto, la doctora Graell recuerda algo que a veces se olvida: los TCA son enfermedades mentales con graves implicaciones físicas, tanto las derivadas de la desnutrición y malnutrición como las que establecen las conductas patológicas que subyacen. Y, casi siempre, se acompañan en su debut con otras dolencias. Habla de trastorno depresivo mayor, de ansiedad generalizada, de control de los impulsos. Junto a algo que les preocupa muchísimo y a lo que asisten con cada vez más frecuencia, conductas autolesivas. “Entre los cambios que estamos constatando es que los TCA han aumentado de forma alarmante, globalmente y en nuestro medio, apareciendo a edades más tempranas con patologías con índices de masa corporal muy bajas y debutando con complicaciones físicas derivadas de la desnutrición y/o malnutrición”, explican las especialistas.

Ven casos cada vez más complejos. En niños y niñas desde los 11 o 12 años. Calculan, que en comparación con años anteriores, los ingresos por trastornos del comportamiento alimentario y de la ingesta se han incrementado en más de un 20%. Por supuesto, las redes sociales, señalan, “han amplificado” ese mensaje que cala en las niñas de ser muy guapas, perfectas.

Antes, dicen las especialistas, con el objetivo de tener un cuerpo muy delgado, pero cada vez más, un cuerpo muy moldeado, a semejanza de grandes influencers como Kim Kardashian, con las curvas perfectamente definidas. “A más horas en las redes sociales, más insatisfacción con la imagen corporal”, señalan.

Ramón, 34 años, desde el Clínico, cuenta su odisea vital que entronca con lo que relatan las psiquiatras. Lleva diagnosticado desde los 20. Pero realizando conductas nocivas de forma más reciente. Come compulsivamente. “Me doy atracones, para sentirme mejor y evadirme de los problemas. Luego me siento mal por la cantidad de comida ingerida e intento restringir al máximo para compensar ese exceso de calorías. No me gusta para nada mi cuerpo”, resume.

Sí, se puede

Pide la doctora Faya del Niño Jesús que este reportaje concluya con un mensaje positivo. Porque, apunta su compañera Montserrat Graell, siempre que se habla de TCA es de forma fea, sórdida, pesimista. Así que aportan cifras para justificar que sí, “que la recuperación es posible con el tratamiento adecuado”. Según estudios de más de 22 años de seguimiento, saben que más del 65% de los pacientes se recuperan de forma total; un 15% de forma parcial y habrá un 20% que tenderán a la cronicidad. Son porcentajes que insuflan optimismo.

Es ahí donde Beatriz, paciente del Clínico, hace su petición final: fuera prejuicios. “La sociedad debería mirar a estos trastornos sin hacer juicios; esto va mucho más allá de una visión estética, de superficialidad. Cualquier enfermedad mental puede ser como otra física y no debería tener este estigma que tiene”, zanja.

Adolescentes más jóvenes, con pérdidas de peso rápidas y graves

Lo dicen en los hospitales públicos y lo constatan también en los centros privados especializados. La pandemia ha disparado los casos de TCA. Han aumentado los ingresos de los menores entre 12 y 14 años, con pérdidas de peso “rápidas y graves”, explica la psicóloga clínica Montse S. Povedano. “Si nos fijamos solamente en las pacientes que han requerido ingreso de 24 horas y en edades menores de 18 o 20 años, la manifestación más frecuente que hemos atendido es la de anorexia nerviosa, restrictiva y purgativa, formas no tan frecuentes antes de la pandemia, cuando las manifestaciones más frecuentes se acompañaban de descontrol alimentario y vómitos”, señala, y admite que cada vez se enfrentan a inicios más tempranos y hace un apunte final: hay situaciones de estrés que pueden desencadenar un TCA en un adolescente y ante las que hay que prepararlos.