–Da la sensación de que está como impresionado del resultado final de su nuevo trabajo.

–Estoy impresionado y alucinado sobre todo por la acogida que está teniendo en los medios de comunicación, no me lo esperaba.

–Se ha cuidado hasta el más mínimo detalle, ¿es muy perfeccionista o ha dejado espacio a la improvisación?

–No, se podía improvisar muy poco, porque todo tenía que estar muy hilado, la música con las letras, el documental... todo es un compendio y no se podía hacer algo sin mirar lo anterior.

–Ha fusionado el rock con la música árabe, ¿a qué suena finalmente Argán?

–Pues creo que he abierto una nueva puerta, porque no se trataba de utilizar influencias árabes, sino de que los dos estilos sean un todo y he descubierto que es más lo que nos une que lo que nos separa.

–¿Estamos más cerca de lo que creemos?

–Sí, claro, lo que no se puede es renegar de nuestra herencia árabe, quien lo hiciera sería tonto. Sólo hay que estar en Murcia o Valencia y mirar las palabras y el legado que tenemos de allí.

–¿Cómo se le ocurrió, cómo empezó a cuadrarle esta fusión?

–Me cuadró primero en el corazón, porque a nivel comercial no me cuadraba nada. Pero después de cuatro años de trabajo me he dado cuenta de que había que apostar fuerte y de que, al final, a la gente le sorprende y se le despejan los oídos para escuchar estos nuevos sonidos.

–Dice que los viajes y la experiencia en Marruecos le han hecho mejor persona, ¿por qué?

–Porque es una cultura con gente encantadora y acogedora y he realizado un acercamiento a su mundo y lo que ocurre es que soy mejor porque ahora sé más cosas.

–Y ha aprendido que allí las sonrisas no cuestan nada, ¿por qué considera que aquí sí?

–Me encantaría saberlo, pero está claro que allí son gratis. La gente tiene un punto de cariño especial y lo hacen con total normalidad.

–¿Y cuándo cree que en Europa dejamos de sonreír y comenzamos a despreciar nuestro tiempo, como también lamenta? –Cuando nos empezó a importar estar arriba y queríamos llegar lo antes posible, queríamos dejar el furgón de cola y nos perdimos por el camino. A veces no nos damos cuenta de que es mejor el camino que el tesoro que hay al final del mismo y yo es algo que aprendí hace años, que hay que disfrutar del momento.

– ¿Cree de verdad que para superar la crisis es necesaria la pasión? –Absolutamente, hay que estar feliz para dar un concierto, una entrevista o hacer un huevo frito.

–Mucha gente le diría que la pasión no da de comer...

–No les da de comer de entrada, porque si haces las cosas o si trabajas sin pasión al final no llegas a nada. Pero cada uno sobre esto tendrá su verdad.

–¿Cómo está viviendo las revueltas del Norte de África, con esperanza o con prudencia?

–La esperanza es para ellos, porque me gustaría que nos mantuviéramos al margen y ellos decidan sobre su mundo como quieran. Si fuéramos honestos, Gadafi tenía que estar en la cárcel desde hace años, pero había que preocuparse primero por el petróleo y los intereses de Occidente antes de actuar. –Cuénteme eso de que daban palmas en los salones para decidir en qué casa marroquí se grababa el disco...

–(Risas) Hice un par de viajes para alquilar una casa que nos sirviera de estudio y los dueños pensaban que estaba loco, porque llegaba, hacía clac clac en el salón y le decía a mi mujer: ´vámonos, que no vale´ y no entendían nada. Al final encontramos la casa gracias a esas palmas que me decían si teníamos la sonoridad que yo quería.

–¿Y qué hay de las letras?

–Había que encontrar cosas que nos unieran. Hay temas sobre la emigración, también por nuestra parte porque empezamos a estar parejos, y sobre la religión, que se supone que es tan distinta a la nuestra y, en el fondo, son tan iguales.

–¿Cuál es su religión?

–La vida, la pasión, el no aburrirme y disfrutar. Me he dado cuenta de que el tiempo es lo que siempre tenemos, con mejor o peor salud, con más o menos dinero, pero es lo que hay que aprovechar.

–Argán es un árbol, ¿por qué este título?

–La idea fue de Iván Garriga, director del documental que acompaña al disco, pero además tiene similitudes con mi carácter. Se muere fuera de su área y sólo suelta su fruto, que sólo se puede coger cuando cae al suelo, cuando él ´considera´ que está a punto.

–¿Usted también tiene un área o ha descubierto que el mundo es muy grande?

–El mundo es muy grande, pero yo sé que siempre viviré cerca del Mediterráneo, sea donde sea, estaré cerca de este mar hasta que me muera.