El Gobierno local se fija un plazo máximo de 25 días para concluir el proceso de realojo de las quince familias que aún residen en el poblado chabolista de Penamoa y que en la actualidad participan en el plan para su adaptación a la vida en una vivienda, que según el Concello ha proporcionado un piso ya a medio centenar de familias y a unas 170 personas.

La concejal de Servicios Sociales, Silvia Longueira, efectuó ayer este anuncio durante el derribo de tres chabolas en el asentamiento marginal, donde ya se han demolido 114 y en el que aún permanecen otras 20 familias que se resisten a abandonarlo y que han rechazado participar en el programa municipal de integración, por lo que no recibirán ayudas del Ayuntamiento ni de la Xunta.

Longueira aseguró que este grupo de pobladores han recibido ya la notificación de que deben abandonar la zona y que ahora corresponde a la Justicia y a la policía adoptar las medidas necesarias, por lo que desconoce cuándo se tomarán. "Cuanto antes se vayan será mucho mejor", afirmó la responsable de Servicios Sociales, quien detalló que algunas de las personas no adheridas al plan del Ayuntamiento ya abandonaron el lugar o han manifestado su intención de hacerlo.

Las tres chabolas derribadas ayer forman parte de las 114 abatidas por el Concello en los últimos meses y pertenecían a otras tantas familias que ya han sido realojadas y que momentos antes de la demolición aún recogían allí algunas de sus pertenencias. La zona en la que se encontraban es la conocida como Casas Blancas, habitada por quienes en su momento residieron en A Cubela y que fueron desplazados de allí para hacer posible la construcción de El Corte Inglés.

El Ayuntamiento explicó que en la zona más próxima a O Ventorrillo tan sólo quedan tres chabolas, una de las cuales será derribada probablemente la próxima semana. En Casas Blancas queda aún un pequeño núcleo de barracas, mientras que en el espacio situado entre ambos asentamientos es donde se concentran los chabolistas que se resisten a marcharse del poblado, en el que se asegura que se ha liberado de construcciones el 60% de la superficie antes ocupada por ellas.

La intención del Gobierno local es mantener el ritmo de demolición de tres chabolas a la semana hasta finales de este mes, con lo que se eliminarían las infraviviendas ya desocupadas o que lo serán en las próximas semanas. Una vez concluida esta labor tan sólo permanecerían en Penamoa las barracas de las familias que se negaron a aceptar la oferta municipal de realojo.

Algunos de estos habitantes del poblado manifestaron ayer mismo que el Ayuntamiento nunca se puso en contacto con ellos, aunque Longueira aseguró que los técnicos de Servicios Sociales hablaron un mínimo de tres veces con cada una de las familias. "Ellos tendrán que saber cómo van a salir de aquí y si su economía les permite hacerlo. Si no, tendrán que salir por otra vía que no está en manos del Concello", aclaró la concejal.

"A veces la comunicación con otras culturas tiene una cierta dificultad", declaró Longueira acerca de la disparidad entre las opiniones de estos chabolistas y las suyas, aunque destacó el respeto que tanto ella como el equipo de su concejalía afirman tener por las costumbres gitanas. La edil explicó que quienes decidieron no aceptar el proceso de integración ni siquiera comunicaron su decisión al Ayuntamiento y descartó que el problema de estas familias sea que se dedican a la recogida de chatarra, puesto que otras personas que practicaban este mismo trabajo ya han sido realojadas.

Frente a los rumores que indican que algunos de los antiguos chabolistas han regresado al poblado por no poder hacer frente al pago de los pisos a los que fueron trasladados, Longueira desmintió este aspecto y señaló que quienes fueron residentes visitan de forma habitual Penamoa para encontrarse con parientes, pero que su presencia en el lugar está controlada. En cuanto a sus posibles dificultades, la edil manifestó: "Si tienen problemas es como todo el mundo, fueron realojados con unas condiciones económicas a las que pudieran hacer frente". Longueira admitió que la venta de drogas persiste en el poblado, pero que los informes de los colectivos que trabajan con drogodependientes revelan un aumento de la demanda de sus servicios ante el descenso del tráfico en Penamoa.