El BNG lidera la izquierda coruñesa

La votación del domingo recupera una mayoría progresista en la ciudad, si bien con victoria del PP, con los nacionalistas en una posición de dominio que no consiguen en otros comicios

Francisco Jorquera e Inés Rey se saludan antes de un pleno del año pasado.   | // CARLOS PARDELLAS

Francisco Jorquera e Inés Rey se saludan antes de un pleno del año pasado. | // CARLOS PARDELLAS / Enrique Carballo

Aunque el PP fue la fuerza más votada en la ciudad en las elecciones del domingo, las fuerzas de izquierdas consiguieron, agrupadas, una mayoría de votos en la ciudad, al contrario que en los comicios autonómicos de 2020. En A Coruña, las mayorías progresistas son habituales, pero no siempre con el mismo liderazgo. Los socialistas consiguieron más sufragios para el Gobierno local y el central en los comicios de 2023, y en el Ayuntamiento tienen once concejales que gobiernan en solitario, apoyados, eso sí, por los cuatro ediles del BNG como socios preferentes. El domingo, el BNG reforzó la primacía que ya había conseguido en las autonómicas de 2020 y ganó 15.000 votos mientras el PSOE perdía unos 1.700. Más del doble de coruñeses apoyaron al Bloque que a los socialistas, pero las dos fuerzas no han logrado sustituir al Gobierno popular de la Xunta por una alianza progresista. Aunque estos resultados nada tienen que ver con la correlación de fuerzas en el pleno de A Coruña, sí abre la puerta a un cambio en la relación municipal entre un PSOE que gobierna en solitario y un BNG que se considera “reforzado”.

El año pasado, los nacionalistas invistieron a la alcaldesa socialista, Inés Rey, para evitar que gobernasen los populares como fuerza más votada y a cambio de que esta firmase una serie de compromisos para el mandato. Pero no entraron en el Gobierno local. Esta decisión tiene que ponerse en contexto de otras alianzas electorales (en Santiago, por ejemplo, los socialistas facilitaron la Alcaldía al BNG) y que el año pasado los partidos tenían las miras puestas en un pacto de no agresión para llegar a la Xunta. Los enfrentamientos que diesen sensación de que eran incapaces de ponerse de acuerdo no convenían a unos ni a otros, ansiosos por desprenderse de la imagen de desunión del bipartito de 2005-2009.

Socialistas y BNG han remado juntos en el Ayuntamiento en estos nuevos meses de mandato, en una alianza que excluye al PP de las decisiones que se toman en María Pita. Pactaron y aprobaron presupuestos municipales para este año, y, aunque ha habido enfrentamientos verbales en el pleno, sobre todo con críticas del Bloque al Gobierno local, la relación ha sido relativamente cordial. No es que no haya motivos de conflicto (el BNG, por ejemplo, se opone a nuevos desarrollos urbanísticos, mientras que el Gobierno local tiende a facilitarlos), pero estos han permanecido en segundo plano.

El portavoz municipal del BNG, Francisco Jorquera, señalaba ayer que en las elecciones del domingo “la ciudadanía reforzó la posición del BNG también en el Concello”, aunque afirmó que su estrategia seguirá dentro de los mismos cauces. “Somos la fuerza decisiva”, valoró, pues permiten al PSOE conseguir mayorías en el pleno, y reivindicó que ejercen “oposición con firmeza pero con disposición” a realizar acuerdos con el Ejecutivo de Inés Rey cuando estos sean “positivos” para los vecinos.

En su primer mandato de Inés Rey este era el papel de Marea Atlántica, pero con una diferencia crucial. El grupo, y las fuerzas que respaldó en las autonómicas, irrumpieron con fuerza en el panorama político a mediados de la década pasada y fueron cayendo año a año. Marea sacó en 2015 diez ediles, tantos como el PP, y consiguió la Alcaldía en su primera cita en las urnas, pero en 2019 bajó a seis representantes (que acabaron siendo cuatro por defecciones de Podemos y una edil independiente), y el año pasado quedó sin representación. En las autonómicas de 2016, En Marea fue la segunda fuerza más votada en la ciudad y Galicia, y cuatro años después las mareas quedaban sin escaño.

En cambio, el BNG está en sus mejores resultados históricos, superando las marcas de Xosé Manuel Beiras en los 90 y desbancando al PSdeG como principal fuerza de izquierdas gallega. Es una resurrección reciente, tras una travesía por el desierto. En las municipales de 2015 los nacionalistas consiguieron menos del 3% de los votos, quedando con solo un edil, y en las generales del año siguiente, aunque es una convocatoria en la que suelen ser más débiles, un 2,2%. En las autonómicas, que son en cambio su fortaleza, un magro 6,67%, unas 8.300 papeletas. Los socialistas se hicieron con casi un cuarto de los sufragios, cerca de 29.800.

Pero en las elecciones de 2020 los nacionalistas saltaron a cerca de 27.700 votos. La mayoría, probablemente, vinieron de votantes que habían ido a las mareas, pero posiblemente algunos también llegaron del PSOE, que perdió más de 9.500 apoyos. Cuatro años más tarde, el Bloque ha demostrado que no había alcanzado su techo y ha conseguido el respaldo de otros 15.000 coruñeses, y el PSOE ha perdido el de unos 1.700.

Jorquera, que destacaba ayer que su fuerza fue la única que creció en porcentaje de voto, con casi nueve puntos y consiguió su “mejor resultado histórico con diferencia”, recordaba que los resultados de las autonómicas no son directamente trasladables a las locales, y que en los tres años que quedan hasta las próximas locales “pueden pasar muchas cosas”. Pero “es evidente que el BNG sale muy reforzado” y cuenta con “llegar con mejores condiciones como alternativa de Gobierno” local a la próxima cita municipal.

“Autocrítica” del PSOE

Inés Rey, que tuvo un papel menos destacado en la campaña que otras figuras municipales de su partido —Abel Caballero llegó a salir en los carteles electorales con Besteiro e internamente fue comentada la ausencia de la regidora en la manifestación por la sanidad pública—, afirmaba ayer que el del domingo “un resultado malo, sin paliativos” para su partido. La agrupación local admitió que “no es el resultado que nos gustaría”. El portavoz municipal y secretario de organización del PSdeG, José Manuel Lage, señaló que “toca hacer autocrítica tras unos muy malos resultados”, mientras que el edil socialista Gonzalo Castro, tras valorar positivamente que la ciudad haya votado “en clave progresista”, admitió que debe haber una “reflexión colectiva” en su partido, tanto en la directiva como en la militancia.

Más feliz ha sido la resaca electoral para el portavoz municipal, Miguel Lorenzo, que afirmó que los resultados deben “llevar al Gobierno municipal a hacer una reflexión, porque los coruñeses les han mandado un mensaje claro de que no aprueban sus políticas”. Esta lectura pasa por alto que los socialistas coruñeses bajaron menos en las autonómicas de este año que en el conjunto de Galicia, y que la victoria entre las fuerzas progresistas del BNG en las elecciones de 2020 no impidió que Rey fuese la más votada entre las izquierdas en 2023.

Su partido es el que permanece menos afectado por las elecciones: seguirá siendo la principal fuerza de la oposición, pero sin que el PSOE negocie con ella, excepto en el caso, no muy probable, de un total desacuerdo con el Bloque. Mantiene el control de la Xunta y de las instituciones que dependen de ella, lo que condiciona cómo estas se relacionan estas con el Gobierno local socialista a la hora de negociar proyectos conjuntos y la postura del grupo municipal cuando ambos choquen.

Sí que puede decirse que Rueda ha pasado la prueba de fuego en Galicia y en A Coruña que suponía sustituir a Feijóo. Su grupo ha perdido un punto y medio de porcentaje de voto con respecto a 2020, pero sobre todo por la mayor participación progresista: ganaron más de 5.000 votos, y 3.500 con respecto a los comicios de 2016. Lorenzo recordó que fueron la fuerza más votada también en las locales y generales.

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