Abel todavía no tiene muy claro cómo plantar cebollas de forma eficaz en su huerta de Saumede, la aldea abandonada que trata de recuperar y en la que vive desde hace meses con su familia y tres compañeros. Los habitantes del pequeño pueblo del concello ourensano de A Bola pretenden dar una nueva vida a esta localidad, abandonada hace 30 años, a partir de una filosofía que combina el autoconsumo y el desarrollo de actividades artísticas y educativas.

Las edades del grupo que ha poblado Saumede van de los 25 a los 30 años. Su objetivo: recuperar la vida de sus abuelos. Abel cree que "esta es la buena dirección". Para ello cuentan con el apoyo de la alcaldesa de A Bola, María Teresa Barge (BNG), quien les facilitó las gestiones para el alquiler de la casa donde residen, la única en condiciones de las nueve que componen el núcleo.

El objetivo de los jóvenes habitantes de la aldea consiste en "revitalizar la zona gracias a la cultura". Uno de los pilares de la rehabilitación de la localidad ourensana lo constituye el Festival Al Compaz Saumede. Durante la segunda quincena de julio, el silencio que hasta hace pocos meses poblaba las viejas casonas de piedra dejará paso al bullicio de la música, el teatro, el vídeo, el circo, la magia, los grafitis, la poesía y las conferencias relacionadas. También tendrán su espacio la pintura y la fotografía en un evento que los habitantes de Saumede pretenden abrir a un público interesado en la educación para la salud y para el consumo responsable.

La nueva alma de Saumede la componen el vigués Abel, profesor de Educación Física y monitor de tiempo libre, su compañera Sara, originaria de León y maestra de Educación Especial, y Naia, la hija de ambos, de poco más de 15 meses. También los franceses Boris, Adrien y Alex, que actualmente viven en la aldea, y Mateo y Simón, que pasan grandes temporadas en Saumede. Entre ellos se encuentran licenciados en Bellas Artes, en Ciencias Políticas o Derecho.

Otras personas acuden regularmente al pueblo aunque no sea su residencia habitual. Todos tienen la posibilidad de establecerse. Es el caso de Miguel, un coruñés que, tras varias experiencias en Saumede, ha decidido incorporarse al colectivo permanente.

Una de las dificultades con las que se encuentran los nuevos pobladores es su condición de neorurales. Abel reconoce que no disponen "de útiles ni de experiencia", pero que poco a poco, y con la ayuda de los vecinos de pueblos próximos, la mayoría de avanzada edad, van saliendo adelante.

Los nuevos saumedianos suponen una bocanada de aire fresco en la maltrecha demografía del interior de la provincia de Ourense. Los vecinos de A Terra de Celanova, donde se enclava A Bola, se sorprenden de que un grupo de veinteañeros vuelva a una zona donde la mayoría de la población de su edad debe emigrar para buscarse una vida que cumpla los estándares de consumo y de nivel de ingresos. Abel resume la situación: "Nos dicen que estamos locos por venir aquí, pero nosotros les respondemos que más locos están ellos que llevan toda la vida en estos pueblos".

En los próximos meses el objetivo del colectivo es rehabilitar tres casas para ampliar el número de dormitorios y hacer viable un auditorio. La principal dificultad a la que se enfrentan es común a todos los procesos de recuperación de aldeas abandonadas, la dispersión de los propietarios. "Se trata de casas en las que hace 30 años que no vive nadie, pero están en manos de 21 propietarios con varios herederos", afirma Abel. Aunque parte de su ideario pueda tener relación con el movimiento okupa o punk, el camino elegido por el colectivo de Saumede se basa en observar la más estricta legalidad, por lo que no pueden trabajar otras casas hasta que no tengan el permiso de sus propietarios.

"La sociedad tiene muchas cosas positivas que hay que aprovechar, pero aquí se busca mantenerse al margen del mundo del consumismo", asegura Abel. Los habitantes de Saumede no reniegan de sus vidas anteriores, ni de los ingresos que puedan suponerles. Los ciudadanos franceses continúan recibiendo sus ingresos por becas al cursar el doctorado, o por ventas de obras de arte mediante un sistema de retribución del Estado francés. Abel trabaja en el concello de A Bola desarrollando actividades de tiempo libre.

La experiencia en Saumede no tiene fecha límite. Abel asegura que la exaldea abandonada es y seguirá siendo su hogar. Al menos hasta que Naia crezca y pida "ir a la ciudad para comprarse una videoconsola", algo que confía en que "no suceda nunca".