El arma del delito es una prueba fundamental para esclarecer lo ocurrido y dar con el autor. Un cuchillo o una pistola en un atraco o un asesinato son claves para resolver el caso. Pero en el monte, la cerilla no deja rastro. En los incendios, las llamas hacen desaparecer cualquier indicio que pueda probar la implicación de un sospechoso. El hecho de que la investigación en este tipo de delitos no aporte pruebas concluyentes y la falta de testigos impiden llevar a juicio a dos de cada tres incendiarios detenidos en Galicia.

Solo en lo que va de año, la cifra de arrestados por prender fuego al monte en la comunidad se eleva a 76 (44 por parte de la Policía Autonómica y 32, de la Guardia Civil). La práctica totalidad de las detenciones realizadas fueron por negligencias o escapes de quemas. Entre los últimos detenidos hay dos vecinos de Culleredo y Teo, ambos por el lanzamiento imprudente de bombas de palenque.

De los incendiarios sentados en el banquillo en los últimos años en Galicia, la práctica totalidad de las sentencias condenatorias se resolvieron con el pago de una multa. El número de los detenidos que acaba en prisión es mínimo, bien porque los condenados carecen de antecedentes o porque la pena impuesta es inferior a dos años. En casos también puntuales, los condenados ingresan en un psiquiátrico por padecer algún trastorno mental, comportamiento antisocial o dependencia de las drogas y el alcohol.

Con la excepción de los incendios por imprudencias que resultan sencillos y se resuelven con un juicio rápido, en los asuntos más complejos donde hay que ofrecer acciones a los perjudicados la resolución puede demorarse de dos a cuatro años. Incluso hay casos que la celebración del juicio se produce más de una década después de haber sido cometido el incendio.