Presenció la construcción del puente de O Pedrido "piedra a piedra" y desde su atalaya de Fontán ha sido testigo de la transformación de esta villa marinera. "Antes el mar llegaba hasta el hotel", recuerda. Luis Valdivieso acaba de soplar las velas de sus cien años. Lo ha hecho arropado por su familia y en su casa de veraneo, enclavada en el corazón de Fontán y con unas impresionantes vistas de la costa.

Este médico militar retirado, natural del pequeño pueblo castellano de Villabrágima, celebró su siglo de vida en compañía de sus hijos, sus 12 nietos y 7 biznietos. Pese a su avanzada edad, conserva intacta la memoria. Recuerda a la perfección el día en que recaló en este barrio marinero con su mujer, Juana Varela, de padres sadenses. Y cómo pronto se quedó prendado de este núcleo, de calles empinadas y sinuosas.

Luis fue el primero en surcar las olas con un barco de fibra, el Tallito. "Ahora ya no hay más que plástico en el mar". No como en los años de robalizas, sardinas, calamares, jibias, lenguados, salmonetes... "Mucho ha cambiado esto". Y no solo en la costa, apostilla. Este abuelo centenario sonríe al recordar los años en que la movida giraba en torno a La Terraza. "No se ha hundido de milagro con la cantidad de bailongos que había", bromea. Este emblemático edificio de hierro madera y cristal reunía a cientos de vecinos de As Mariñas que, "a las once, salían pitando para coger el tranvía para ir a A Coruña".

Da lástima, dice, ver como los años abren desconchados cada vez más grandes en el vainilla del quiosco modernista, para algunos, la postal más representativa de Sada. "Deberían darle una mano de pintura de vez en cuando", advierte.

No es el único patrimonio sadense que demanda más protección. Luis Valdivieso, su hija Maribel y su nieta Isabel Risco luchan desde hace años por defender la esencia de este núcleo marinero. Recientemente esta familia organizó una fiesta reivindicativa en el castillo de Fontán, amenazado ahora por el trazado de la vía ártabra.