Prohibido jugar a la pelota; prohibido aparcar; entrada prohibida a personas ajenas a la empresa; precaución, zona de voladuras; peligro, caída a distinto nivel... Carteles y señales se suceden por toda la pequeña urbanización de quince bloques de viviendas que se conoce como Quinto Pino, en la parroquia arteixana de Pastoriza. Los cuatro frentes de este núcleo están en obra y los vecinos, desde las nueve de la mañana hasta última hora de la noche, viven entre temblores, explosiones de voladuras, ruido del tráfico y el aturdidor sonido del martillo hidráulico de las excavadoras rompiendo montañas de rocas. Sorprendentemente, los residentes soportan esta tortura acústica con resignación y mansedumbre.

"Es una pasada. Están todo el día bumbún, bumbún, y cuando llego a casa me duele la cabeza. Y te vibran todas la paredes cuando está trabajando la excavadora, pero qué vas a hacer", afirma la trabajadora de una empresa situada en el Quinto Pino. "Ahora ya no hay barrenos grandes como los que echaron ahí atrás. Hay que esperar a que terminen las obras, no hay otra", asegura un arteixán con vistas al talud de la autopista.

El frente de la urbanización está delante de la carretera AC-552, de importante densidad de tráfico, pero justo un poco más adelante está la autopista AG-55 y en lo alto del talud las excavadoras trabajan sin pausa para demoler media montaña de roca porque por allí pasará uno de los viales de acceso al puerto exterior de punta Langosteira.

En lateral izquierdo de estas viviendas está el parque infantil, que de impresionantes vistas a un valle (si se hace la vista gorda de una cantera y las chimeneas de la refinería) ha pasado a mirador de los distintos tramos elevados del acceso rodado a Langosteira.

En la parte trasera de las casas se realizaron "mini voladuras", según los residentes, y ahora las excavadoras están haciendo el resto del trabajo para romper las rocas con el martillo hidráulico, al igual que en el lateral derecho. En este caso, las obras se ejecutan casi a pie del portal.

"Aguantarse"

"Vinieron al principio a sacar fotos a todas las casas, supongo que después volverán, para ver si se producen grietas. Yo ya tengo una grieta de hace años, cuando hubo una explosión en la cantera y me cayó una piedra en el trastero. Ahora ya no voy ni a verlo, sé que va aumentando. Sí, hay ruido y vibración, pero hay que aguantar, es el progreso, no vas a ganar nada con protestar, ¿quién te va a hacer caso?", señalaba una vecina del número 45A de esta urbanización, que tiene la excavadora y los camiones justo debajo si se asoma a la ventana.

"Pusieron un cartel y no dejan jugar a los niños a la pelota en la calle, como hacían antes. Hay que esperar a que terminen las obras. ¿Los demás qué te han dicho? ¿Se quejan? Yo me quejé dos veces a los de las obras y un vecino vino a llamarme la atención, que él no oía ningún ruido ni nada", señala otra residente de un inmueble al final de la calle Victoria de los Ángeles de este núcleo del Quinto Pino.