Al encender la estufa para calentar las hojas de tabaco se registró una gran explosión en la bodega, el exalcalde de Sada Ramón Rodríguez Ares salió despedido contra la pared por la onda expansiva y quedó aturdido varios minutos. Sufrió heridas de segundo grado en la cara y en las manos que requirieron dos días de hospitalización en la unidad de quemados del Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña. "Tuve que estar con la cara y la cabeza vendada, parecía una momia", cuenta Rodríguez Ares, quien ha mostrado un gran sentido del humor con su propio accidente, aunque es muy consciente de que le pudo costar la vida.

"Tuve mucha, muchísima suerte, podía haber muerto. Hace años que elaboro tabaco de forma artesanal y guardo las hojas en una bodega y les pongo la estufa de noche para que se conserven a veinte grados. Sin darme cuenta dejé abierta la espita del gas y luego salí, estuve un poco por la huerta y luego volví a entrar. La suerte fue que cerré la espita, creyendo que la abría y al poner fuego a la estufa el gas que se había acumulado en la habitación explosionó. Como hay una rejilla en la parte de abajo de la puerta, parte del gas salió, no estaba toda la habitación llena; si no, vuelo yo con toda la bodega", explica Ares.

El grave accidente ocurrió hace unas semanas pero el exregidor y concejal del Partido Demócrata Sada Popular apenas salió de casa hasta ahora para recuperarse de sus heridas.

"Me quemé la frente, el pelo, las manos. La mano izquierda la tengo casi bien, la derecha la llevo con un guante porque está muy sensible. Yo digo que ando de guante blanco. Y tengo que echarme protección 50 y una crema hidratante dos veces al día". Rodríguez Ares es un hombre afortunado y con una gran capacidad de reírse de sí mismo: hace continuos chistes con su accidente, aunque solo él sabe el dolor que ha pasado.

"Lo malo de esto han sido las curas, porque como se me arrancó la piel de la cara y las manos, tienen que pasarte una esponja que raspa, y eso fue una tortura. Ya se lo dije al médico, que la institución de la tortura se había abolido en la época de Carlos III y sin embargo en el hospital aún seguía vigente, y se rió. Pero bueno, me quedó perfecto, apenas se nota nada", relata este político incombustible y asombrosamente polifacético.

Ares dedica parte del día a la política y unas tres horas de la tarde a su huerta donde cultiva tomates, repollos, cebollas o pimientos. También desde hace años fabrica tabaco, con semillas traídas de cuba, y elabora con sus propias manos unos cien puros, de sabor fuerte, que este amante de los habanos denomina los Monchos de Sada.