Es uno de los barrios más singulares de Betanzos. De pasado lazareto, fue refugio de enfermos de lepra, con su capilla y sus casetas a lo largo del campo real y su leprosería. La instalación en el siglo XVIII de la fábrica de curtidos dio una segunda vida a este rincón extramuros que guarda también el doloroso recuerdo del campo de concentración que se instaló en la antigua tenería y del que han dado testimonio, entre otros, Vicente Ferrer.

Los residentes en A Magdalena atesoran su historia y combaten el deterioro de su barrio golpe de tradición. Este conjunto de arquitectura industrial y popular acogió ayer el Lunes de Pascua , la primera de las fiestas populares que se celebran anualmente en la ciudad brigantina. Los festejos fueron rescatados del olvido por la asociación vecinal. Es un día para comer cacahuetes, higos, pasas y el tradicional bolo y brindar con vino dulce. Y, sobre todo, para hacer comunidad y reivindicar el barrio.

Al mediodía, A Magdalena era todo animación. Tras la misa, como siempre, el baile. Y en corros, intercambio de antiguos dichos para presumir de este rincón extramuros. Los vecinos reivindican desde hace años un reconocimiento que se hace de rogar. Y que pasa por recuperar los bienes patrimoniales que atesora el barrio. La asociación solicitó por escrito que se iniciasen los trámites para declarar Bien de Interés Cultural las ruinas de la antigua fábrica de curtidos, de las que solo puede verse actualmente la singular chimenea; la antigua fábrica de la luz, que ha perdido ya buena parte de la cubierta y la fuente de A Cangrexeira. Sus peticiones han tenido escaso eco en la Administración, que tampoco ha atendido su petición de un local vecinal en el antiguo edificio de sindicatos, cerrado desde hace años y blanco habitual de actos vandálicos.