"Desayuno bizcocho y vino Sansón y estoy en la gracia de Dios. Y para cenar, también. Antes tomaba descafeinado pero me cansé". Este puede que sea el secreto de la longevidad de Josefa Portela Pereiro, Pepita, que con 104 años es la persona de más edad del municipio. El que la visite se puede quedar anonadado al verla enhebrar una aguja, -"pero me cuesta mucho"-, y ponerse a coser. "Le estoy metiendo en la cintura a la falda porque me queda floja", explica esta cálida, vivaz y dulce mujer que a pesar de ser más que centenaria se viste y asea sola, y sube y baja todos los días los trece escalones entre su habitación y la planta baja en su vivienda en Dexo, donde vive con una de sus dos hijas, Pitusa.

"No le duele nada. Toma solo tres pastillas, para la tensión y así, tomo yo el doble que ella", cuenta Pitusa. "Tuve muchas enfermedades pero salí bien de todas. Me operé dos veces y el médico, que era muy joven, murió hace tiempo. Todos los médicos y enfermeras me querían mucho", afirma esta centenaria, muy apreciada precisamente por ser una persona muy cariñosa.

"Cuando cumplió los 100 el comedor de casa estaba a tope de flores. Le vino un cantor de O Carballiño, viene todos los años, y también, desde que cumplió los cien, le viene a cantar el grupo de A Marola", explica Pitusa. "El hombre de Ourense canta muy bien. Me dice de broma que soy su novia y yo le digo que es mi novio", relata mientras se ríe. No solo le vienen a cantar a su casa sino que le traen regalos.

"Estos días vinieron tantas visitas y todos con filloas... tengo amistades por Santa Cruz, Lorbé, Breixo...Yo les dije, ¿y cómo os voy a pagar esto? Y me dijeron ya lo tienes pagado por lo cariñosa y amable que eres", dice Pepita, quien añade: "Nunca hice mal a nadie y nunca me enfadé con nadie". Puede que la bondad sea también uno de los secretos de su longevidad. Entre las visitas que ha recibido estos días, el concejal de Servizos Sociais, Nacho Crespo, con el que estuvo charlando una mañana de la pasada semana.

Pepita, que se quedó viuda hace 29 años, tiene cuatro nietos y dos bisnietos (y es madrina de dos, Silvia y Sandra). Nació el 6 de julio de 1913 ("pero me pusieron el 12"), bajo el reinado de Alfonso XIII y en el año en el que en Inglaterra Emily Davidson y Sylvia Pankhurst estaban en plena lucha por el voto de la mujer, el movimiento sufragista. En Oleiros Pepita aprendió "de costurera" con su hermana y las dos iban "de casa en casa, con la máquina encima de la cabeza".

"Después de la Guerra tuve que dejar de trabajar para ayudar a la familia en casa, atender a mamá y al ganado, había que trabajar mucho. Pero siempre me gustó coser", explica. Fueron ocho hermanos y todos murieron con más de noventa, y uno de ellos llegó a cumplir los 100. Su madre murió con 99.

"Me levanto sobre las diez y media y me acuesto sobre las nueve. No tengo dientes de abajo y no puedo comer de todo pero tampoco quiero comida de esa pasada por batidora, quiero ver la forma de la comida. Me gusta la carne asada y el bacalao. Bebo un vaso de vino a la comida, que me dijo el médico, y por la tarde tomo unos chupitos de Sansón. El frío se aguanta mejor. Me falta fuerza en las piernas y no camino demasiado. Veo un poco la tele, pero no me gustan esos programas donde están todos gritando y hablando mal unos de los otros... ¿qué les importará? Leo el periódico, todas las esquelas, y también revistas", indica. "La Pronto, que no le falte", apunta con una sonrisa su hija Pitusa.

Toda su familia nació donde vive, entre Mera y Lorbé, pero Pepita también es una mujer que ha viajado mucho. "Estuvimos cuatro años en Argentina porque papá estaba embarcado y tenía la base allí", señala Pitusa. "También fue a Suiza a visitarme porque yo trabajé allí muchos años y tengo allí a mi hija, y fuimos a la boda", añade.

Pepita también cruzó el charco. "Estuve dos veces en Nueva York, porque allí emigraron mis hermanos Antonio, Emilio, Manolo y Cristina. Nueva York me gustó pero no saber el idioma... Para vivir prefiero esto, allí no hay parranda, van a un bar, beben y se marchan, no hablan. Allí hace mucho frío en invierno, querían ponerme pantalón. Jamás me he puesto un pantalón, nunca, salvo de soltera, que me vestía de choqueiro. Tampoco me he puesto nunca un pijama, uso camisón", narra esta encantadora centenaria, que recuerda con felicidad los momentos en que se juntaba toda la familia, cuando venían sus hermanos de Estados Unidos, de visita. Tienen mucha familia en la emigración, en Suiza y Nueva York.

-¿Qué le parece ser la persona de más edad, la abuela de Oleiros?

-Estoy contenta, es una alegría. Estaré hasta que Dios quiera. Y gracias a mi hija, que me cuida muy bien.