-¿La crisis obliga a mirar de nuevo a los compañeros de oficio?

-Es evidente, puesto que la característica fundamental de la arquitectura popular es su racionalidad. Después de un tiempo de grandes frivolidades en el que la arquitectura se convirtió en una especie de juego de artificio, y cuando el paro de la profesión es absoluto, ha llegado el momento de que los arquitectos pensemos en nuestros errores, y esta exposición invita a reflexionar sobre en qué nos equivocamos.

-¿En qué se equivocaron?

-Primordialmente, en definir qué es una arquitectura: una construcción que debe servir a un fin determinado. La arquitectura no es mera forma sino el resultado de un proceso en el que se tiene en cuenta la funcionalidad, el espacio, la luz, la estructura, la construcción... Además, en estos tiempos, la arquitectura debe ser bioclimática, austera y para los sentidos, no solo para la vista, de modo que podamos sentir los espacios con el oído, el tacto, el olfato...

-De la Sota decía que la arquitectura es intelectual o popular y que el resto es negocio.

-Es completamente cierto. Hubo gente que hizo durante todo este tiempo magníficas arquitecturas y otra que hizo frivolidades sin excusa alguna; el resto hizo negocio. ¿Y además qué queda? Queda la enseñanza de la racionalidad de la arquitectura popular.

-Racionalidad es sencillez, armonía... Lo más difícil, vaya.

-Eso quiere decir cultura, sensibilidad, y eso es lo más difícil, evidentemente. Y, además, da mucho menos dinero y menos fama, por eso a muchos no les interesa.

-Parece que arquitectura y vanidad van unidas.

-El mundo de la arquitectura es como un tsunami de vanidad, una cosa terrible. Terrible.

-¿Los tiempos obligan a un ejercicio de humildad?

-Por eso digo que es un gran momento para reflexionar y pensar en una arquitectura que ahorre energía y materiales y que cumpla todas las características para que sus destinatarios se sientan felices. Una chica que me pidió que le hiciera una casa muy pequeña y de poco presupuesto me escribió para decirme que se sentía feliz en ella. Fue un placer. Para un arquitecto lo importante no es que una casa salga en una revista, sino que los destinatarios de sus proyectos se sientan felices en el espacio que creamos para ellos.

-¿Ha cambiado la forma de impartir la arquitectura?

-Hay profesores que intentamos enfocarla de otra manera pero la mayoría sigue enfocándola de una forma que no responde al momento que estamos viviendo.

-¿Los forman para emigrar a los países brics?

-Lo peor de todo es que creo que ni se piensa en eso, se sigue la mecánica y los arquitectos no enseñan a sus alumnos una nueva actitud ante la arquitectura.

-¿Tiene fe en las futuras promociones de arquitectos?

-Saldrán nuevas propuestas para una nueva sociedad más justa y racional. Yo ya no lo veré pero espero que un día surja una alternativa que dé lugar a otra arquitectura. Estoy seguro de que en el futuro los nuevos planteamientos vendrán de Japón, de Australia, de Latianoamérica, y siempre habrá un arquitecto que recoja esas reflexiones para hacer en su lugar una nueva arquitectura.

-¿Habría que enseñar a mirar, respetar y mimar?

-En Galicia hay el proyecto Terra, que no hay en otro sitio, es totalmente innovador. Está dirigido a integrar el mundo de la arquitectura en la enseñanza media y primaria. Y se lleva a los alumnos de viaje para enseñarles la tradición arquitectónica de Galicia y la gran arquitectura del último siglo, y cómo actuar sobre el territorio para que nuestro medio sea distinto del que construimos en los últimos 80 años. En 2010 tuvo el Premio Nacional de Urbanismo. Es una experiencia que deberían copiar otros sitios.

-Habrá que ver sus frutos.

-El ensayista William Morris decía a finales del siglo XIX que arquitectura es toda aquella modificación que el hombre hace sobre la corteza terrestre para conseguir unas condiciones de vida mejores. Mientras los ciudadanos no asuman que arquitectura es el espacio vital y que hay que cuidar la calle, una parada de autobús o un centro cultural, no habrá una solución para la arquitectura.

-Edificios de valor que acaban deformados o se derriban.

-Porque la arquitectura sigue sin considerarse como algo importante para nuestra cultura.

-Se ha paralizado la Ciudad de la Cultura, ¿es lo mejor?

-Sí. No podemos seguir gastando un disparate de dinero en terminarla. Aún no se sabe para qué sirve y cómo va a mantenerse. Es un disparate de la altura de la Ciudad de las Ciencias de Valencia. La ética es cultura y quien tomó la decisión de hacer estos edificios es gente completamente ajena a la cultura y a la ética.

-Es autor de Arquitectura popular en Galicia, todo un clásico, y ahora, de este libro. Siempre le interesó ese tema.

-Desde que llegué de Madrid en 1973, tras ser expedientado en la Universidad, me dediqué a recorrer Galicia para conocer su arquitectura popular para ver cuál sería mi camino dentro de la arquitectura. Y de ahí salió todo. Viajé por el mundo para conocer las soluciones que en cada lugar habían dado nuestros compañeros de oficio.