Fundido a negro en Los Rosales

"Si la gente que vino esta semana viniera siempre, el cine no cerraría", dice una de las trabajadoras de los cines Yelmo de Los Rosales, que viven su última jornada

Mauro Lago tiene solo tres años. Este jueves fue su primera vez en el cine. Miraba a su alrededor sin saber exactamente dónde estaba y qué iba a pasar. Le acompañaron sus padres, José Lago y Asun Paredes, y su hermana Inés, que solo siete meses. El gato con botas les esperaba en una de las trece salas de un cine que este viernes ya no abrirá sus puertas. Yelmo ha finalizado su etapa en el centro comercial de Los Rosales tras casi 27 años. Fundido a negro. Un adiós “inesperado” para los trabajadores. Un adiós que entristece a todos esos amantes del cine que pasaron horas y horas entre estas butacas. Mauro podrá decir que él estuvo allí, aunque quizá no lo vaya a recordar. “Antes veníamos mucho, pero desde que tuvimos a nuestros hijos es más complicado. Queríamos venir para que ellos puedan decir que fueron al cine de Los Rosales”, cuenta José Lago mientras espera por las palomitas. Él estuvo en la última proyección en el cine Colón. Suma otro capítulo a esa historia.

“Es el cine de mi vida” | VÍCTOR ECHAVE

José Lago, Asun Paredes y sus hijos Mauro e Inés / Víctor Echave

“Me da mucha pena”. Esa fue quizá la frase más repetida ayer. A trabajadores y cinéfilos les duele que haya aparecido ese The End en las pantallas de Los Rosales que, por ahora, no se volverán a encender. “Estaba viniendo menos gente pero no nos los esperábamos. Aquí había mucho cliente fiel. He visto pasar por aquí a niños de diez años que ahora venían con sus hijos”, desvela Roberto, uno de los trabajadores que llevaba 20 años entre palomitas y entradas. Sus compañeras María y Elena, con las que pasó este último día de trabajo, suman 14 años en Yelmo. “Nos conocemos todos, somos como una familia. La que menos tiempo lleva llegó hace seis años”, señala Elena.

Andrea Sánchez y Míriam Sobrado

Andrea Sánchez y Míriam Sobrado / Víctor Echave

A todos ellos les sorprendió la respuesta de la gente. El martes vendieron 300 entradas. Desde que el pasado sábado se supo la noticia del cierre, las butacas se fueron llenando. “Si la gente que vino esta semana viniera siempre, el cine no cerraría”, sentencia Elena. Su compañero Roberto tiene claro que “la gente echará de menos la versión original” y recuerda, también, que este era el cine con un mejor acceso para personas con movilidad reducida. “Todos los demás cines tienen escaleras”, añade, y destaca que “los empresarios no piensan en el cine, solo en vender palomitas y menús”.

Muchos de los que acudieron estos días al cine de Los Rosales recordarán siempre qué película vieron en esa última sesión. Hay a quien le parece “poético” haber vivido este final viendo Babylon, que narra historias del Hollywood de los años veinte. Un homenaje al cine. El mismo que hicieron, en pequeña escala, todos esos que sacaron una entrada en Los Rosales para despedirse como es debido. “Es el cine de mi vida”, responde Irene Yonte cuando se le pregunta por sus recuerdos en estas salas. “Tengo 28 años y estos cines, 27, así que es mi cine de siempre. He venido a ver muchísimas películas.”, dice justo antes de disfrutar de El asombroso Mauricio. A su lado, Emilia Fuentes también lamenta esta despedida: “Es una pena que cierren”.

“Es el cine de mi vida” | VÍCTOR ECHAVE

Emilia Fuentes e Irene Yonte / Víctor Echave

Andrea Sánchez y Míriam Sobrado no pueden explicar su infancia y adolescencia sin estos cines y las tardes en Los Rosales. “Hemos celebrado muchísimos cumpleaños aquí”, recuerdan, felices de guardar en su memoria momentos “con amigos” en estas butacas. “Y yo venía mucho con mi abuelo”, añade Andrea. Las dos viven en la zona, así que su primera opción cuando decidían ir a un estreno era “mirar la cartelera de Los Rosales”. “¿Qué vamos a hacer ahora?”, se preguntan las dos como tantos otros cinéfilos que pierden uno de sus lugares favoritos.

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