Entrevista | Humorista, actúa hoy en el Teatro Colón

Miguel Lago: “La ‘stand up’ está herida de muerte por la falta de escenarios a los que subirse”

“Quiero trascender el monólogo y que vengan a verme a mí, como iban a ver a Elvis a Las Vegas”

El cómico Miguel Lago.   | // LOC

El cómico Miguel Lago. | // LOC / Marta Otero Mayán

Un escenario, un micrófono... y Miguel Lago. Nada más. Y nada menos. El cómico gallego regresa a las esencias y vende singularidad en su último monólogo, que llega el sábado 4 de febrero al Teatro Colón (20.30 horas) con las entradas agotadas y un espectáculo, Lago Comedy Club, que es toda una declaración de intenciones: un hombre con un monólogo que cambia en cada función, con un guion gestado durante la semana y un único objetivo: “Trascender el monólogo, que vengan a verme a mí”.

Un monólogo de nombre Lago, como usted. ¿Qué trae?

Traigo todo. Es el concepto de este show. Volver a la comedia de club, es lo que pretendo y el objetivo. La función selecciona el material la misma tarde. Por eso digo que cuento todo: todo lo nuevo, pero también lo clásico y lo que está recién escrito. Por eso este año no hay dos funciones iguales, porque la escaleta se hace cada día. Cuando hacía comedia de club la preparaba en el hotel, antes de llegar, porque tenía esa cosa de escribir durante la semana, que es lo que recupero en este show.

Reivindica esos orígenes de la comedia, tal y como se popularizaron en España: el monologuista de pie, con el micro, solo frente al público. Es un planteamiento algo nostálgico. ¿Ha dejado de existir este género?

No tanto como eso, pero sí en el sentido de que cuando hacía unipersonal, como en el anterior, Todo en negro, estaba completamente cerrado. Lo hacía durante dos temporadas, dos años, dos años y medio, donde se podía añadir o cambiar algún bloque o rutina, pero el show siempre era el mismo. Eso me generaba cierto aburrimiento y limitaba mi capacidad como escritor de bromas, si tengo escrita la hora y media de este show, ya no tengo necesidad durante dos años. Además, se me ocurrían unas bromas estupendas durante la semana, pero si no tenían que ver con el espectáculo que estaba representando, no tenía donde meterlo. Eso me frustraba. Eso me llevó de nuevo a escribir humor todos los días, y cada fin de semana saco lo que he estado escribiendo toda la semana. Me permite escribir, estar más activo, más fresco, y que el espectador pueda venir a verme cinco, seis, siete veces por temporada.

Con eso pierde un poco el factor ensayo-error. Se expone a que no haga gracia al no haberlo probado previamente.

Me arriesgo. Es más a tumba abierta, más auténtico, más como yo empecé hace 20 años. Como hacía tantos bolos en tantos lugares de España, me pasaba la vida escribiendo humor. He vuelto a esa esencia, en un momento en el que la stand up, por la crisis y la falta de lugares y escenarios en los que subirse, está herida de muerte. Como no hay lugares en los que subirte a actuar, ¿qué hacen los chavales que se quieren incorporar? TikTok, Instagram, vídeos de un minuto. ¿Eso es contenido humorístico? Si. ¿Es stand up? No.

Insiste en la sinceridad y la honestidad del cómico. En la nueva era del humor, con las redes sociales, el sketch, el vídeo corto, de formatos más encorsetados, ¿se ha perdido esa honestidad?

Sí, porque eso solo te lo da la stand up. La stand up es el cómico hablando de si mismo y de su lugar en el mundo. Eso te lo da el micro en la mano encima de un escenario. Todo lo demás, todo, es otra cosa, que parte siempre de un personaje. Nunca es la realidad de las cosas, la realidad le da la stand up. Lo que ha convertido la stand up en un género tan importante es precisamente la verdad que tiene el cómico que te lo cuenta, y eso solo te lo da el directo.

Tras 20 años de trayectoria, ¿uno pierde el miedo a que la gente no reaccione como espera, o no se ría?

No, no, yo ya sé lo que funciona y lo que no. De hecho, yo no ensayo bromas delante del espejo. Yo las escribo y las saco al escenario, y evidentemente, lo que dice Pepe Sacristán, “tantos años después me siguen comprando los ajos”, pues igual. A mí el espectador me sigue comprando el humor, por eso ya no hay entradas para A Coruña. Yo sé que hago reír, sé cómo hacer reír, el estilo que tengo y lo que yo hago, y el público lo compra. No tengo miedo a no hacer reír, tengo miedo a no conseguir dar un diez. Ese es el miedo, no dar un diez. Tengo el compromiso personal de darle al público lo mejor de mí. Por eso quiero que la actuación en A Coruña sea impresionante, hasta el punto de que el espectador diga en una conversación: “Yo vi a Lago en el Colón en el 2023, y aquello fue impresionante”, y que el de al lado diga “pues yo lo vi en Bilbao en 2014, y buf, ¡cómo fue!”. Mi objetivo es que las actuaciones sean hitos, así como recordamos los conciertos.

Su última etapa profesional es la televisión, que es algo radicalmente distinto a lo que va a hacer ahora. ¿De dónde sale esta necesidad de volver a esa esencia?

Yo nunca he parado de hacer stand up, no hay un volver. Llevo 13 años seguidos todos los fines de semana en un teatro en Madrid. La vuelta, lo que yo llamo el retorno a los orígenes, es la excitación de escribir entre semana para presentarlo en la actuación. Cuando tienes un unipersonal, un monólogo cerrado, es eso y punto durante dos años. A los dos años, otra vez. Yo me cansé de hacer eso, y lo que quiero es darte material nuevo cada semana. No quiero el “Ya vi Todo en negro, entonces cuando saques el próximo, vuelvo”. No. mi espectáculo es Lago, porque se viene a verme a mí. Ese es mi objetivo, que el espectador venga a verme a mí. ¿Y qué va a hacer? Es que me da igual, yo voy a ver a Lago, que va a hacer de Lago, el humor de Lago, y va a haber clásicos que conozco, pero también siempre está contando chistes nuevos. Eso es lo que quiero. Trascender el monólogo y que vengan a verme a mí, como iban a ver a Elvis a las Vegas.

¿Qué ha aprendido de la comedia en estos 20 años?

Hay muchas cosas fundamentales. Sobre todo, el que es una profesión dura, donde hay que escribir mucho, sorprender al público todo el rato, y que lo más importante que tenemos es el público. Sin excepción. Nos debemos a ellos.

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