Entrevista | Carlos Mena Director al frente de la Sinfónica este viernes y sábado, en el Palacio de la Ópera

“Las obras barrocas me asombraron desde niño, no sabía qué me pasaba al escucharlas”

“Me siento muy libre con la Sinfónica, los músicos se interesan con lo que propongo y yo me enriquezco con ellos, y espero que el público y ellos también lo hagan conmigo”

Carlos Mena, ante el atril, sobre el escenario del Palacio de la Ópera.   | // CASTELEIRO/ROLLER AGENCIA

Carlos Mena, ante el atril, sobre el escenario del Palacio de la Ópera. | // CASTELEIRO/ROLLER AGENCIA / Gemma Malvido

El maestro Carlos Mena se pone al frente de la Sinfónica y de su coro para dirigir un concierto con piezas de Gesualdo, Caldara, Vivaldi y Haendel. Es el primer concierto que dirige con la formación tras su reciente nombramiento como director artístico del coro de la Sinfónica, en abril de 2022. Los conciertos, que rendirán homenaje a la música barroca, serán el viernes y el sábado, a las 20.00 horas, en el Palacio de la Ópera.

En esta ocasión, es usted el que se pone al frente de la Sinfónica y Javier Fajardo dirige al coro, ¿cómo es esta inversión de papeles?

Cuando estoy con el coro siempre tengo una perspectiva desde la orquesta, porque el coro tiene que alimentar la programación sinfónico-coral de la orquesta. Es un paso muy sencillo. Para mí es una fortuna poder venir aquí y hacer música con estos músicos, yo me siento libre, muy bien acogido, los músicos están interesados en lo que propongo y me enriquezco con ellos y espero que el público y ellos, también lo hagan conmigo

Tener a su coro, a su gente, en el escenario, que ya sabe cómo lo va a hacer, ¿supone una presión extra o es más natural?

Los códigos de comunicación son claros en escena porque si no lo fuesen, sería una zozobra. Los códigos con los solistas, con los músicos y el coro tienen unos cauces y unas maneras de tratarse y de poder hacer los gestos para transmitir, que están muy bien asentados, entonces, fluye todo en escena con cierta facilidad. No supone una presión extra o algo que tenga que manejar de una manera extraordinaria, sino que surge como algo natural.

Viene con tres solitas

Son solistas de mi total confianza y a las que admiro muchísimo, que han sido ya compañeras mías cuando yo cantaba, María Espada es soprano, con Lucía Caihuela, que es mezzosoprano, trabajo habitualmente y creo que es un descubrimiento para el público, y he traído a Beth Taylor, que es una contraalto inglesa, que creo que va a sorprender a la gente, yo creo que, salvo Lucía Espada, ellas no han venido nunca a cantar a A coruña.

¿Suponen estas piezas un reto para el coro, usted que lo conoce bien, o es un repertorio que hace con facilidad?

Mi idea de programación del coro parte de la base de que las obras supongan un avance en su identidad como instrumento, un avance en su personalidad, en su capacidad técnica, de color y expresiva, y de que, además, esos pequeños peldaños que va subiendo, sean siempre en salud vocal, que es otro de los pilares de nuestro proyecto y, por tanto, que el coro vaya creciendo con salud. Las obras tienen su reto, la obra de entrada, la de Gesualdo, es muy delicada, supone un reto para cualquier coro porque es complicada. El Gloria, de Vivaldi, que se canta al final, es una obra más conocida pero, curiosamente, es una obra muy mal tratada por las versiones.

¿Por qué?

Porque es una obra tan reconocible por la gente que, llega un momento, que la rosca se ha girado tanto que ya no tiene dientes. Es una obra que hay que limpiar y hay que volver a reconocer cuáles son sus cuestiones principales. Eso también supone un reto porque hay que corregir vicios o cuestiones que uno cree que son de una manera, porque las ha escuchado así pero que, yendo a la partitura, no están escritas de esa manera. Incluso las obras más conocidas pueden requerir, como en este caso, un esfuerzo de interpretación según lo que está escrito y no en base a lo que estamos acostumbrados a escuchar.

¿Se deforman las piezas con la tradición oral?

Sí, a veces, también se hacen proyectos de una obra muy conocida para que sea accesible, en unas condiciones que no permiten un trabajo en profundidad, entonces, se van solventando sobre la marcha y no se plantean qué es lo que se puede conseguir con esa obra o si es fiel a lo escrito.

El público que acuda a ver el concierto no tiene que saber que los músicos de la Sinfónica son profesionales y el coro es amateur, pero ¿suena a amateur?

El coro tiene una gran tradición y, en esas exigencias que hay que hacerle a un instrumento que se compone de elementos amateurs, hay que tener en cuenta esa circunstancia. Hay que alcanzar los niveles de calidad teniendo cuidado y exigiendo de una manera concreta. Yo estoy realmente satisfecho con lo que está consiguiendo el coro y con la generosidad que plantea. Yo creo además que el público va a disfrutar no solo de las obras sino de la puesta en escena, porque tanto los solistas como el coro están ubicados en diferentes partes del escenario. Eso supone un viaje espacial de cómo va llegando la música. No va a ser un concierto estático en cuanto a la posición. Empiezo el concierto con el coro solo en el fondo de la escena; después, las solistas están dentro de la orquesta y, después, las solistas están delante, así que, creo que se puede disfrutar del concierto de una manera más activa.

En el escenario estaba ya montado el clave, que no es habitual en la Sinfónica.

Las obras que vamos a interpretar son de la época barroca, entonces, no existía el piano. Existía el clave, que, en vez de golpear cuerdas con un martillo, como hacen los pianos, tienen púas y eso crea un sonido especial y tiene muchas posibilidades, tiene un registro de laúd, que tiene como una cobertura con unos fieltros, y utilizo ese registro en estas piezas. Debajo, tiene un órgano positivo, que es un órgano de caja, que sirve para poder hacer honor a la práctica de aquella época, aunque entonces, usaban instrumentos más grandes. Estos instrumentos nos ayudan a acercarnos al sonido y a la estética del sonido de aquella época.

Como de película medieval...

Es que ese sonido nos hace viajar a otro mundo, en la época medieval y renacentista aún no existían los claves, pero sí.

¿Por qué eligió este programa con este sonido tan particular?

Los músicos que nos dedicamos a la música antigua —medieval, renacimiento y barroco— a la fuerza tenemos que tener una parte de investigación y tenemos que conocer bien a los autores, dónde estuvieron, con quién, a quiénes influyeron... No solo somos intérpretes, sino que tenemos que investigar, incluso, hacer nuestras propias ediciones de las obras porque así conseguimos que sean más fieles a lo que queremos conseguir y a lo que la partitura dice. En la época barroca hay autores muy conocidos, como Vivaldi o Haendel y, sin embargo, de Vivaldi no se conocen sus óperas y sabemos que compuso unas 46. El mundo barroco es bastante desconocido para el gran público, cada vez se va conociendo más, pero la capacidad de admiración que tiene esa época es enorme. De hecho, el objetivo de los músicos del barroco era dejar admirado al público porque la admiración te mueve al conocimiento. En el programa hay autores menos conocidos como Gesualdo y Caldara, que es un autor fundamental en la historia de la música, tenía un contacto con los cantantes muy estrecho porque su mujer era una gran virtuosa. Él residió mucho tiempo en Dresde, donde había mucho dinero dedicado a la música, y contaba con los mejores cantantes. Caldara inicia una tradición, que es utilizar la voz de tenor, que después, Mozart utilizará en sus óperas. No viene todo de la nada.

Con usted, los autores del barroco consiguieron su objetivo...

Totalmente. El barroco supuso la revolución del texto sobre la música, el texto era el gran tirano y la música vocal se tenía que supeditar al texto y, con eso, conseguían que la música tuviese una expresión enorme. Y a mí, desde muy niño, me asombraron, incluso sin saber qué me estaba pasando cuando escuchaba mis primeras obras.

¿Escuchaba mucha música clásica de pequeño?

En mi familia no había tradición musical, pero tengo un hermano que es director de orquesta y que estaba interesado en la música y yo, la escuchaba en casa, pero cuando llegué al barroco, me encantó, me parecía que tenía un poder de atracción enorme.

Si actualmente no conocemos las 46 óperas de Vivaldi, ¿es porque tienen la etiqueta de complicadas porque todavía no ha llegado su momento?

El mundo de la ópera no es el más dinámico, en cuanto a público, es un público que tiende —aunque cuando generalizamos podemos cometer injusticias— a asentarse y a querer ver en la butaca lo que ya vivió en otra época o lo que ha escuchado en casa. Recuperar ópera barrocas requiere un esfuerzo, hay que editarlas, incluirlas en el repertorio habitual, que el público las escuche y las disfrute... Requiere muchos esfuerzos. Poco a poco se van recuperando más óperas barrocas y eso ayuda a la música barroca y al mundo de la ópera porque lo hacen más rico y se entiende mejor su historia, porque la ópera nació en la época barroca. El mundo operístico no debe olvidar sus orígenes.

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