El niño Picasso, ojeador del deporte coruñés

La muestra ‘Picasso, branco no recordo azul’ exhibirá una caricatura que el pintor dibujó en su estancia en A Coruña, una de las primeras representaciones gráficas de la práctica deportiva en la ciudad

El dibujo de Pablo Ruiz Picasso que se exhibirá en la muestra y que representa a los esgrimistas.  | // PICASSO. CARICATURAS DIVERSAS (A CORUÑA, 1894) © MUSEU PICASSO, BARCELONA. FOTOGRAFÍA: FOTOGASULL © SUCESIÓN PABLO PICASSO, VEGAP, MADRID, 2023

El dibujo de Pablo Ruiz Picasso que se exhibirá en la muestra y que representa a los esgrimistas. | // PICASSO. CARICATURAS DIVERSAS (A CORUÑA, 1894) © MUSEU PICASSO, BARCELONA. FOTOGRAFÍA: FOTOGASULL © SUCESIÓN PABLO PICASSO, VEGAP, MADRID, 2023 / Marta Otero Mayán

Hablar hoy de deporte coruñés evoca grandes nombres como el Deportivo, el Liceo o el Básquet Coruña, pero, en los estertores del siglo XIX, el panorama era bien distinto: traineras, tenis, ciclismo, o patinaje, o los primeros partidos de fútbol copaban una escena deportiva más bien escasa y muy incipiente. Y en ese contexto, uno podría imaginar a un niño de 12 años, de destrezas precoces, observa con atención un ejercicio de esgrima y garabatea, a lápiz, un esbozo. El niño es Pablo Ruiz Picasso, y el dibujo, una de las caricaturas que engrosa los fondos que se exhibirán en la muestra Picasso, branco no recordo azul, que ultima su montaje estos días en el Museo de Belas Artes de A Coruña, que aguarda su inauguración este jueves.

El dibujo guarda más peculiaridades que la de dar testimonio del talento temprano de un genio en ciernes: también constituye una de las primeras representaciones del deporte coruñés que conservamos. “No conozco una representación más antigua que esa. Data de 1894, cuando Picasso residía en A Coruña. No se trata de un dibujo aislado, sino que forma parte de un conjunto de dibujos que realiza fijándose en la vida en la ciudad. Si se quiere ilustrar cómo era la vida cotidiana de A Coruña en aquella época, lo mejor que tienes es la obra de Picasso”, cuenta Rubén Ventureira, gran estudioso de la etapa coruñesa del artista y comisario, junto a Malén Gual y Antón Castro, de la muestra que calienta motores en Belas Artes.

Para Ventureira, los referentes que el niño utilizó para sus esbozos no dejan lugar a dudas: se trata de un conjunto de esgrimistas, cuya práctica seguramente Picasso observó y quiso inmortalizar, quién sabe si como práctica para las clases de pintura que recibía en la ciudad por aquel entonces o como mero entretenimiento. Para disipar recelos, el comisario de la muestra, en su afán de dirimir su origen y para disipar recelos, se puso en contacto con la Federación Gallega de Esgrima para contrastar si se encontraba en lo cierto. En el organismo refrendaron su parecer, y puesto que el dibujo está fechado en 1894, momento en el cual Picasso todavía residía en la ciudad, que fue su hogar hasta un año después, no cabe duda de que fueron realizadas en A Coruña, aunque ahora su lugar está en el Museo Picasso de Barcelona. “En 1970, Picasso tenía intención de donar a A Coruña todo lo que hace en la ciudad, su obra infantil y de juventud, a cambio de una serie de condiciones que no se dieron. Al final, tuvo que donar su obra coruñesa a Barcelona”, cuenta Ventureira.

A Coruña perdió entonces la oportunidad de albergar los fondos del periplo gallego del genio, pero ahora los recuperará de forma temporal para la muestra que, impulsada por la Xunta con motivo del aniversario de los 50 años del fallecimiento de Picasso, se instalará en Belas Artes para reivindicar la importancia de la etapa coruñesa en la trayectoria artística del malagueño. También servirán para recuperar una parte del pasado de la ciudad poco representado por infrecuente. “El deporte no era algo muy extendido; más bien propio de los llamados sportman. Solo se lo podía permitir la clase media-alta, porque los deportes estaban asociados al peligro, y un trabajador no podía arriesgarse. A partir del siglo XX aparecen los primeros grabados en prensa, y la gente empieza a conocer estos deportes por las fotografías de Sellier o Ferrer, las primeras en el interior, en su estudio, las segundas en la calle”, completa Ventureira.

Las circunstancias reales en las que se hicieron estos dibujos son imposibles de discernir, pues solo el propio Picasso las conocía. Una opción menos emocionante podría ser que el joven pintor copiase las figuras de una revista o una publicación similar, pero un elemento de los esbozos inclina la balanza hacia la tesis de los referentes en vivo y en directo: el movimiento. “Lo que llama la atención de esta caricatura es cómo Picasso, siendo un niño tan joven, capta el movimiento de los personajes haciendo esgrima. Se puede ver como uno de ellos se aparta al recibir la estocada, tiene la barriga contraída hacia dentro. El otro esgrimista está en una posición de avance. Es impresionante cómo capta la diferencia entre el que ataca y el que recibe”, observa Malén Gual, conservadora del Museo Picasso de Barcelona y otra de las comisarias de la muestra.

Para Gual, en estas caricaturas es precisamente el movimiento el factor que marca la distancia con otro de los motivos recurrentes que Picasso ensaya en A Coruña y recupera en su vejez, los mosqueteros, un motivo polimorfo y que toma distintas variantes a lo largo de la obra del artista. También este elemento refrenda la tesis de los esgrimistas. “Cuando Picasso pinta a los mosqueteros, lo hace de forma estática. Eso es lo más importante de esa caricatura y lo que diferencia a mosqueteros de esgrimistas. En los mosqueteros, tanto si son los del Siglo de Oro como los de Alejandro Dumas, Picasso se fija más en los detalles, como la capa y el gorro. Es probable que Picasso los estuviese viendo al pintarlos”, completa Gual. El pintor explorará la práctica deportiva pocas veces en obras posteriores, en las que se fijará su mirada sobre boxeadores, futbolistas o ciclistas. “Da testimonio de la capacidad de observación de Picasso, que caricaturiza todo en sus pinturas”, señala la comisaria.

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