“Me gustaría comprar tiempo para poder hacer todo lo que tengo en la cabeza”

“La Sinfónica es una orquesta excelente y los músicos están gozando. Que los músicos disfruten con lo que están tocando es lo mejor que me puede pasar”

Gabriela Ortiz, en el Palacio de la Ópera

Gabriela Ortiz, en el Palacio de la Ópera / Iago López

La compositora mexicana Gabriela Ortiz escuchó por primera vez en vivo su obra Altar de bronce esta semana en el Palacio de la Ópera. Es una pieza que escribió para el trompetista Pacho Flores, considerado uno de los mejores del mundo, y que tendrá su estreno absoluto con la Orquesta Sinfónica de Galicia, esta tarde, a las 20.30 horas, bajo la batuta del director Manuel Hernández-Silva, en Ferrol. El concierto, en el que también interpretan la Sinfonía número 1, de Vasili Kalínnikov, y el Concerto venezolano para trompeta y orquesta, de Paquito D’Rivera, se podrá ver este viernes en el Palacio de la Ópera, a partir de las 20.30.

¿Cómo nace esta obra?

Es un encargo de Pacho Flores, porque teníamos ganas de colaborar, y es una comisión de cinco orquestas: la Sinfónica de Galicia; la Royal Liverpool Philharmonic; la Orquesta Sinfónica de Minería, de México; la New World Symphony, de Florida; y la San Diego Symphony. Se llama Altar de bronce porque tengo una serie de piezas que se llaman Altar de algo. En Altar de bronce juego con muchas cosas a partir de ese título, hay cuestiones metafóricas, como que el bronce es una aleación de metales. Esta idea de que, con poquito formas un todo, se plasma mucho en la orquesta. Juego con que el material del solista contagia a la orquesta y viceversa.

Siendo Pacho Flores quien va a tocar la pieza, ¿se permitió introducir dificultades que otros intérpretes no conseguirían tocar?

A Pacho le puedes escribir cualquier cosa. Su virtuosismo es apabullante. Tiene una cualidad, además, que no todos los músicos tienen, que es una gran versatilidad. Puede navegar entre la música popular, principalmente el folclore de su país, el joropo venezolano, y llegar a Haydn sin más trámite. Tiene formación clásica, pero conoce bien sus raíces y puede improvisar, por eso es magnífico contar con él.

¿Es diferente el sonido de la pieza ahora que lo escucha en directo del que había imaginado?

Siempre hay sorpresas y, normalmente, son mejores de lo que esperaba, aquí pasa y eso me encanta. Es cierto que hay buenos programas informáticos que ayudan y una desarrolla la imaginación sonora, pero nada es igual a que un intérprete, en este caso Pacho, o una orquesta como la Sinfónica, toquen en directo dirigidos por Manuel Hernández-Silva, que son todos músicos magníficos. Cuando esto pasa, una va en Ferrari, de lujo. Es muy gratificante para cualquier compositor escuchar su obra. El momento más tenso, al menos para mí, es el primer ensayo, porque es la primera vez que escuchas algo en vivo. Esta música, que ha estado contigo tanto tiempo, suena por fin.

Porque esta semana fue la primera vez que escuchó realmente Altar de bronce.

Sí, y hay efectos que no se pueden reproducir en un ordenador. Yo creo que la experiencia de la música en vivo es maravillosa. Durante la pandemia, eso nos afectó muchísimo, porque no es lo mismo ver un concierto en YouTube que en vivo. Para los músicos tampoco, porque la energía del público te da la adrenalina necesaria para tocar.

¿Y cómo suena?

Fantástico. Varios músicos y amigos me dijeron que la Sinfónica de Galicia era la mejor orquesta de España. Es una orquesta excelente y los músicos están gozando y, para mí, eso es fundamental. Que los músicos disfruten con lo que están tocando es lo mejor que me puede pasar.

¿Durante cuánto tiempo estuvo trabajando en esta composición?

La compuse en 2022 y le dediqué unos seis meses.

¿Hay algún hilo conductor o historia en esta pieza que sirva para entender mejor qué es lo que quiso transmitir al escribirla?

La música es un lenguaje abstracto, a menos que estemos hablando de una ópera o de un poema sinfónico. En este caso, no hay una narrativa como tal, podría hablar de algunas cosas que me sirvieron para escribir la pieza y eso acerca mucho la escucha, pero la música habla por sí sola. En la segunda mitad del siglo XX, la música europea tendió mucho a la racionalización y a tener que explicar lo que se componía y muchas veces se olvidaban de la parte de la comunicación emocional o del resultado sonoro. Pongo el ejemplo de un chef: ¿qué prefieres, que te explique un plato o que te lo deje probar? Yo prefiero probar aunque la receta sea interesantísima, porque si sabe feo, no hay nada que hacer. Para mí el logro es la comunicación. La música entra por el oído, no entra por el intelecto, y va directa a la emoción.

Sobran las palabras entonces.

Me interesa más qué significó para ti la música y qué historia te contó porque a cada persona le dirá algo diferente.

¿El hecho de ser latinos tanto Pacho como usted, genera un vínculo especial a la hora de entender la música que si compusiese, por ejemplo, para un intérprete japonés?.

Si la música está bien hecha trasciende geografías y raíces. Pero es cierto que hay un código compartido entre Pacho y yo porque somos latinoamericanos y nos entendemos de una manera natural. Esto no quiere decir que esta pieza no la pueda tocar una orquesta japonesa. La pieza, como está dedicada a Pacho, contiene ciertos elementos que yo sabía que él iba a entender muy bien. Está hecha a su medida y eso es algo maravilloso, porque sabes las cualidades interpretativas y sabes qué hacer y qué no hacer.

¿Intervino él en el proceso de creación?

Sí, porque yo no toco la trompeta y menos las treinta que él toca. Tuvimos un primer encuentro por Zoom y tocó como veinte. Era una locura, pero también un aliciente. Decidí escribir la música y que él eligiese qué instrumento tocaría en cada pasaje.

Viene de una familia aficionada a la música. ¿Cómo y cuándo supo que quería que fuese su profesión?

Lo supe pronto, como a los trece o catorce años, y fue gracias a la música de Béla Bartók, yo estudiaba el repertorio clásico de piano, con Bach, Mozart, Haydn... que es con lo que uno empieza. Con Bartók, tenía una manera de identificarme diferente a los demás. Fue una ventana hacia la música del siglo XX, porque me enseñó que había otras estéticas y otras miradas. Algo brotó en mí y pensé que si Bartók había podido escribir melodías, ¿por qué yo no? Y empecé a estudiar más teoría para así poder escribir mis partituras. En ese momento, supe que no iba a ser solista ni pianista profesional, que quería componer y crear. Fue con trece o catorce años que yo dije que me quería dedicar a escribir música.

Fácil no sería, siendo mujer y latina, ¿no?

Nada es fácil y para una mujer y mexicana, menos. Yo he tenido siempre mucha constancia y mucha disciplina. No hay año que no componga. Nunca he tenido una crisis creativa, ahora estoy en un momento en el que me gustaría comprar tiempo para poder hacer todo lo que tengo en la cabeza.

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