Los locales comerciales de la calle Real se desnudan de sus elementos emblemáticos

Los escaparates más tradicionales de esta vía peatonal se están transformando, desaparecen en algunos casos y en otros solo se preservan algunas piezas porque alguien las valora

Joyería Helvetia, entre las calles Olmos y Nova.

Joyería Helvetia, entre las calles Olmos y Nova.

El Ayuntamiento de Burgos el año pasado inició la protección de 17 locales comerciales del centro de la ciudad por su singularidad. En unos casos para preservar escaparates, en otros el interior o solo algunos elementos. La protección de este patrimonio histórico significa, además de una sensibilidad artística, apoyar el comercio local. Esos comercios burgaleses recuerdan mucho a los que aún se pueden ver en A Coruña y a otros que han desaparecido ya. Son establecimientos que ayudan a conformar la identidad, la imagen, la historia de una ciudad, pero que en la mayoría de casos se pierden cuando cierran los negocios o se venden. Ante una falta de protección, queda en manos de cada propietario lo que sucede con estos elementos artísticos.

La joyería Helvetia entre las calles Nova y Olmos es hoy una óptica de fachada de piedra como cualquier otra. Cerró en 2016 y todos perdimos aquellas fachadas de cristales ovalados, esmaltes, vidrios de colores, azulejos pintados, maderas talladas, la espectacular reja de la puerta.

  • Joyería Salamanca. La familia acaba de trasladarse, después de 83 años, a su nueva ubicación a escasos metros, un bajo en propiedad, pero conservando el pomo personalizado de la puerta, las flores de lis y algún mobiliario.
  • Sin nombre ni flores de lis. En la fachada ya no está el nombre de la joyería ni las flores de lis en el escaparate. La mitad de delante del bajo en realidad es el hall del edificio, el portal de los vecinos.

El reciente traslado de la casi centenaria joyería Salamanca a la calle Álvaro Cebreiro ha permitido descubrir a muchas personas algo que les ha dejado asombrados: parte de este local es el hall, el portal de entrada del edificio, con su escayola en el techo, sus paredes revestidas de cristaleras con marcos de madera. Ya se han retirado las letras negras del nombre, el singular tirador de la puerta y las características flores de lis emblema de la joyería que estaban en el enrejado del escaparate.

  • Joyería Helvetia. Entre las calles Olmos y Nova, al lado de la calle Real, cerró en 2017. Enrejados, esmaltes pintados, vidrios de colores, escaparates de cristales ovalados, azulejos, marquetería... hacían de la fachada una fantasía.
  • Un bajo minimalista. Tras el cierre de la joyería se eliminó toda la decoración de los escaparates y en su lugar se apostó por la piedra y el cemento, con un estilo minimalista para un negocio de óptica.

“Las flores de lis tienen los mismos años que la joyería, 83, y quisimos conservarlas y están sobre la fachada de la nueva ubicación. También hemos conservado otros elementos como el tirador con las iniciales del fundador, Lucio Salamanca, así como mostradores de madera, sillas que solo hemos retapizado. Son piezas de calidad que merecen conservarse y que además son nuestra historia”, destaca Rosa María Salamanca, propietaria del establecimiento, que sí ha dado valor a las piezas más singulares y emblemáticas de su anterior ubicación y las mantiene y exhibe en el nuevo y moderno local al que se han trasladado.

  • Farmacia Europea. La Farmacia Europea cerró en la calle Real en 2007 tras un siglo de actividad. Se ha conservado su escaparate de cristales curvos pero no su mobiliario interior de madera de techo a suelo.
  • De uso sanitario a hostelero. Después del cierre de la farmacia se abrió en este bajo un café con estilo antiguo pero cerró al poco tiempo. Ahora existe otro negocio, más tipo pub, que abre los fines de semana.
fachadas singulares,calle Realfarmacia Villar
  • Joyería Malde. Los azulejos negros y plateados, el escaparate pequeño y curvo del centro, enmarcado en madera y con un telón de seda blanca daban la imagen de lujo que se perseguía. Cerró en 2011 tras más de cien años de historia.
  • Solo los azulejos negros y plateados. Una tienda de ropa, Vazva, ocupó el bajo de Malde. Se conservaron solo algunos de los azulejos, los de la parte alta, sobre las ventanas.

Tras el cierre de la centenaria farmacia europea se conservó el letrero con el nombre y su fachada de cristales curvos, aunque se perdió su mobiliario de madera. Este bajo fue cafetería brevemente y ahora pub. De la librería Colón no queda nada de su espectacular suelo geométrico. Hoy es un bajo impersonal por el que han pasado también varios negocios. La Farmacia Villar recreó su imagen centenaria al trasladarse, tras rehabilitarlo, el bajo de otro comercio tradicional, el Bazar de Pepe.

“La protección es un arma de doble filo. Garantiza la permanencia de ciertos elementos de valor histórico-artístico pero por otra parte es muy restrictiva en algunos aspectos. Hay que estar a favor de la protección pero también que haya cierta flexibilidad porque se puede hacer buena arquitectura nueva, sino se puede caer en el riesgo de la fosilización. Es un equilibrio difícil. La gente no quiere que se pierdan los elementos simbólicos de un local. Al final todo responde a un tema de responsabilidad. Pero conocer la historia de un local ayuda a que no quieras perder ciertos elementos”, subraya la arquitecta Nuria Prieto.

Esta profesional subraya que en A Coruña sí se ha logrado “valorar los mercados municipales” , fundamentalmente porque valoramos nuestros productos. También se ha empezado por fin a valorar la arquitectura industrial (por ejemplo, la Xunta acaba de iniciar el proceso para declarar Bien de Interés Cultural, BIC, la chimenea de la central térmica de As Pontes). Ahora falta hacer lo mismo con las fachadas, interiores, escaparates, de los comercios.

Suscríbete para seguir leyendo