Entrevista | Agustín Fernández Mallo Escritor, presenta hoy en A Coruña su libro ‘La forma de la multitud’

“Cuando estás de vacaciones y miras tu teléfono, estás trabajando para una empresa”

“Al ser humano le falta algo que no sabe que le falta y por eso intentamos construir religiones, cultura o arte, porque necesitamos ceder algo al entorno para recibir algo de él”

Agustín Fernández Mallo, ayer, en A Coruña.   | // CARLOS PARDELLAS

Agustín Fernández Mallo, ayer, en A Coruña. | // CARLOS PARDELLAS / Ana Carro

Agustín Fernández Mallo (A Coruña, 1967) ganó el Premio de Ensayo Eugenio Trías por su libro La forma de la multitud (capitalismo, religión, identidad), que presenta hoy (19.30 horas) en la Fundación Luís Seoane junto a Xavier Seoane dentro del ciclo Somos o que lemos, coordinado por Javier Pintor. Un ensayo en el que expone que el capitalismo está lejos de ser superado y reflexiona sobre dónde queda la libertad en este contexto, el territorio de la intimidad y las guerras.

¿Cuál es la forma de la multitud?

El libro trata de muchas cosas, pero también de eso que me preguntas. Piensas qué significa una multitud y si se puede representar o no, si se puede fotografiar, pintar o pensar en ella. Yo creo darme cuenta de que una multitud es irrepresentable porque siempre habrá alguien más. En realidad, la única forma de representar la multitud es numerándola, es decir, haciendo una estadística. Los diferentes poderes lo que hacen es dar una forma a esa estadística según sus ideologías. Así, la forma de la multitud es el modo en que seremos desviados según una ideología u otra, según un poder u otro, a partir de cómo hemos sido contados. Esto tiene una implicación importante en todo, pero últimamente estamos hablando mucho del Big Data. ¿Y qué es el Big Data si no una forma de manejar nuestros datos para desviarlos con un determinado propósito? Que puede ser comercial, político o de otras maneras. El libro, entre otras cosas, habla de esto.

¿Las personas son solo datos?

En efecto. Pero lo paradójico es que son datos que todos estamos vertiendo y regalando tanto a los gobiernos como a las empresas o a los ayuntamientos o a las grandes y pequeñas corporaciones. Les regalamos nuestros datos cada día tan solo con el hecho de poner likes o no ponerlos en internet. Solo poner un like a un restaurante en TripAdvisor que te gustó es dar información. Además, toda esa información no es inocente luego. Está recogida para formar un perfil de cada uno de nosotros y que luego puedan intentar vendernos un producto o una ideología. Algo que aborda el libro es que el estar de vacaciones ya es trabajar siempre. Cuando estás en una playa tumbado y coges tu teléfono y empiezas a mirar cosas, estás trabajando para una empresa. Es decir, el ocio ya no existe como tal, el ocio siempre es trabajar para alguien.

Trabajar gratis, además.

Por supuesto. Gratis y sin darnos cuenta la mayoría de las veces.

¿Qué peligro conlleva eso?

El peligro es como cada uno quiera medirlo. En el libro no me meto en esa parte moral sino que intento exponer una dinámica que creo que está ahí, pero luego cada uno saca sus conclusiones. Puede ser que a una persona le parezca bien porque le conviene para su vida, pero a otras les puede parecer mal. El peligro, como en todo, es no darse cuenta de que eso está ocurriendo. Una vez que tú te das cuenta y lo sabes manejar, interpretar o sortear, pues está ahí. Por otra parte, hay que decir también que eso es imparable. Más que intentar erradicarlo, que eso es imposible y sería darse contra un muro, hay que intentar que cada uno en sus vidas vaya sorteándolo de la manera más inteligente y menos dolosa para él mismo.

¿Ha querido dar una visión nueva y moderna sobre el capitalismo?

Sí, otra de las grandes líneas del libro es la idea de que, en realidad, aparte del capitalismo que todos conocemos, en el que no me meto porque ya hay otras personas que hablan de eso muy bien, hay otros dos capitalismos invisibles pero que están ahí. Uno tiene que ver con lo que acabamos de hablar, que es el capitalismo de tiempo infinitesimal, que opera en tiempo infinitesimalmente pequeños, en las redes a través de robots y bots que no podemos controlar. Opera tan rápidamente y hace operaciones de mercado tan rápido que nosotros no podemos pararlo, pero está funcionando con nuestros datos. Es un nuevo capitalismo. Por primera vez, el ser humano ha creado algo que maneja unos tiempos tan cortos a los cuales el cerebro humano no tiene acceso. Hay otro capitalismo invisible que es todo lo contrario, es decir, opera en tiempos tan largos que ya hemos olvidado que está con nosotros. Es lo que llamo capitalismo antropológico. Se basa en una idea muy fundamental que es la de que el ser humano, desde la prehistoria, está siempre negociando con su entorno la cesión de materiales y de ideas, cosas no monetarias. Como crear religiones, que no es más que crear un ente al que tú das algo para obtener luego algo de ese ente divino. Lo que yo comento en el libro es que al ser humano le falta algo que no sabe que le falta y por eso estamos todo el rato intentando construir religiones, políticas, objetos, cultura o arte porque necesitamos ceder algo al entorno para recibir algo del entorno. A eso tan básico le llamo capitalismo antropológico.

¿Se puede ser optimista de cara al futuro?

Yo siempre soy optimista. Caer en el pesimismo es caer en la desdicha antropológica. De todos modos, hay que ser crítico con tu época y edificar algo hacia el futuro.

¿Qué límites tiene el ser humano?

Hay muchos límites, empezando por nuestro propio cuerpo y las limitaciones de nuestro entorno. El ser humano nunca es totalmente autónomo, siempre está negociando con los agentes externos, ya sea su forma de supervivencia, política o artística. Y si está negociando es porque tiene límites, no puede ir más allá por sí solo.

En el libro también habla de la guerra. ¿Qué busca con ello?

Sí, abordo la guerra al final del libro como una solución radical de conflictos que históricamente acompañan al ser humano. En lo que me centro es en la idea de que es curioso que en la guerra se dice la expresión militar “el teatro de operaciones”. Eso nos da una idea de que la guerra empieza con las mismas estrategias que el teatro, aunque parezca extraño. En los albores del mundo heleno, el teatro empieza así, hay un escenario en el que se representa algo y hay alguien que observa. La guerra moderna es eso, unos van a la guerra y otros observamos.

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