La burbuja del Abierto de EEUU no es tan impermeable como esperaban los organizadores. El positivo de Benoit Paire lo ha puesto en evidencia y ha levantado las dudas sobre los protocolos establecidos que se han adecuado para permitir que los 11 jugadores que habían estado en contacto con el francés, como Adrien Mannarino y Kristina Mladenovic, pudieran jugar ayer sus primeros partidos y superar la ronda, mientras lo hacían los ocho restantes. Marcel Granollers, a última hora, renunció a sustituir a Paire.

Las extremas medidas de seguridad no han sido cien por cien efectivas y la propia USTA lo ha admitido al pasar a llamar "ambiente controlado" a la burbuja. Un cambio semántico significativo. Los organizadores saben que para tener una burbuja real sin riesgo de contaminación, el protocolo debería ser más drástico. Pero para eso se habría tenido que montar una pequeña ciudad olímpica en Flushing Meadows.

Ese no es el caso en Nueva York, donde la mayoría de personal médico, transporte, seguridad, restauración, limpieza, federativos y técnicos o empleados de los dos hoteles oficiales, que están en contacto con los jugadores, se marchan a su domicilio tras su jornada con el único control diario de la temperatura a la salida y entrada del recinto. Por no hablar de la entrega de alimentos a los hoteles y otros servicios, que también contribuye al contacto con el exterior. "Creo que no hay lugar más seguro en el mundo ahora mismo", dijo Them.