El Liceo ya es campeón de invierno. Un título honorífico, que habitualmente no sirve para nada más que infundir moral y demostrar que se ha sido el mejor en una parte de lo temporada. Pero ya es un mérito estar por encima del Barcelona. Hacerlo además con tres puntos de ventaja solo indica que lo que los verdiblancos han hecho es rozar la perfección. 43 puntos de 45 posibles. Catorce victorias y un empate en quince partidos. Aunque tuvieran que sufrir, como ayer lo indecible frente a un Lleida convertido en la horma de su zapato, al que acabó superando por 2-1 para cerrar la primera vuelta. Que le quiten lo bailao. Pero Juan Copa no se conforma con esto. Ya piensa en el siguiente objetivo, más cuando este es tan cercano. El sábado el conjunto liceísta abre ya la segunda vuelta frente al Igualada. Sin tiempo para saborear este trago dulce. Pero con hambre de más.

El camino no ha sido fácil. Por eso sabe mejor. El Liceo ha demostrado además carácter para pasar de su teórico peor momento, con el empate contra el Caldes y la derrota en la Supercopa, a otro de fortaleza en el que ganó de forma consecutiva a dos rivales de entidad como el Reus y el Lleida. El de ayer fue un partido diferente al de tierras tarraconenses. Porque los verdiblancos sabían que se iba a tratar de un trabajo de desgaste, o de “pico y palo”, como lo definió después el técnico local. Se conocían bien los efectivos de ambos contendientes. En el Liceo juegan dos ex del Lleida: Roberto di Benedetto y Maxi Oruste. Y en el Lleida, dos ex del Liceo: Bruno di Benedetto y Oriol Vives. Por no hablar de que dos de ellos, uno de cada bando, se vieron por primera vez en la barriga de su madre. Eso condicionó el encuentro, muy táctico y de repliegue, más de esperar en la retaguardia, de minimizar riesgos y errores y maximizar las ocasiones.

Tuvieron más los verdiblancos en la primera parte, con un activo Roberto di Benedetto en el duelo con su hermano mellizo. Pero las más claras eran para el Lleida. Hasta dos palos en los compases iniciales que hacían negar con la cabeza a Carles Grau, que es de hielo pero no de piedra. Las fuerzas estaban equilibradas y no había ningún equipo que consiguiera imponer su pagada, ni siquiera cuando, desde el banquillo, hicieron acto de presencia los veteranos Jordi Adroher y Jepi Selva. El 77 verdiblanco siempre es un incordio. Se puede inventar un gol en medio segundo. Ayer no le salió y el encuentro se marchó al descanso sin que el marcador se moviese y con la sensación de que ambos pisarían el acelerador en el segundo acto.

El Liceo lo hizo. Incluso reclamó un gol fantasma nada más arrancar el segundo tiempo. El equipo dirigido por Juan Copa salió constantemente a la contra. Se la rifaron en una de esas David Torres y César Carballeira. Entre coruñeses iba el juego. El último recibió frente al portero pero la empujó sin convicción. Sí la tuvo Maxi Oruste. Por fin le sale una de sus jugadas clásicas. A tiro de Franco Platero, su compatriota rebañó la bola en el área para despistar a Martí Serra y sorprenderle por primera vez (1-0). Porque la solidez de los porteros fue otra clave. Carles Grau lo demostró, aunque ayudado por el palo, para frenar la directa de Selva tras la décima falta local. Y después Serra sacó una pierna voladora para detener la de Adroher en el siguiente turno.

No llegaba la sentencia de los liceístas, que no podían estar tranquilos y por eso rondaron la portería visitante, sin suerte hasta que Andreu Tomàs paró con falta una cabalgada de Roberto di Benedetto. La azul que le costó al Lleida la aprovechó esta vez sí Adroher, que es raro que falle dos directas en el mismo partido aunque solo sea por pura estadística. Quedaban cuatro minutos, el entrenador local pidió tiempo muerto para ordenar al equipo de cara ese tiempo final. La táctica se lo estropeó nada más volvieron los suyos a la pista con una azul a Di Benedetto. Grau volvió a erigirse en salvador. Hasta tres veces seguidas falló Selva delante de él. La primera contra su cuerpo, la segunda por fuera y la última ya llegó demasiado forzado. El Liceo jugó los dos últimos minutos en inferioridad. Aguantó, pero también el Lleida insistió y ya cuando solo faltaban 23 segundos franquearon la fortaleza que había erigido Grau. Serra, el meta visitante, salió pitando para que entrara un compañero y, con cinco jugadores sobre pista, buscar al espritn el empate. El Liceo robó la bola y agotó la posesión hasta la bocina. Certificó los tres puntos. Y el sábado, vuelta a empezar.