Fin de semana agitado para el deportivismo, primero con la histórica asamblea del no y luego con un partido de infarto, frenético y con seis goles, más propio de la era Oltra que de la actual. Hace dos campañas quizá el Dépor hubiera ganado un encuentro así, fundamentalmente porque tenía mucha más pegada. Ahora el éxito se construye desde la defensa y cuando hace aguas a balón parado, como ayer, las posibilidades de triunfo se reducen. Demasiados regalos para el rival. Un problema de difícil solución, como la tendencia del equipo a dar un paso atrás cuando toma ventaja en el marcador. Síntoma del miedo, impropio de un líder. Con todo, la temporada que está haciendo el Deportivo es más que notable, casi sobresaliente. Porque no se le puede pedir mucho más a este equipo tan solidario y generoso en los esfuerzos. Por encima de todo es eso, equipo. Ayer acabó encerrando en su área a un adversario rocoso como el Numancia. Hasta donde no llega el fútbol, llega el corazón. El de los futbolistas y el de los miles de seguidores que hicieron rugir a Riazor. Un estadio que impone hasta al rival más bien plantado. Da gusto ver a este Dépor cargar con todo, como también da gusto comprobar que hay alguien capaz de dar centros decentes desde la derecha: Antonio Núñez. Merece seguir hasta junio. Su renovación será el primer regalo de Navidad para Fernando Vázquez, aunque no debería ser el único. Harán falta dos más, como mínimo un delantero y un extremo izquierdo. Imprescindibles para dar un salto de calidad definitivo. Por si acaso, Vázquez se centra en cómo mejorar con lo que tiene, no vaya a ser que los Reyes le traigan carbón.